Soy fan de mis hijos ¡y es que te los comes!... No hay cómo escucharlos y verlos para poder
definir la inocencia pura y la felicidad que da hacer de lo ordinario algo
extraordinario y ser capaz de asombrarse con todo y de todo.
Qué tal, tras un estrepitoso petarrón y un
"malintencionado" comentario por mi parte: "¡Válgame Dios! ¿La silla tronó?
¡Cuidado se está rompiendo!", viene lo mejor, su respuesta con mano levantada incluida: "jajaja,
no mamá, yo me tiré un pun". Alguna vez mientras me ahogaba de risa, me he
detenido a pensar en qué momento deja uno de responder con desparpajo:
"¡fui yo!" Y no es porque esté en contra de la norma sociocultural de
no andar liberando aires ligeros sin ton ni son frente a los demás, sino porque
de pronto lo extrapolas y te cuestionas en
qué momento dejamos de ser transparentes y de divertirnos con lo sencillo.
En verdad, quisiera poder tatuarme el alma esas pequeñas
caritas, intervenciones y peticiones cuando:
•
Te
explican con seriedad lo rápido que se mueve la luna cuando la perseguimos con
el coche para que no la alcancemos.
•
Te
informan que hueles a fuchi, pero igual te siguen abrazando.
•
Te
corrigen con la boca llena cuando estás diciendo algo con la boca llena.
•
Por
qué la sirenita en el palacio seguro seguía usando conchas en lugar de brassier.
•
Debes
contar unas 100,000 veces el cuento de la Bella sin la Bestia o el de Dora sin
el zorro.
•
Hay explicar cosas tan sencillas como por dónde
sacan tinta los pulpos, cómo se pesca camarón, por dónde sacan la tela araña
las arañas, cómo se hacen las perlas, por qué nos morimos, por qué hay pobres, por qué mataron a Jesús.
•
Te
dicen que "necesitan" ir a Disney o te regalan miles de recortes,
entre ellos “tu foto”, una mamá con un corazón en su delantal o un anillo y su
dije de diamantes y con rosa porque es tu color favorito y para rematar un recorte como "v"
invertida que te explica que es ella levantando un pie, para que la guardes y no la extrañes cuando se vaya a vivir a otro
país.
•
Dices
que ya te vas y se pone a llorar porque no quiere que se quede su
"hermanito" que aún no está listo, o cuando los ves jugando (antes de
guamearse), ayudándose o cuidándose.
•
Riéndose
te cuenta que se cayó al escusado, pero que no le jaló y por eso, por suerte no
se fue por el caño.
•
Les
ilusiona hacer una casa con sábanas o un picnic debajo del tombling.
•
Terminan
de comer aguacate y se van corriendo a sembrar el hueso al jardín.
•
Se
cambian unas 80 veces de ropa y de disfraces por día.
•
Vas
al doctor con tus hijas y tus "nietas", o sea sus muñecas en
carriola, fular o huevito según el día.
•
Te
dice que va a ser doctora de ayudar "a bebés que nazcan" para
trabajar contigo (educadora perinatal).
•
Estás llamando la atención y te sueltan un te
quiero con un abrazo divino.
En fin, podría seguir y lástima que no escribo diario sus
ocurrencias porque desafortunadamente las olvidemos. Esos pequeños momentos que hacen que cualquier esfuerzo y sacrificio
valga la pena. Esas miradas confiadas y puras que nos impulsan a ser mejores
mamás y papás cada día y a valorar el don de la vida y la bendición de ser
padres.
Verdaderamente su amor
desinteresado nos hace comprobar que el amor nos cambia, nos compromete y nos
responsabiliza. Y su inocencia nos acerca a nuestro niño interior y a recuperar
destellos de nuestra inocencia, creatividad y sencillez.
Tenemos tanto que aprender de ellos,
es cierto que deberíamos ser como niños…
La vida sería menos complicada y
seríamos más felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario