Ya sé que voy atrasada en series... ¡Gajes de la maternidad!... Así
que aunque parezca increíble, por fin acabé de ver Breaking Bad. ¿Y qué saco de
tantas horas invertidas en verla? Bueno, aparte de que definitivamente lo mío,
no son las drogas, ni para consumir ni para vender; pues sí me quedaron varias
reflexiones y lecciones para la vida cotidiana, de quien tiene tomar decisiones
“nomales, comunes y corrientes”. Decisiones
nada espectaculares ni que envuelvan millones de dólares; pero que
igualmente podrían comprometer la dignidad
propia y la del prójimo, aumentar o disminuir la capacidad de amar y de distinguir el bien
del mal, obstaculizando o facilitando la realización hacia la verdadera
felicidad.
Se ha entronizado el concepto de libertad, pero
en realidad, se le confunde con libertinaje. Ser libre no es fácil, a veces la línea entre el bien y el mal es muy delgada. Además, ser libre es mucho
más que hacer lo que a cada quien le plazca o elegir entre lo bueno y lo malo. Ser libre es escoger de entre los bienes el mejor, optar por el mayor bien, por el que humaniza y
saca la mejor versión de uno mismo. En definitiva para ser libre hay que mantener la conciencia bien formada, desarrollar hábitos buenos que se conviertan
en virtudes y estar comprometido con la verdad.
Una persona libre
es como el afamado y aplaudido acróbata que pasa por la cuerda floja sin
problemas y hasta haciendo monerías. Lo hace tan natural que hace que parezca
fácil, pero no lo es, le ha costado horas de trabajo, sudor y lágrimas;
convicción, perseverancia, sacrificio y valentía. El acróbata, si quiere ser quien es, tiene que
aprender caminar por la cuerda floja y
no por el suelo. Igualmente, la persona libre, tiene aprender a caminar en las alturas, por la
cuerda floja. Puede elegir el ritmo y la forma de llegar al otro lado;
puede ser caminando, corriendo, saltando, bailando, cantando o haciendo
malabares o marometas. Lo importante e
indispensable es que tiene que asegurarse de que cada movimiento elegido sea el
mejor, porque si no, puede perder el equilibrio y caer.
Cierto es que
tras un “mal paso”, te caes, te levantas y puedes volver a subirte a la cuerda, pero
¡aguas con encariñarte con las caídas! En una de esas no caes en la red de
seguridad sino al vacío y éste puede lesionarte, anular la conciencia o aniquilarte
espiritualmente. Hay que darles su justo
valor a las caídas para aprender de ellas, si no, te puedes “acostumbrar” y terminar
por renunciar a subirte la cuerda floja para incursionar en la “pendiente
deslizante” con caída libre constante
asegurada. Inevitablemente si empiezas a jugar con fuego, te quemas y la realidad es que comienzas metiendo un
dedo en el mal, luego la pierna y al final, acabas ahogado por éste y por tus
malas decisiones por el mal.
Claro que mientras
haya vida, afortunadamente, la mayoría de las veces se puede rectificar y
regresar al camino correcto, por más difícil que sea. Sin embargo, toda elección va autodeterminando la
identidad personal y tiene consecuencias positivas o negativas. Por tanto, habrá que asumirlas, ya que no se le puede
pedir al tiempo que vuelva. Lo hecho, hecho está y habrá que vivir con eso,
para bien o para mal… Basta ver a
cualquiera de la serie White, Pinkman, Skyler, los Schwartz, Shrader,
Ehmantraut, el que llevaba el grupo de
rehabilitación, etc., viviendo con las consecuencias de de sus actos.
Cada decisión
te hace mejor persona y más libre o te “deshumaniza” y esclaviza. La
soberbia, el orgullo y el egoísmo pueden dar glorias y aplausos pasajeros, pero
al final te dejan caer al vacío, donde solo encuentras soledad e infelicidad. Si se quiere ser libre y ser feliz, se debe
escoger en todo momento la opción que mayor amor implique. Sólo el amor
incondicional que busca el bien objetivo
propio del otro, permite tomar buenas decisiones verdaderamente libres.
De lo contrario, al rechazar o despreciar el mayor bien y
optar por bienes pasajeros o por el mal mismo, se buscan justificaciones que
tranquilicen la conciencia, que permitan enterrar la culpa y seguir deambulando
con el alma desfigurada. La justificación de Walter White era: “todo lo hago por mi familia”. El problema es que cuando “todo es
justificable” se pierde la posibilidad de crecer humanamente, de vivir en una
sociedad vinculada y comprometida con el bien común, porque no todo es
justificable.
Cuando el fin
justifica los medios, no hay ideales por
los cuales vivir, porque todo es relativo y todo queda subordinado a las conveniencias
personales, al placer o a lo útil: “así
soy”, “necesito relajarme”, “sólo somos amigos, no nos acostamos”, “si
sólo es sexo,”, “ni que fuera un asesino, no soy tan mal@”, “sólo tomé lo que
le sobraba”, “lo hago por su bien”, “es para darles lo mejor”… Así, tras
estas breves frases ilógicas pero emotivas, cualquier conducta queda validada: malgastar
el tiempo, actuar con prepotencia,
criticar o devaluar todo y a todos, faltar
al respeto, la ira, abandonar o maltratar (física o emocionalmente) a los hijos
o a cualquier miembro de la familia, ser infiel, workaholic, mediocre, corrupto
o exitoso profesionalmente a costa de lo que sea. Desgraciadamente, estas justificaciones
baratas reflejan una ignorancia tremenda de la dignidad humana y de su fin
trascendental: el amor. Así como una esclavitud gravísima con el propio ser y con
sus pasiones más bajas.
Me parece poco
maduro e hipócrita ver al personaje principal como “inalcanzable”. Creo que es
importante alejarse de la soberbia y no darse baños de pureza, ya que nadie está
exento de caer, de tomar malas decisiones y de realizar acciones malas. No digo
que estés a punto de cambiar de profesión para iniciarte en el mundo del
narcotráfico y asesinatos, sino que a
fin de cuentas, hay “resbaladillas” personalizadas, adecuadas a las debilidades
de cada quien. Nadie amanece haciendo el mal o siendo “malo” de un día para
otro, esto se va “forjando” con la repetición de hábitos negativos que poco a
poco se convierten en vicios.
El primer rompimiento con la conciencia es
el más difícil de cometer. Luego ya, “volverte malo”-“breaking bad”, con la
conciencia laxa, el espiral de mentiras
y la “pendiente deslizante se va dando sin mucho esfuerzo. Es cierto que hay distintos grados de gravedad
en las faltas cometidas, pero recomendaría no ver tan lejano a Walter White u
otros de la serie. Creo que es un buen ejercicio verse a uno mismo a través de ellos. Analizar las tentaciones, las debilidades,
las justificaciones, los peligros que cada quien tiene para hacer el mal y “volverse
mal@”-“breaking bad”; sea como persona, hij@, espos@, padre/madre, amig@,
profesionista...
Lo anterior, más
allá de servir para enfrentar la realidad, reconocer la verdad y poder decir honestamente, al igual
que White: “no lo hice por mi familia [o
cualquier otra justificación], lo hice por mí”, es útil y necesario para poner
los medios para cambiar, rectificar, lograr ser mejores seres humanos y sacar
el potencial personal.
Cuando se hace algo
por el bien objetivo, propio y del otro,
se está amando y
siendo libre,
porque el amor es
incompatible con el mal.
El amor verdadero sólo
te hace tomar buenas decisiones
y en consecuencia, “volverte
buen@” – “breaking good”.
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