domingo, 18 de octubre de 2015

¡Ya no tengo un bebé!... ¡Pronto llegará el ratón!





En realidad hace tiempo que ya no tengo un bebé, pero es que entré en shock el día que me dijo que ya se le había aflojado su primer diente…. 

Él salió más que feliz del colegio, ¡no cabía de la emoción! De hecho, mi plan de celular no le alcanzaba para avisarle a medio mundo que ya se le había aflojado su primer diente. No paraba de contarnos lo que haría con el dinero que le trajera el ratón.  Sin embargo, aquí entre nos, les confieso que en lugar de verdaderamente alegrarme, fingí hacerlo y entré en negación absoulta… La primer etapa del duelo…jajajaja 

La verdad, entre mis monerías no está el ser dentista ni el tener conocimientos odontológicos. Razón por la cual, siempre que me preguntaba ilusionado que cuándo se le caerían, yo le decía que se lo tomara con calma porque le faltaban siglos, que como hasta los 7 u 8 años… Por eso, cuando resultó que sería bastante antes de los 6 años, mi cuadradencia y mi inconciente me jugaron una mala pasada. 

Cometí el error de arruinar esa felicidad inconmensurable de mi hijo con razonamientos, y cuestionamientos bastante estúpidos: Si de verdad se te aflojó solito es porque el diente nuevo está abajo empujando, si no, estarás un buen tiempo chimuelo… ¿Estás seguro que no te caíste? ¿Te golpeaste con algo? ¿Alguien te pegó sin querer? ¿Te lo estuviste jalando hasta que se te aflojó?...

Obvio inmediatamente consulté con San Google si era posible y normal este asunto, y sí, pero yo no le aclaré nada... Así que tras mis súper “atinados comentarios”, pasó la tarde y llegó la noche... Sin embargo, antes de acostarse, esos ojitos antes brillantes e ilusionados, se apagaron y empezaron a verse inquietos y pensativos. 

Tras un largo silencio, mi niño comenzó inconcientemente a “tratar de tranquilizarme” diciéndome lo que “yo hubiera querido oír” para que no fuera cierto el hecho de que mi niño estaba creciendo… Así que me dijo: “mamá, sabes qué, tal vez sí me caí y no me acuerdo.  Creo que me caí del pasamanos y aunque no me pegué en la boca, a lo mejor de la caída se me aflojó el diente. O será que a veces no me lavo bien los dientes…. O creo que sí me pasó algo y no me acuerdo… O sí me acuerdo, sí sí…
 
En ese momento al escucharlo preocupado, dudando, inventando, desconfiando de sí mismo, me sentí fatal. Básicamente, la peor mamá del mundo… Entonces, mi mente tocó el suelo, bajé de la nube y volví a ubicarme en la realidad:

A mi hijo no le pasó nada, ni hizo nada para que se le cayera el diente.
Mi hijo simplemente está creciendo y ya le toca que se le caiga el diente.

Antes de que él siguiera dándole vueltas al asunto, le pedí que parara, que no siguiera… Me urgía arreglar cuanto antes el desmother que yo había armado, no tanto porque se le cayera hoy o pasado mañana, sino porque en el fondo a veces uno quisiera detener el tiempo...  

Necesitaba hacerle ver que me había equivocado, que yo había reaccionado mal, que lo que le pasaba era normal y que de veras era un momento feliz y para festejar, no sólo para él, sino también para mí y para la familia. 

Así que con un siento haberte hecho dudar, con unos gritos de emoción, con mil abrazos y besos y con la canción de Cantajuegos del Ratón Pérez, mas otras cuantas llamadas de anuncio, le aseguré que todo estaba perfecto. El diente nuevo de  ”grande” estaba empujando al de leche. Él desde el principio había tenido razón e iba a empezar a venir el ratón porque ya era un  niño grandísimo, ¡enoooorme!... Y sobretodo le dejé clarísimo que yo también estaba muy emocionada…  

A final de cuentas, como los niños son tan buenos, no pasó a mayores mi imprudencia y todo se arregló. Cabe señalar que aún no se cae el bendito diente y ahora creo que yo soy la más ansiosa. ¡Se me está haciendo eterno el tiempo! Aunque supongo que es un periodo de tregua que me da la vida para que me acabe de caer el veinte poco a poco…
  
Y es que así es la vida, definitivamente el tiempo pasa volando
¡Nuestros niños crecen muy rápido!
Cual típica abuela, puedo gritar: ¡parece que fue ayer cuando lo cargué por primera vez!

Por eso, no me canso de decirlo:
hay que aprovechar cada segundo que se nos regala junto a ellos.

Y ¿saben qué?
En realidad, no es del todo cierto que quiera que el tiempo se detenga,
porque es apasionante acompañarlos en sus “primeras veces”,
observar sus ojos llenos de orgullo, escuchar sus risas y luego el recuento de sus logros.

Verdaderamente es un privilegio verlos crecer, madurar 
y desarrollar su potencial, sus ilusiones y sus sueños.

En fin, por más difícil que a veces sea esto de ser madre, 
no me imagino mi vida sin ellos…

¡Es una bendición caminar en la vida con ellos!



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