miércoles, 18 de junio de 2014

Fiestas infantiles: ¿cuánto gastar?





Les comparto una conversación que escuché por ahí, entre una mamá y su hijo de 6 años que venían saliendo de una fiesta infantil. El chiquillo iba con una sonrisa en la boca, extra sudado porque no había parado de jugar y con una bolsota de dulces con un regalito incluido…

M: ¿Qué tal estuvo la fiesta?
H: Chafísima…
M: ¡Ah! ¿Sí?
H: Súper aburrida, sólo hubo piñata y estaba fea.
M: ¿En serio?
H: Sí, del hombre araña deforme.
M: ¿Te vi jugando con tus amigos?
H: Sólo futbol, no hubo nada divertido…


Como saben, al menos en México, hay furor por las fiestas infantiles “in – vanguardistas”, que SÍ son divertidas, independientemente del nivel socioeconómico (con sus ajustes y matices) y de la edad del festejado. En realidad no importa si hay que pedir prestado, endeudarse o que el susodicho la disfrute o la sufra, ni que se pase media fiesta dormido o llorando de cansancio... ¡Hay que festejar! 


                Sean para festejar cumpleaños, bautizos o primeras comuniones, sean en salón alquilado o en jardín propio; lo fundamental es que deben cumplir con ciertos estándares de calidad: invitar a todo el salón del cole (se lleven o no, los conozcan o no) mas tu primo de quinto grado y la bisabuela del vecino que no vino a la fiesta, contar con una temática específica que determinará la decoración y todo lo que se adquiera, y por último, debe haber “algo” para “poder jugar y divertirse”. Así que se pueden contratar: animadores, inflables, juegos mecánicos, shows variados, pinta caritas, salón de belleza o hasta máquinas de videojuegos, ¡en serio! (esta última opción es muy útil para mantener a los niños idiotizados y tranquilos y  entonces, poder hablar con los adultos sin interrupciones). Por último, sin ser requisito de admisión, es altamente recomendable llevar nana para que se encargue de cuidar a tus hijos y tú puedas, literalmente, desentenderte de ellos, convivir y estar en igualdad de circunstancias que la mayoría de los asistentes. 

                Bueno y por si no lo sabías, lo típico del papá trepado por ahí arriesgando su vida y perdiendo el brazo para jalar la piñata, el pastel hecho por mamá, tus amigos-padres de los invitados ayudando y al pendiente de sus chilpayates son cosas del pasado. Y qué decir de darles a los niños una pelota para echar una cascarita o unas muñecas u organizar alguno de esos juegos “antiguos” (las “trais”, quemados, kick ball, declaro la guerra, paletas derretidas, resorte, saltar la cuerda, carreras de costales, comer donas, etc.),  obvio todo eso está descartado y queda fuera de la clasificación de “divertido”.
                Asimismo, te será útil saber que en estos tiempos, un elemento opcional a incluir es la piñata, pero debes recordar que por sí sola no es suficiente. Además, no debes olvidar que debe ir acorde con la temática de la fiesta y debe contener dulces “buenos”… Si es que no quieres tener que recogerlos con la escoba y tirarlos a la basura al acabarse la fiesta, porque ¡ojo!, los niños de ahora ¡sólo meten en sus bolsitas los que les gustan, los demás los dejan en el suelo! Ya no es como antes, que todo iba para adentro y a ver quién tenía más o que las niñas arrasaban en la recolecta de dulces, porque  sus vestidos largos preciosos les servían para esconderlos, cargarlos y protegerlos hasta tenerlos en un lugar seguro.


                ¡Ah! Un pequeño detalle de suma importancia, debe de haber tres mesas: una de postres, de esas con el nombre del festejado, motivos ad hoc y distintos niveles; otra mesa de tamaño respetable para poner toda la “mercancía” regalada que va llegando, suficiente para montar una juguetería y finalmente, una con el “pago” para los invitados, por haber asistido y traído regalo. Cabe considerar que no puede ser una ridícula bolsita de dulces… ¡No, qué va! Hay que dar un regalito decente y cool a los invitados, es más, hasta puedes tener varios modelos para que elijan… ¡Na´ más faltaba!... Hay que ir inculcando que en esta vida nada es gratuito y que las relaciones hay que basarlas en el beneficio y la utilidad. ¡No vayas a creer que alguien es capaz de felicitarte por tu linda cara e ir a festejar por la pura amistad!

                Ahora bien, los bautizos y primeras comuniones, merecen ser mencionados aparte, ya que son más fiestas de los papás y de sus cuates que de los niños. Además, se han convertido en una especie de “ejercicio de organización prenupcial”. Me explico,  la planeación y ejecución de los mismos permite a los padres ir practicando para la boda de su angelito y adquirir expertise… Cuanto antes vayan agarrando callo para escoger las invitaciones, el lugar, mesas tiffany, manteles, arreglos florales, música, menú y outfit, ¡mejor! Ya llegará el momento en que agradecerán las inversiones realizadas. Tomando en cuenta lo anterior, para ser franca, no me extraña que cada vez baje más el número de fieles que se casen, bauticen a sus hijos o que los  preparen para la primera comunión: “¡si todo sale tan caro!”… Es que definitivamente “tener hijos es carísimo” y “cumplir” socialmente cuesta una fortuna y la dignidad. De cualquier forma, otro “beneficio” de toda esta parafernalia que se monta es que ayuda para ir desensibilizando respecto a lo que es lo “importante” en la vida, a modificar el criterio sobre el verdadero significado del evento celebrado y a que los sacramentos se conviertan en meras excusas para reunirse, brillar en sociedad y tener unas fotos dignas de la revista ¡Hola!

               
                Total que las méndigas fiestitas salen en un ojo de la cara y la mitad del otro. Es como pagar una re-reinscripción al colegio, sumándole las dos mensualidades que creías que te habías ahorrado (porque generalmente “sólo” te cobran 10 meses) y añadiéndole un poco más para los extritas…  Justo como en los coles... ¡De hecho ya se me andaba olvidando el pastel de 3 pisos con fondant acorde con la temática y claro, la fiesta de los famosos XV! Definitivamente, ahora tienen que trabajar los dos y lástima que el trabajo infantil está prohibido, porque si no, ¡el crucero corre por nuestra cuenta!
                En fin, hay que agradecer que nos inviten a este tipo de fiestas, reconocer que los niños se la pasan súper y que el listón está puesto muy alto. Pero bueno, “es que lo vale”, al menos para los padres de la creatura festejada resulta de gran utilidad para lavar frustraciones y culpas…
                  Evidentemente exagero y generalizo para que quede claro el quid de la cuestión. No es que sea la grinch de los festejos, ni que quiera coartarles su libertad de gastar su dinero, ganado con su sudor y sus lágrimas en su angelito para darle “todo”, que “no le falte nada”,  que “no se traume” y para que “mejor sea el popular que el bulleado”.  De veras soy conciente de las buenas intenciones y de que cada quien es libre de invertir su tiempo, energía e ingresos según sus posibilidades y convicciones.
                Sin embargo, vayamos al grano... En realidad no importa cuán sencilla o sofisticada sea una fiesta, ese no es el punto, sino ¿qué estamos transmitiendo a nuestros hijos, qué les estamos inculcando y fomentando? Les comparto lo que me preocupa:
            

                Me preocupa que los niños modernos parezcan “barril sin fondo”, que nada los llene. Me preocupa que reciban tantos regalos, realmente la cantidad a veces resulta absurda e insultante y muy poco formativa. Me preocupa que los niños estén perdiendo la capacidad de divertirse con una pelota,  tierra, cajas vacías, manualidades y juegos en equipo y al aire libre. Me preocupa que los niños necesiten tantos estímulos y tan sofisticados para sentirse “divertidos y felices”, porque entonces, qué van a “necesitar” estos pequeñines en el futuro para sentirse “divertidos y felices”, ¿acaso drogas? Me preocupa que pierdan capacidad de asombro y de agradecimiento. Me preocupa que no sepan ver en lo ordinario, lo extraordinario. Pero sobre todo me preocupa, me angustia y me duele en el alma que los adultos fomenten todo esto, basado en una jerarquía de valores donde la dignidad personal y lo esencial queda supeditado a lo superfluo, a lo material y al placer sensible. Me preocupa que algunos o demasiados padres se parten la cara trabajando y dejan a los niños a cargo de otros para “darles todo”, pero ¿qué es “todo?…



¿Cuándo les van a dar su tiempo, abrazos, besos, cuándo los escucharán
y les dedicarán una mirada exclusiva que les haga saber
lo que valen y lo que verdaderamente vale en la vida?

El problema de hecho es más serio de lo que parece, porque no necesitas organizar una fiesta de este tipo para transmitir mensajes equivocados. El tema de las fiestitas sólo es un ejemplo que gráficamente permite explicar cómo caemos en las redes del consumismo y en maleducar bien intencionadamente y “sin querer”.


                 En realidad, ya desde antes de si quiera pensar en tener hijos, uno empieza a definir las pautas educativas del futuro y el ejemplo que se dará a los niños. Luego en el embarazo, te dan la lista de las cosas “indispensables” y caes, evidentemente acabas usando un 20% de lo adquirido y comienzas a adentrarte en la moda de “darle lo mejor”. Entonces, las cosas, la ropa, las fiestas que no son malas en sí, ¡obvio que no!, se empiezan a convertir, DE medios EN fines y nuestra felicidad y sentido de vida comienza a girar alrededor de ellas e incluso a depender de su posesión.
                Yo no sé quién se emociona y disfruta más el cumple, bautizo o primera comunión, si el niño o los papás… Lo que sí tengo claro es quiénes somos los responsables de que los niños  demanden y exijan mejor que un dictador, de que tengan cero tolerancia a la frustración, de que utilicen a las personas según sus conveniencias, de que tengan el dinero y el éxito profesional por encima del amor, del perfeccionamiento personal, del éxito familiar y como humano y de que confundan lo superfluo con lo esencial y lo necesario…
                Para concluir, sólo me queda responder a la pregunta inicial: ¿cuánto gastar? A la que  respondo cuestionando:

¿Quién es para ti la persona y qué es el éxito y la felicidad?

¿Qué quieres para tu hijo, hasta dónde y cómo quieres que vuele?
               
Y ahora sí para no darle más vueltas al asunto, creo que a mí no me toca dar una respuesta, te cedo la palabra y responde en conciencia y con honestidad, en lugar de  ¿cuánto gastar?:

¿Qué, cómo y cuánto le tienes que invertir a tu hijo
 para que saque la mejor versión de sí mismo?


NOTA: Afortunadamente y obviamente, lo descrito no es la realidad de todos los mexicanos... 

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