martes, 8 de marzo de 2016

¿Cómo le hago para que recoja y ordene?





Hace poco me preguntaban que:

¿cómo le podríamos hacer para que mi hijo no dejara su suéter en el suelo… 
(Y yo pensé: y la toalla, la ropa, los juguetes, los colores, etc…).

 ...Que tal vez necesitaba trabajar más con él, el orden…   

...Que ¿cómo le hago en casa?...

Dentro de mí pensé: 
  1. En primera, doy por hecho que el ejemplo es lo esencial, así que hago lo mejor que puedo...
  2. En casa cada cosa tiene su lugar. Y como las cosas no suelen cambiarse de sitio por sí mismas, pueden buscarlas, encontrarlas y guardarlas "donde van",  ordenadas y clasificadas en: estanterías, cajas, cajones, baúles, bodegas o armarios.
  3. Tenemos rutinas establecidas para cada día, pero que son flexibles según las circunstancias. A menos que recibamos una invitación, suceda algo especial o decidamos hacer una "travesura" o declaremos que "es un día especial", saben a qué atenerse, qué esperar y qué no.
  4. Cantamos la canción de “a recoger” o "pick up" para ir recuperando el orden antes de que se bañen o bajen a cenar. Sin embargo, si están muy cansados ellos o yo, o si opté por dejarlos jugar más (porque estaban jugando padrísimo), pues recojo yo rápido, mientras se bañan o ven alguna caricatura.
  5. Desde chiquitos, intento que apliquen (sin mucho éxito) lo de: “saco uno, guardo uno”, “si voy a jugar otra cosa, guardo lo anterior”… Cuestión que a veces, ni los adultos aplicamos, pero bueno...
  6. Sin sermones, les explico la importancia del orden, relacionándolo directamente con el respeto a uno mismo y a los otros, a la higiene, a la “cordura”, a la optimización y al aprovechamiento del tiempo. 
  7.  Doy ejemplos exagerados o hago comparaciones burdas: “me siento en un bote de basura”, “¿dónde estás? ¡No te veo!... ¡Ya te perdí entre tanto tiradero!”, el “baño sin jalar va a acabar como el baño público asqueroso del otro día que casi te hace vomitar”…
  8.  A veces, cuando vuelve la calma tras algún "infortunio sufrido" (un pie descalzo lastimado por pisar un lego tirado, un juguete que se rompe al pisarlo porque estaba tirado, un drama por un juguete desaparecido...),   aprovecho para recordar las ventajas de mantener las cosas en su lugar. 
  9.  No adjetivar al niño es esencial. Por eso en lugar de decir, "eres un desordenado",  me limito a describir el hecho (aunque sea por “n” mileava vez), p.e.: “el suéter está en el suelo y se va a ensuciar”. Si no hay reacción, porque está muy distraído con algo más, para no repetir en balde ni gritar, lo recojo y se lo doy en la mano, diciéndole: "estaba en el suelo y se ensucia" o “éste no es su lugar, (silencio), por fa”... Ahora bien, para ser franca, a veces en ciertas circunstancias, yo lo recojo y lo guardo, y tan tan…

Tras haberles contado lo anterior, más de uno estará pensando que no he entendido eso que se promulga a todo pulmón: "los padres deben de ser firmes y nunca ceder porque los niños son más listos que el hambre y te agarran la medida"... Y efectivamente, tomado así literal, no lo entiendo. Lo encuentro irreal, irracional e inhumano. En primera, porque creo que los niños son buenos, no creo eso de que te agarran la medida y no creo que haya ser perfecto sobre la tierra. Hay un punto intermedio entre el permisivismo y el autoritarismo

Se puede ser firme y consistente
sin ser autoritario, sin humillar, sin perder la conexión
e incluso, siendo flexible y a veces “cediendo”.

Es fundamental tener visión amplia, que considere las circunstancias y tenga la mirada puesta a futuro. La flexibilidad, la justicia, la diversión, la comprensión, entre otros, son valores igualmente importantes a tomar en cuenta. 

En fin, que ¿cómo le hago?...

Como pueden ver, 
oscilo entre el orden y el desorden 
buscando el equilibrio de mil formas 
y tomando en cuenta un sinnúmero de circunstancias. 

Afortunadamente, los niños que son pequeños grandes maestros, me han enseñado que:

a mayor número de hijos, 
mayor es la posibilidad de experimentar caos, 
menor el tiempo de ociosidad 
y mayor la necesidad de ESCOGER LAS BATALLAS 
y de tener claros los OBJETIVOS FORMATIVOS A LARGO PLAZO.

En consecuencia, uno de mis objetivos específicos a largo plazo es que mis hijos sean VIRTUOSOS, esto es, que actúen por CONVICCIÓN, no por borreguez ni por pánico al castigo o al qué dirán... 

Así que, lo ideal es que INTROYECTEN LOS VALORES, que los elijan y los hagan suyos...  Entre ellos, el orden, pero hay muuuuuchos más, igualmente importantes y necesarios para sus vidas. Por lo tanto, intento evitar la imposición, el chantaje, la coacción o el miedo; armas muy usadas para controlar y lograr objetivos a corto plazo, pero que alejan de la meta final…

Por otro lado, quiero que mis hijos sean felices, lo más felices que puedan ser, esto incluye que sean capaces de forjar día a día la mejor versión de sí mismos, caminando por la verdad, optando por el mayor bien posible y buscando mantener el equilibrio. Tal vez por eso, a veces pareciera que “paso” o que no soy lo “suficientemente estricta”, pero es que mis hijos me han enseñado a poner en la balanza:

Lo urgente y lo importante.


 Lo imprescindible y lo prescindible.

Lo necesario y lo deseable.

Mis necesidades y expectativas y las suyas.

Además, el verlos crecer tan deprisa, me hace ser conciente de que ahora, sólo ahora, por unos pocos años, son niños.  

Hay que aceptarlos, verlos y tratarlos como niños que son.

¿Cuál es la prisa por que sean adultos?

Deben disfrutar su infancia al máximo y jugar muuuuucho. A final de cuentas, muchas cosas que ahora "no hacen" o "no pueden hacer", las acabarán haciendo con el paso de los años. Sólo es cuestión de tiempo, de desarrollo, de madurez, de paciencia…  

No por más gritos o más castigos, más ordenados por convicción serán.


Evidentemente, me impacta el mega orden que logran las escuelas Montessori, en las cuales: cada niño escoge su material,  abre su silla, trabaja en silencio, recoge y limpia. Me parece excelente y muy formativo que una parte del día sea así: todo orden. Sin embargo, he aprendido a disfrutar y a considerar necesario, para otras partes del día, el juego desestructurado y el caos que los niños en un minuto son capaces "de producir" y "de no concebir" como caos. 

Me encanta ver a mis hijos absorbidos en su imaginación, jugando espontáneamente, "sin orden adulto". Sorprende escuchar sus conversaciones "ilógicas" y su capacidad para cambiar actividades. Me fascina observar cómo pueden bajar o subir por lo escalera toneladas de juguetes y cosas, mientras están inmersos en "su novela"; y cómo, al terminar de jugar a "la boda", "el viaje a Topo Vallarta" o "la curada del paciente", se declaran incapaces y agotados para mover un dedo. O bien, con buena intención empiezan a recoger, pero al cabo de 2 pasos, se sumergen nuevamente en otra historia. En el mejor de los casos, convirtiendo "la recogida" en parte del juego, aunque más frecuentemente, olvidando su cometido...
En lo personal, me tranquiliza saber que alguna vez hasta a ellos les ha incomodado el caos que crearon y lo recogieron por motu propio (cuestión que para ser sincera, sucede con poca frecuencia).  

No obstante, estoy convencida que a veces, 
es más "formativo" y enriquecedor, 
dejarlos jugar 20 minutos más, 
a que los pasen recogiendo... 

Aquí es donde considero difícil evitar mal entendidos. Sobre todo porque no puedo pasarles un recetario de cuándo sí y cuándo, ya que lo que funciona un día, mañana es inútil y lo que funciona en una casa o con un hijo no sirve en otra ni con el otro… No me mal entiendan, o más bien, espero no haberme “mal explicado”, pero la verdad es que no estoy extra agobiada:
  • Por la perfección absoluta a estas alturas del partido
  • Ni por tener que “describir el desorden" un millón de veces
  • O por tener que recoger el 90% de lo que tiran cada día...
Lo que es un hecho es que nuestros niños siempre nos sorprenden, unas por llegar al millón de veces que “no lo hacen” y otras porque “hacen lo inesperado”...   Como ayer, que tras bañarse me pidieron ver Netflix en la tablet antes de cenar, en lugar de después. Les dije que sí, que se las daba en cuanto  yo acabara de guardar la ropa recién doblada que estaba en el sillón (lugar donde pretendían sentarse). Obviamente insistían impacientemente que: “mejor, yaaaaaaaaaaaaaaaaa, ahorititititititita”... 

Y me salió decirles: "¿no quieren esperar, se les está haciendo difícil? Seguro si me ayudan puedo acabar más rápido y la pueden ver antes"… Para mi sorpresa, dijeron: “sí mami, te ayudamos y entre todos acabamos más rápido”... ¡Lo mejor es que lo hicieron! ¡Fue sorprendente! Alguna vez había lanzado la misma propuesta y la respuesta había sido: “no, gracias” o “no, mejor dánoslo y luego tú terminas”…

En conclusión les digo lo mismo que me limité a contestar ese día que me sugerían que debería trabajar más el orden en casa…

Es cierto, hay que seguir formándolos, en el orden y muchas cosas más,

en especial con el ejemplo y manteniendo la conexión con ellos. 

Sin embargo, creo firmemente que a veces hay que darle tiempo al tiempo 
y siempre creer en ellos, creer que son buenos… 

...Simplemente son niños… 

Obvio espero que algo de lo que hacemos en casa y algo de lo que les inculcamos ayude,
a que eventualmente, decidan  vivir los valores por convicción.

Confío que lo harán a su tiempo,

eso sí, según sus propios estándares y concepciones de orden o de tolerancia al desorden…  



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