Agradezco a mi amiga por compartir su experiencia de su parto, seguro puede ser de ayuda a otras mujeres que quieran leer historias que empoderen:
Al
escribir esta historia me he llenado de
muchas emociones, al recordar cada
instante de esta nueva experiencia, y es que me considero muy afortunada ya que
la vida me ha regalado la oportunidad de ser madre por segunda vez y en una
forma muy diferente.
El
punto principal de partida comienza, desde el día que el ginecólogo me mencionó
que era candidata para intentar un parto, si así lo decidía, ya que en ese
momento no existía riesgo para realizarlo. En ese momento tuve sentimientos
encontrados, debido a una cesárea por indicación médica en mi primera
experiencia y por mi mente ni siquiera rondaba la palabra parto. Estaba segura de
que sería una cesárea obligatoria. La cual traía recuerdos no muy gratos debido
a las sensaciones que viví, desde la separación de mi hija en uno de los
momentos más valiosos, la alteración terrible de mi sistema nervioso, hasta
escuchar al cirujano hablar del fútbol y de sus decisiones para el desayuno, en
plena cesárea cuando era uno de los momentos más especiales de mi vida, aunado
a esto la dolorosa recuperación entre otros.
Por tanto, si pudiera evitarlo preferiría no volver a vivirlas.
Sorpresa,
temor, alegría, esperanza, me invadieron repentinamente y aunque sabía que el
dolor es parte de traer vida a este mundo había escuchado y leído relatos bastante alentadores acerca
del parto. Sin embargo, llegaron un mar
de dudas, me sentía como madre primeriza. Me comencé a preguntar: ¿Y decido
parto, realmente podré hacerlo? ¿Mi bebé
estará bien? ¿Mi cuerpo está listo? ¿será capaz? ¿Qué se sentirá? ya que en la
primera experiencia no supe que era una contracción. ¿Podré soportar el dolor? ¿Y si falló? ¿Y si
no tengo la fortaleza de las mujeres fuertes? ¿Cuál será mi grado de tolerancia
al dolor? ¿Qué será lo mejor? , todas estas dudas se apoderaron de mi.
Sin
embargo mi lado racional me llevó a informarme y a tomar convicción para elegir
informadamente. Y es que si es bien
sabido que el parto es lo más ideal por su naturaleza, no hay que pasar por
alto que los avances médicos son bastante confiables y atractivos cuando la
vida humana está de por medio, el dolor
y la rapidez están rondando.
Después
de este análisis tuve los siguientes argumentos
convincentes para determinar que pese
a todo trataría de tener un parto:
●
Mi bebé me indicaría cuando estuviera totalmente listo para nacer. De otro modo pensé que
sería como un capullo abierto forzadamente. Y no en sus tiempos y en sus
procesos naturales para abrirse con todo
esplendor.
●
El parto me ayudaría
a no separarme de el en los momentos más valiosos, evitando estrés al
bebé, favoreciendo el apego, tranquilidad y la lactancia.
●
Menor tiempo de
recuperación el cual era
necesario dado que ya tenía una hija quién me necesitaba, un marido que también demandaría y al nuevo
integrante.
●
Menos dolor, ya que podía haber
preparación para controlarlo sin medicalización y los más intensos son durante
unas horas.
●
Participación activa del padre
fortaleciendo el vínculo.
●
Y por si fuera poco honorarios más
asequibles.
No
pasando por alto que si hubiera alguna complicación tendríamos que hacer una
excepción.
Enseguida
una ráfaga de esperanza me invadió y el temor se volvió entusiasmo la razón,
¡Al fin podría ser madre de verdad! pensé para mí misma, aunque no consideraba
esto como una completa realidad, había secuelas emocionales que en algún momento tocaron la fibra
sensible y pusieron en cuestión mi
capacidad de parir y de ser una buena madre.
Dichosamente
la vida me regaló y puso a mi alrededor a una persona a la que le puse el
apellido de amiga y casi hermana, quien me alentó y me empoderó fervientemente,
me compartió su formación de doula para hacer de esta experiencia más positiva
y empoderada.
Después
de esta decisión mi marido tuvo una participación vital, y es que
al escucharlo comentar con tanta seguridad sobre el poder de dar vida de las
mujeres terminé de empoderarme ya que mi compañero de vida creía en mí.
Nunca olvidaré el día en que me expresó: ¡Claro que podrás, estas
diseñada para hacerlo! ¡Eres una mujer fuerte! Esas palabras alimentaron mi
valor para parir.
Y
es así como cada decisión que restaba para terminar
el proceso de embarazo iba respaldada. Incluyendo el estar
atendido por un doctor que nos diera la plena seguridad que haría todo lo posible para apoyarnos en la
decisión y que no nos cambiaría
el plan innecesariamente. Sintiéndonos en paz con la elección proseguimos.
Pero
como nunca faltan los comentarios de terceros y
comenzaron a llegar afirmaciones como éstas: “Yo he escuchado que eso no
se puede por el bien de los dos, deberías preguntar bien al doctor tal vez no
te ha revisado bien, eso es imposible
tienes una cirugía, tu esposa se puede morir, ¡hagan cesárea y no se
compliquen!, ¿parto? ¡pero todas tienen cesárea es lo más seguro!”. Aunque tuvimos presión sobre todo familiar sabíamos que habíamos tomado una
decisión informada y por lo tanto decidimos que esta vez el parto sería nuestro.
Para evitar malos ratos o más
cuestionamientos acordamos que
avisaríamos a los cercanos hasta que el bebé naciera. De tal forma que el proceso lo viviríamos en equipo y sin
presiones. Mientras pusimos manos a la obra siguiendo las indicaciones y
recomendaciones para estar completamente listos para cuando llegara la hora.
¡Y bien llegó la semana 39! Y comencé a sentir
ligeros dolores en la cadera, a la
mañana siguiente el doctor me hizo un monitoreo e indicó que habían empezado los pródromos,
esta noticia nos trajo alegría ya que sabíamos que el momento cada vez
estaba más cercano. Pasaron 7 días y las contracciones de trabajo de parto
comenzaron muy esporádicas, en esta ocasión
cuando el doctor revisó informó que
tenía el cuello borrado, lo cual
indicaba que todo iba bien.
De
allí me citó tres días después y me
menciono que si tenía algunos síntomas como sangrado, rompimiento de la fuente,
o contracciones más frecuentes le avisará de inmediato. Pero estos no se
presentaron por lo que cuando acudí a la
siguiente revisión nos enteramos que tenía un centímetro de dilatación. Regresé
a casa y por la noche las contracciones comenzaron más frecuentes pero aún distantes, a la siguiente
mañana el tapón mucoso se hizo presente, el día transcurrió con leves contracciones y por la noche a partir de las doce estas se mostraron ya fuertes, y con ritmo. Así que
comencé a registrar los tiempos
para estar pendiente con la intensidad y
duración. Y gracias a la formación nos habíamos preparado para pasar gran parte
del proceso en casa, del tal forma que pudiera realizar más movimiento, tener
comodidad y un ambiente relajado, de
modo que cuando las contracciones
ya estuvieran cada cinco minutos
correríamos al hospital.
Pero
llegó el amanecer y a las seis de la mañana estas se pararon. Pasó todo el
día y éstas se volvieron muy esporádicas y así
mi cuerpo tuvo este comportamiento por tres
días, esto comenzó a inquietarme mucho sin embargo el doctor estuvo
pendiente que todo estuviera bien con el bebé y conmigo.
Por lo que nos animó a ser pacientes y a seguir con las indicaciones de ejercicios
y alimentación entre otros.
Estando
en la semana 40+5 la presión aumentaba
y mi cuerpo parecía no responder, por lo
que la incertidumbre aumentó y esta fue la prueba de fuego ya que en ese
momento si la desesperación hubiera ganado pudimos haber tomado alguna decisión
equivocada. El doctor ese día me volvió a revisar y mencionó que si este
comportamiento continuaba por dos días, tendríamos que ver algunas opciones
como inducción al parto y que haría todo
lo posible para darnos el parto pero que si había alguna complicación
estuviéramos conscientes Esa noche antes que comenzaran fuertemente las contracciones, decidí encomendarme y
nuevamente hablé con el doctor le comenté mi preocupación por la inducción, con
toda paciencia contestó mis preguntas y al escuchar sus argumentos sobre el
bienestar del bebé y casi de semana 41 supe que era lo mejor.
Por
lo tanto acordamos que al siguiente día se haría la inducción al parto, me
sentí en paz, e inmediatamente mi amiga, quien estuvo en todo el proceso muy
pendiente me llamó para darme su apoyo y
me preguntó si me gustaría que me acompañara, me sentí tan completa al saber que contaría con su ayuda en esos
momentos y seguramente todo fluiría
mejor.
A la
mañana siguiente llegamos al hospital,
con el mejor ánimo sabiendo que ese día conoceríamos a nuestro bebé, pero aún
faltaba la parte más complicada y a la que se le teme de un parto, pero no me
sentía sola, mi marido, mi amiga
incondicional y el doctor quienes estaban en pro del parto estaban allí para uno de los momentos más
especiales de mi vida.
Todo
comenzó con la administración de oxitocina,
entre risas, anécdotas, chistes, y positivismo transcurrió en un
ambiente preparado gracias a mi amiga doula, y a mi marido quién estuvo muy
comprometido. Con medidas de confort,
posiciones, masajes, respiración, aromas y relajación así llegué al centímetro
ocho de dilatación. Sin embargo, debido
aún tratamiento anterior en el cual me habían practicado con ácido
tricloroacético la dilatación no avanzaba, y fue necesaria una maniobra manual
por parte del ginecólogo.
Esto
ayudaría a aumentar las posibilidades de tener un parto, ya que por un momento
pensamos que lo perdíamos pero continuamos con el plan. Estando conciente que
si existiera una complicación que pusiera en riesgo la vida del bebé y la mía
habría que tomar la cesárea como plan B. Por lo tanto, el bebé y yo en todo
momento estuvimos monitoreados.
El
dolor después de esta maniobra se volvió para mí intolerable, por lo cual ahora
sí pedí la epidural, en ese momento no quería
rendirme, necesitaba seguir trabajando con mi bebé y ya estábamos en la
recta final, pero era necesario para el último jalón. Quería que lo lográramos
ambos.
Me
subieron al quirófano y al ver muchas personas dentro, me aterró en pensar que
tal vez todo el sueño de tener un parto se había esfumado porque en ese momento
dudaba de mis propias fuerzas, lo mejor de todo fue que después de la
aplicación me encontraba mejor para seguir.
Todos en la sala me animaban para la expulsión y el pujo me decían: ¡venga en la siguiente
contracción sale! ¡Pero no salía!
En
algún momento dudé, y pensé y ¿si no me dicen la verdad? Realmente estaba
confundida en sí lo hacía bien o no.
Pero con todas esas personas solo
en mi amiga doula y mi marido pude confiar, cada vez que ella me decía
mírame a los ojos sentía apoyo. De
pronto mi marido gritó: “Ya veo la cabeza, solo un poco más tú puedes” Y todavía vinieron más
contracciones y más pujos, el último me hizo hacerlo con todas mis fuerzas que
en ese momento me quedaban pocas y de inmediato sentí como atravesaba mi bebé el canal de la vida, ¡no lo podía
creer! fueron solo unos segundos, ¡al fin había parido!
Me
sentí como en un sueño en cuanto me dieron al bebé y lo pegaron a mi pecho. Se
me escurrieron las lágrimas y me preguntaba: ¿Cómo pude? ¿Cómo? Estaba tan
feliz, tranquila, con una sensación de inmenso agradecimiento porque al fin
sabía lo que era parir y lo mejor mi bebé estaba sano. Mi marido estaba tan
contento que comenzó a cantarle tal y como lo hacía cuando estaba embarazada.
Ese momento fue memorable y marcó nuestras vidas con una grata experiencia. No
me libré de unos puntos, pero eso ya no importaba, el parto se había logrado.
Ese
día me sentí muy amada ya que mi marido estuvo conmigo en todo momento, no se
dejó influenciar pese a las presiones y se había portado con tanta dedicación
para recibir a su hijo, totalmente entregado a su papel. Este parto fue
completamente de nosotros, con un auténtico equipo de trabajo.
Esa
noche al regresar a la habitación parecía que había pasado una batalla. Sin
embargo, sabía que no era un sueño, que era algo real y así se comenzaba una
historia de amor más.
Al
día siguiente después de tomar la primera ducha completamente sola, le dije a
mi marido: ¡Valió la pena! Y es que había recuperado mi dignidad como persona,
como mujer y madre. Pero lo más importante es que mi bebé había sido respetado,
esperado y muy bienvenido. Martín, Luz Ma y Pablo gracias por haberme hecho
fuerte para defender mi parto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario