Es cierto que las mujeres estamos hechas para parir, pero por diversas
circunstancias hay embarazos y partos que resultan ser todo un reto. Lo
increíble es que hay mujeres que verdaderamente te sorprenden con su fortaleza
para luchar por lo que quieren, en este caso, un parto vaginal después de una cesárea
innecesaria y traumática que había dejado muchas heridas. Ella no sólo tenía
buenas intenciones, sino que se formó y se recontraformó para prepararse junto
con su marido para recibir a su bebé como ella quería y “sacó las garras” ser
respetada.
La primera batalla
que libró fue que tuvo que lidiar medio embarazo con la hiperémesis gravídica.
En esos casos, poco o nada consuela que te parezcas a la Princesa Kate
Middleton que cada embarazo pasa por lo mismo. Por si fuera poco, mientras
sorteaba como podía las náuseas y la espectacular bajada de peso, decidió
cambiarse de doctor porque éste ni siquiera le daba la oportunidad de poder
intentar un parto vaginal después de cesárea (PVDC). Cuando todo parecía ir
tomando su curso, su instinto le gritaba que no había encontrado el equipo que
quería que la acompañara. Por lo que decidió, cambiarse nuevamente de doctor
alrededor de las 35 semanas de embarazo.
Y entonces ya,
pasadas unas semanas con el equipo que ella eligió, empezaron de manera natural
los pródromos. En un par de ocasiones, las contracciones parecían señalar que
el día del parto había llegado. No obstante, tras muchas horas de trabajo, éstas
desaparecían sin haber dilatado nada, a pesar de ser de buena intensidad y
frecuencia. Se tuvo que analizar la
situación y finalmente, tras un diagnóstico médico fundado y siguiendo su
instinto, decidió que era momento de abandonar su Plan A para incursionarse en
el Plan B: una inducción sin epidural, hasta donde fuera posible. No era su
sueño ideal, pero era lo necesario.
Llegó el día de
la inducción y las batallas no terminaban, el trabajo de parto no progresaba
como era de esperarse, aunque ella estaba perfectamente conectada con su bebé y
con su cuerpo y alma en otra dimensión que le permitía seguir adelante. Ella fue la actriz principal junto con su bebé
y el apoyo incondicional de su marido. No
se puede dejar de mencionar a su ginecólogo, un verdadero profesional con
calidez humana, quien hizo lo necesario para que ella pudiera lograr su sueño.
Donde una gran mayoría de médicos hubiera hecho una cesárea, él esperó y actuó
haciendo lo que tenía que hacer en cada momento para evitarla.
Las últimas dos
horas antes de poder besar a su bebé fueron complejas. Toda mi admiración para
ella, una verdadera guerrera convencida de lo que quería para ella, para su
bebé y para su familia. No fue el parto idílico sin intervenciones que
esperaba. Fue un parto intenso, reparador, inundado de hormonas de todo tipo
que le han permitido establecer un fuerte vínculo con el bebé, dejando a la
pareja más sólida y preparada para lo que les regale la vida.
Gracias por
permitirme acompañarlos a presenciar el milagro de la vida y la fuerza de la
naturaleza y del amor…
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