... Mmmmmmm..... Inicio inmediatamente el diálogo conmigo misma: ¡piensa, piensa, piensa!... Cierto, al morir, no moriremos, sino que resucitaremos para vivir eternamente... Pero.... ¿Qué se contesta en estos casos?... El punto es que ella lo afirma en plan literal:
- Mamá, ¿sabes qué? No nos vamos a morir. (Hija de casi 4a)
- ¿Cómo?!?!
- Es que ya le pedí a Dios...
- Ojalá y así sea para que podamos seguir disfrutando de esta vida hasta que seamos viejitos y ya ahí nos muramos, ¿no? Porque vivir es increíble, ¿verdad?
- Sí, pero ¡no nos vamos a morir porque ya se lo pedí a Dios!... (¡Vaya fe!... Ojalá y yo tuviera su fe!)
- ¿Ni cuando seamos muy muy muy viejitos?...
- Sí, ahí sí....Pero, ¿verdad que tú ya te quedas así siempre y no creces?
- Cierto, ya no me hago más alta, pero cada día todos crecemos un poquito y nos hacemos más grandes, hasta ser viejitos...
- Sí, y yo también, pero falta muuuuucho para que nos hagamos viejitos....
...En fin, la muerte no es un tema fácil, pero estoy convencida que al ser una certeza de nuestras vidas, no debemos ocultarla ni negarla. Es una realidad que llega queriendo o sin quererla... Y cuando llegue ese momento, no nos llevaremos nada, ni pertenencias, ni títulos, ni medallas, nada de nada.... ¡Sólo importará cuánto amamos!
De hecho, entre más años pasan, parece que se facilita priorizar lo más valioso, hacer lo que se debe y atesorar lo que no tiene precio: entre otros, momentos como estas conversaciones, los abrazos, los besos, los logros, las travesuras y las ocurrencias de nuestros hijos.
No obstante, a pesar de la gran fe de mi hija y del poder de su oración, sabemos que sí nos vamos a morir y que no sabemos ni el día ni la hora. Por lo tanto,
hay que estar preparados,
aceptar esta realidad, vivir al máximo,
caminando por la verdad y optando por el mayor bien posible,
para sacar la mejor versión de nosotros mismos
y poder formar a nuestros niños con el ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario