viernes, 18 de julio de 2014

Breaking bad... or... breaking good?






Ya sé que voy atrasada en series... ¡Gajes de la maternidad!... Así que aunque parezca increíble, por fin acabé de ver Breaking Bad.  ¿Y qué saco de tantas horas invertidas en verla? Bueno, aparte de que definitivamente lo mío, no son las drogas, ni para consumir ni para vender; pues sí me quedaron varias reflexiones y lecciones para la vida cotidiana, de quien tiene tomar decisiones “nomales, comunes y corrientes”. Decisiones nada espectaculares ni que envuelvan millones de dólares; pero que igualmente podrían comprometer la dignidad propia y la del prójimo, aumentar o disminuir  la capacidad de amar y de distinguir el bien del mal, obstaculizando o facilitando la realización hacia la verdadera felicidad.
                Se ha entronizado el concepto de libertad, pero en realidad, se le confunde con libertinaje. Ser libre no es fácil, a veces la línea entre el bien y el mal es muy delgada. Además, ser libre es mucho más que hacer lo que a cada quien le plazca o elegir entre lo bueno y lo malo. Ser libre es escoger de entre los bienes el mejor,  optar por el mayor bien, por el que humaniza y saca la mejor versión de uno mismo. En definitiva para ser libre hay que mantener la conciencia bien formada, desarrollar hábitos buenos que se conviertan en virtudes y estar comprometido con la verdad.

 

                Una persona libre es como el afamado y aplaudido acróbata que pasa por la cuerda floja sin problemas y hasta haciendo monerías. Lo hace tan natural que hace que parezca fácil, pero no lo es, le ha costado horas de trabajo, sudor y lágrimas; convicción, perseverancia, sacrificio y valentía. El  acróbata, si quiere ser quien es, tiene que aprender  caminar por la cuerda floja y no por el suelo.  Igualmente, la persona libre, tiene aprender a caminar en las alturas, por la cuerda floja. Puede elegir el ritmo y la forma de llegar al otro lado; puede ser caminando, corriendo, saltando, bailando, cantando o haciendo malabares o marometas. Lo importante e indispensable es que tiene que asegurarse de que cada movimiento elegido sea el mejor, porque si no, puede perder el equilibrio y caer.              
                Cierto es que tras un “mal paso”, te caes, te levantas y puedes volver a subirte a la cuerda, pero ¡aguas con encariñarte con las caídas! En una de esas no caes en la red de seguridad sino al vacío y éste puede lesionarte, anular la conciencia o aniquilarte espiritualmente. Hay que darles su justo valor a las caídas para aprender de ellas, si no, te puedes “acostumbrar” y terminar por renunciar a subirte la cuerda floja para incursionar en la “pendiente deslizante” con  caída libre constante asegurada. Inevitablemente si empiezas a jugar con fuego, te quemas y la realidad es que comienzas metiendo un dedo en el mal, luego la pierna y al final, acabas ahogado por éste y por tus malas decisiones por el mal.
                Claro que mientras haya vida, afortunadamente, la mayoría de las veces se puede rectificar y regresar al camino correcto, por más difícil que sea. Sin embargo, toda elección va autodeterminando la identidad personal y tiene consecuencias positivas o negativas. Por tanto, habrá que asumirlas, ya que no se le puede pedir al tiempo que vuelva. Lo hecho, hecho está y habrá que vivir con eso, para bien o para mal  Basta ver a cualquiera de la serie White, Pinkman, Skyler, los Schwartz, Shrader, Ehmantraut, el  que llevaba el grupo de rehabilitación, etc., viviendo con las consecuencias de de sus actos.
                 Cada decisión te hace mejor persona y más libre o te “deshumaniza” y esclaviza. La soberbia, el orgullo y el egoísmo pueden dar glorias y aplausos pasajeros, pero al final te dejan caer al vacío, donde solo encuentras soledad e infelicidad. Si se quiere ser libre y ser feliz, se debe escoger en todo momento la opción que mayor amor implique. Sólo el amor incondicional  que busca el bien objetivo propio del otro, permite tomar buenas decisiones verdaderamente libres.
                De lo contrario, al rechazar o despreciar el mayor bien y optar por bienes pasajeros o por el mal mismo, se buscan justificaciones que tranquilicen la conciencia, que permitan enterrar la culpa y seguir deambulando con el alma desfigurada. La justificación de Walter White era: “todo lo hago por mi familia”. El problema es que cuando “todo es justificable” se pierde la posibilidad de crecer humanamente, de vivir en una sociedad vinculada y comprometida con el bien común, porque no todo es justificable.   
                Cuando el fin justifica los medios,  no hay ideales por los cuales vivir, porque todo es relativo y todo queda subordinado a las conveniencias personales, al placer o a lo útil: “así soy”, “necesito relajarme”, “sólo somos amigos, no nos acostamos”, “si sólo es sexo,”, “ni que fuera un asesino, no soy tan mal@”, “sólo tomé lo que le sobraba”, “lo hago por su bien”, “es para darles lo mejor”… Así, tras estas breves frases ilógicas pero emotivas, cualquier conducta queda validada: malgastar el tiempo, actuar con  prepotencia, criticar o devaluar  todo y a todos, faltar al respeto, la ira, abandonar o maltratar (física o emocionalmente) a los hijos o a cualquier miembro de la familia, ser infiel, workaholic, mediocre, corrupto o exitoso profesionalmente a costa de lo que sea. Desgraciadamente, estas justificaciones baratas reflejan una ignorancia tremenda de la dignidad humana y de su fin trascendental: el amor. Así como una esclavitud gravísima con el propio ser y con sus pasiones más bajas.
                Me parece poco maduro e hipócrita ver al personaje principal como “inalcanzable”. Creo que es importante alejarse de la soberbia y no darse baños de pureza, ya que nadie está exento de caer, de tomar malas decisiones y de realizar acciones malas. No digo que estés a punto de cambiar de profesión para iniciarte en el mundo del narcotráfico y asesinatos, sino que a fin de cuentas, hay “resbaladillas” personalizadas, adecuadas a las debilidades de cada quien. Nadie amanece haciendo el mal o siendo “malo” de un día para otro, esto se va “forjando” con la repetición de hábitos negativos que poco a poco se convierten en vicios.
                El primer rompimiento con la conciencia es el más difícil de cometer. Luego ya, “volverte malo”-“breaking bad”, con la conciencia laxa, el espiral de  mentiras y la “pendiente deslizante se va dando sin mucho esfuerzo.  Es cierto que hay distintos grados de gravedad en las faltas cometidas, pero recomendaría no ver tan lejano a Walter White u otros de la serie. Creo que es un buen ejercicio verse a uno mismo a través de ellos. Analizar las tentaciones, las debilidades, las justificaciones, los peligros que cada quien tiene para hacer el mal y “volverse mal@”-“breaking bad”; sea como persona, hij@, espos@, padre/madre, amig@, profesionista... 
                Lo anterior, más allá de servir para enfrentar la realidad, reconocer la verdad y poder decir honestamente, al igual que White: “no lo hice por mi familia [o cualquier otra justificación], lo hice por mí”, es útil y necesario para  poner los medios para cambiar, rectificar, lograr ser mejores seres humanos y sacar el potencial personal.

Cuando se hace algo por el bien objetivo, propio y del otro,
se está amando y siendo libre,
porque el amor es incompatible con el mal.
El amor verdadero sólo te hace tomar buenas decisiones
y en consecuencia, “volverte buen@” – “breaking good”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario