Hay
partos que te marcan y ese fue el caso del último, al que me invitó una gran
partera a quien admiro y tengo el privilegio de conocer… Donde el parto fue una reunión familiar para celebrar la vida y recibir a su nuevo integrante...
Acostumbrada a partos en hospitales con protocolos estrictos y montones de procedimientos rutinarios innecesarios, pude experimentar la calidez, la intimidad, el profundo silencio y respeto por el milagro de la vida y por la persona (mamá y bebé) que puede brindar un parto en casa... La consecuencia de esto fue sorprendente, puedes presenciar un espectáculo sublime: la mujer “bailando y cantando" al ritmo de las olas intensas y frecuentes, su última canción con su hijo dentro de su vientre…
La entrega, la paciencia, la
delicadeza y la sencillez de una partera de linaje, profesional, actualizada,
arrodillada, simplemente acompañando y esperando “el momento”. Siempre alerta pero sin querer
robar protagonismo a la mujer ni al bebé, ni colgarse medalla alguna. Esto verdaderamente
impacta y rompe paradigmas… Debo
confesar que desafortunadamente, al estar acostumbrada a hospitales, por
momentos en el expulsivo dudaba si era normal tanta espera "sin
intervenciones"...
Por otra
parte, el esposo resultó ser un personaje singular, ya que es médico por
profesión e inevitablemente se notaba que a pesar de ser padre primerizo, no
era la primera vez que estaba en un parto. Escuchar sus palabras de ánimo resultaba
muy curioso y hasta simpático, ya que incluían tecnicismos y descripciones nada
comunes entre las parejas. Sin embargo, lo más sorprendente es que siendo médico, dejó fluir el proceso, confiaba en su
mujer, en su cuerpo y en su bebé... Hizo
lo que los médicos deberían hacer: confiar, respetar y esperar…. Esperar con responsabilidad, sin intervenir innecesariamente… ¡Y bueno!... Como esposo cumplió de manera sobresaliente, hizo lo más importante:
apoyarla, estar-estar con ella y amarla incondicionalmente...
En fin, y
qué decir de los protagonistas de la historia mamá y bebé... Ella una mujer fuerte, preparada, empoderada y totalmente entregada a su trabajo de
parto, que abrazó finalmente a su hijo precioso y sano, justo después de decirle que lo quería y que afuera estaba todo bien.
Así, se fundieron en un largo abrazo piel a piel, aún unidos
por el cordón umbilical hasta que éste dejó de latir. Para entonces, sin pausa
pero sin prisa, poder cumplir “su sueño” de amamantarlo…
¡Felicidades a los nuevos papás!
Gracias por permitirme ser parte de su historia y por compartir tan hermosas fotos…
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