martes, 12 de agosto de 2014

Humanizar este mundo hostil, amando



El fin vi la película The impossible / Lo imposible, sobre el Tsunami del 26 de diciembre de 2004. Realmente se me hizo durísima y angustiante; y eso que tiene final de cuento de hadas para los protagonistas. ¡Qué bueno que para esa familia de la vida real fue así, pero para cuántos fue totalmente otra historia! Para cuántos más allá de las pérdidas materiales marcó inesperadamente el fin de su existencia o la de sus seres queridos.
                Ni las guerras ni los desastres naturales deberían de suceder; pero lo dramático es que las guerras podrían no existir, porque son causadas por la soberbia humana, por su incapacidad de reconocer la verdad, de buscar el bien y de amar; mientras que los desastres naturales causan tragedias sin tomar en consideración los deseos, preferencias, creencias del ningún hombre.  Así pues, las guerras podrían y deberían ser erradicadas y no existir, ya que dependen del hombre. Ahora bien, los desastres naturales, desafortunadamente seguirán pasando, dejando patente por un lado, la pequeñez del hombre, su impotencia e incapacidad de detener o evitar las fuerzas naturales. No obstante, por otro lado, también sacan la grandeza humana capaz de ayudar desinteresadamente, superar el egoísmo, entregarse y sacrificarse por amor, tanto por familiares, conocidos o incluso por desconocidos: “aunque sea lo último que hagamos” (cuando salvan al niñito)
                Definitivamente, creo que como padres justo lo que deberíamos estar inculcando prioritariamente a nuestros hijos, no sólo con palabras sino con el ejemplo es: a amar amando. De nada están sirviendo para cambiar el mundo hijos con bachillerato internacional, titulados en las mejores universidades mundiales, hablando chino y ricos, cuando en valores y como personas son unas piltrafillas huecas con nulo crecimiento en “humanidad” e incapaces de comprometerse y sacrificarse, esto es de amar.
                Como papás tenemos que autoanalizarnos, ordenar nuestras prioridades y descubrir las miles de oportunidades para enseñar con el ejemplo a amar de verdad, cuando duele, cuando estamos exhaustos o sin paciencia. De la película, me impactaron dos escenas:
  • La noche previa al tsunami, cuando su hijo se va a la cama de sus papás a dormir y le pide ir afuera a ver las estrellas y ella le dice: “mañana”. 
  •  Momentos antes del tsunami cuando sus hijos le dicen que venga a jugar y ella les dice: “luego, juega con tus hermanos”.
Cualquier papá o mamá normal puede identificarse con estas escenas  y respuestas. La verdad es que a veces vivimos como si la vida propia, la de nuestro esposo o esposa, la de nuestros hijos, familiares y amigos, la tuviéramos comprada o garantizada. Sin embargo, ni trabajando infinitas horas extra o siendo millonario podemos comprar la vida de nadie. De hecho, la muerte es de las únicas certezas que tenemos, aunque sea en la incerteza respecto a cuándo sucederá. Sé que la muerte es un tema incómodo y tétrico para muchos, pero es una realidad y no se trata de que la “certeza de la muerte incierta” se convierta en tu motivación para actuar, pero sí que hay que tomarla en cuenta.
                Ahora bien, el que sí debe ser el motor y motivación tanto para vivir y como para morir es uno sólo, el amor, para poder decir como la protagonista, amar “aunque sea lo último que hagamos”. Debemos vivir amando, hasta el extremo, porque a final de cuentas eso se traduce en el buen vivir, en la verdadera felicidad y además, al morir es tanto lo que dejaremos como lo único que nos llevaremos, el amor que recibimos y lo que amamos.         
                Por tanto, estoy convencida de que es necesario replantearnos con regularidad nuestras prioridades, valores y expectativas personales, familiares, laborales, sociales. No está de más, de vez en cuando preguntarnos:

¿Qué haría si supiera que mañana, en una semana, en un mes, en un año muero?

¿Seguiría viviendo igual? ¿Tengo una costurita pendiente?

¿Cambiaría algo?

A veces la vida nos da tiempo de rectificar, pero a veces la muerte no toca a la puerta, tan sólo entra inesperadamente, sin darnos oportunidad de dar un abrazo, un beso, de pedir perdón, decir adiós o decir te quiero. El mundo ya es lo suficientemente duro, como para que el hogar sea un lugar hostil que te “prepare” para “ese mundo”. No podemos controlar los desastres naturales, pero sí podemos responder humanamente ante estos, erradicar las guerras y demás hostilidades mundanas. Ahora bien, sólo lo lograremos si el hogar se convierte en fuente de paz y en escuela del amor que “prepare” para vivir amando y así poder cambiar el mundo, humanizándolo.
                En la familia no se debe escatimar en tiempo dedicado y compartido, en risas, en besos, abrazos y apapachos, en pedir perdón y saber perdonar, en decir te quiero o te amo y en demostrarlo con actos no sólo con palabras. El amor nunca es demasiado y nunca maleduca, el verdadero amor se da sin medida y sin condiciones o no es tal, sólo hay que saber qué es amor y qué no…

El amor forma y potencia al máximo,
busca el bien de uno y del otro,
lo hace más humano y mejor persona,
esto necesariamente impacta positivamente en la sociedad
y en la construcción de un mundo más humano.
               


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