Es de todos sabido que el primer día de guardería en
la vida del niño y de sus padres, es muy significativo. A veces no se puede decir quién llora más, si
los niños o los padres. Las lágrimas,
visibles o no, de los niños van cargadas de temor e inquietud ante lo
desconocido y en especial, de la ansiedad que les causa el verse separados de
sus padres. Las lágrimas de los
padres llevan sentimientos encontrados, algunas humedecen las mejillas, otras se
esconden o hasta se niegan, pero todas atraviesan el alma.
Así
pues, las lágrimas racionales e irracionales de los adultos, incluyen
sentimientos antagónicos: alegría-tristeza,
emoción-nostalgia, aceptación-resignación. Por un lado, es un hecho que se
podrá gozar de un poco de tiempo personal con la tranquilidad de saber que el
niño permanecerá atendido, aprenderá y estará en contacto con otros niños. Por
otra parte, verlos crecer genera sentimientos agridulces al dejar en
evidencia el vertiginoso paso del tiempo, que cada vez los hace más
independientes, preparándolos para volar y abandonar el nido.
Además,
siempre preocupa el infinito mar de posibilidades
al que se pueden enfrentar los hijos en cuanto salen de la burbuja familiar.
Ojalá
el bullying, las groserías, los golpes, las amenazas, los chantajes, las
ridiculizaciones y los abusos fueran palabras incomprensibles; tan sólo sonidos
sin sentido y sin significado. Si
fuera así, nos ahorraríamos dos que tres lágrimas y demás tragos amargos. Estaríamos viviendo la sociedad de la utopía,
donde ni la soberbia ni el egoísmo tienen cabida. Tan sólo reinaría el amor, el
distintivo del ser humano personal – individual – racional. Entonces, viviríamos en una sociedad humana-humanizada.
Y
por si fuera poco, para rematar algunos padres añaden al complejo cóctel
sentimental, un ingrediente adicional muy dañino: la culpabilidad. Y no crean que tienen posesión exclusiva los
padres que se ven “obligados” por sus circunstancias a mandarlos o las madres
que trabajan profesionalmente fuera de casa o quienes deciden escolarizar a sus hijos antes de los
2-3 años… ¡Qué va! También hay padres que se dedican al 100% a su familia y a
su casa, padres que trabajan profesionalmente desde casa y padres que quisieran
hacer homeschooling que se sienten culpables de enviarlos, de trabajar
profesionalmente, de no trabajar profesionalmente, de no tener más hijos … En
fin, la culpa es bien recibida y acogida por todo tipo de personas.
Antes
de continuar, cabe señalar que el tema
de la guardería sólo fue un ejemplo concreto para poder explicar que en la
mayoría de las decisiones familiares y de crianza, “la culpabilidad” es la invitada de honor. Y ella acepta cualquier
oferta, no discrimina a nadie. Ella simplemente trabaja con quien se deje, con cualquiera
que le abra una rendija. Además, a cualquier tema le entra: a continuar con la carrera profesional o a ponerle
pausa, a enviar a la guardería o no, a dejar
con los abuelos o con la nana/canguro, a tener más hijos y cuándo, a decidir la
cantidad y calidad de televisión que
verán, etc. Lo peor es que “la culpabilidad” se instala a sus anchas,
acompañada de sus dos amigos: el sentimiento
de víctima y el miedo al cambio… ¡Más que nada para que no la desalojen pronto!
Así
que siguiendo con el ejemplo, razones
hay miles por las que se decide llevar a la guardería a un hijo, las hay que
parecen más o menos lógicas o ilógicas,
justificadas o no, reales o irreales; pero todas ellas forman parte de la argumentación que “justifica” la decisión
tomada por los padres. Por tanto están quienes lo deciden: porque ya toca, porque ya no saben qué hacer
con él/ella, porque quieren tiempo para sí, porque quieren seguir trabajando
profesionalmente o porque necesitan seguir, porque ellos quieren que
“socialice”, porque no hay quien lo cuide gratis, porque es hijo único, porque necesitan
“deshacerse de él/ella al menos unas horas”. No importa la razón, lo curioso es que algunos se siente culpables y
otros no.
Evidentemente
no pretendo emitir juicio alguno respecto a quien decide escolarizar antes o
después a sus hijos. Asimismo no juzgo a quien decide continuar con su trabajo
profesional fuera de casa o desde la casa, o a quien decide hacer una pausa
profesional para dedicarse sólo a trabajar para su familia. Como no lo hago
respecto a quien quiere o no más hijos,
o a quien deja o no deja ver la televisión; o bien respecto a cualquier
otra decisión respecto a la crianza de los hijos.
No
obstante, sí estoy convencida de que lo ideal es que se logre que estas
elecciones:
- Sean verdaderamente “opciones a elegir libremente”, no imposiciones de ningún tipo.
- Se hagan de manera conciente e informada.
- No se fundamenten sobre la concepción de que el niño es malo, manipulador, un estorbo o una carga insoportable porque en esta sociedad individualista faltan redes de apoyo y un conocimiento profundo del niño y de su desarrollo, así como un trato digno hacia éste.
Aunado
a esto, considero esencial erradicar ese sentimiento de culpa que acompaña a modo
de sombra muchas decisiones familiares. Es cierto que gran cantidad de
estas son complejas, sobretodo porque se quiere con locura a los hijos y se
quiere lo mejor para ellos. Sin embargo, definitivamente si no se está
tranquilo con una decisión, no pasa nada, ¡es de sabios cambiar de opinión! De
hecho, eso sería lo lógico y sano, repensarla y modificarla si se considera
necesario. Mantener una decisión que se considera incorrecta o que al menos no
da paz es insensato¸ ya que puede convertir al sentimiento de culpa en el motor de una forma de crianza destructiva
que se traduce en:
- Padres que por la culpa le dan “todo” lo que está en sus posibilidades y fuera de ellas para “compensar”. Siendo que en el fondo de las demandas, los hijos sólo claman que necesitan: tiempo, atención, ser escuchados, sentirse mirados profundamente, reconocidos y respetados como personas dignas.
- Padres que por culpa renuncian a su papel de padres para ser “amigos” de sus hijos, dejándolos “huérfanos” y sin modelos a quien admirar y seguir.
- Padres que por culpa le “otorgan permiso” a su hijo de que los “castiguen” con exigencias desmedidas, un trato irrespetuoso y hasta desprecio, porque: “es que, pobrecito/a”...
- Padres que por culpa se toman personal cualquier conducta o actitud de su hijo y reaccionan de manera inmadura.
- Padres que se ahogan en la culpa, se acomodan entre quejas y lamentos en la postura de víctimas del sistema y por miedo al cambio, no hacen nada por modificar su realidad.
Por
fortuna, también hay padres que asumen y
aceptan sus decisiones¸ más o menos acertadas y se hacen responsables de estas.
Disfrutan sus elecciones y crían a sus hijos sin culpa ni remordimiento.
Obviamente, como todos los padres comenten errores… Otros, pero también se equivocan,
porque nadie es perfecto.
En
conclusión, es importante hacer un
examen de conciencia y explorar las razones de las decisiones tomadas que dejan
sensación de culpa. Hay que ser muy honesto para poder ver la realidad y
decidir si se necesita hacer algún
cambio para dejar el sentimiento de víctima atrás y tomar las riendas de la
vida.
Propongo
hacer un primer ejercicio concreto respecto a alguna decisión considerada difícil
que causa conflicto:
En fin, nadie
dijo que ser madre/padre fuera tarea sencilla, ni que al serlo adquirieras el
don de la infalibilidad. Bueno sí, eso es lo que tú creías de tus padres… De hecho,
lo que probablemente creen tus hijos de ti. Sin embargo, ahora que ya estás crecidita/o, sabes que la maternidad/paternidad es
todo un reto y que a veces la riegas, más de lo que quisieras. Así que si te sientes culpable de algo, deja de
buscarle tres pies al gato, olvídate de quejarte y de martirizarte. No te ahogues en un vaso
de agua, cambia lo que sea necesario, corrige el rumbo y vive como quieres
vivir.
Además,
aquí entre nos, por si te sirve de consuelo:
¡recuerda que para tus hijos eres su
ídolo, su súper héroe! Obvio no abuses de esto, pero deja de hacerte la
víctima y de sentirte culpable por todo, porque sí y porque no… Porque entonces
sí que irás recolectando material para en
un futuro vivir con remordimientos y te arrepentirás de no haber tomado otras
decisiones y de no haber disfrutado a tus hijos en su momento.
Prioriza lo que verdaderamente quieres y lo que es impostergable.
Planifica y actúa.
¡Vive tu vida y no dejes que te viva!
Este artículo está muy bueno y complementa
ResponderEliminarhttp://attachmentparenting.org/blog/2015/05/19/the-mothers-guilt-cyst/