martes, 6 de mayo de 2014

FROZEN Análisis 2: a nivel familiar




¿Qué nos enseña la peli a nivel familiar?

Pues en primer lugar, ni más ni menos, nos da una recordadita sobre nuestra fragilidad e imperfección personal y como padres, frente a la gran responsabilidad que tenemos con respecto a nuestros hijos… Esos angelitos, únicos e irrepetibles, que a veces sacan sus “poderes mágicos”, por una parte “preciosos y por otra peligrosos”, dejándonos, como a Anna, en el mejor de los casos, helados.

Así fríos e incluso con el corazón congelado, tras sus actos o palabras, debemos revivir y entrar en calor tan sólo con amor verdadero. Amor que se entrega sin medida a buscar el bien del otro en cuanto al otro.  Tener claro el nuestro fin como formadores: enseñarlos a amar. Sin importar cuantos sacrificios implique, para así encauzar su personalidad, sus pasiones y potenciar su ser integralmente.





En este caso, queda patente que los padres de Elsa, sin mala intención, no supieron manejar adecuadamente el hecho de que su hija fuera “diferente” de lo que esperaban o se consideraba “normal”. Ella poseía unas “capacidades y necesidades” especiales que requerían ser canalizadas y potenciadas afirmativa y positivamente con mucha dedicación y amor. Sin embargo, a pesar de la advertencia de los trolls quienes les dijeron que “el miedo sería su gran enemigo”, sus padres tomaron, por ignorancia y/o miedo, pero con buena intención acciones que agravaron la situación en general. La familia rompió sus vínculos como sistema y con el entorno:


  • Se aisló del mundo (se cerraron las puertas del castillo)
  • Se aisló a Elsa, de su hermana a quien tanto quería 
  • Se le aisló hasta de sí misma, ofreciéndole como solución: cerrar su corazón y ocultar sus poderes, su "defecto". Teniendo como consecuencia además de una terrible soledad, una baja autoestima e inseguridad, que tan sólo contribuyeron a aumentar sus miedos y por ende, a descontrolar sus “poderes”.    

Es cierto que nadie nos enseña a ser padres y que cuando lo somos, descubrimos lo idealizados que teníamos a nuestros papás cuando creíamos que lo sabían todo. Por tanto, tenemos que ser humildes y responsables para reconocer nuestras limitaciones y que sólo sabemos que no sabemos nada. Entonces, buscar formarnos continuamente, reflexionar sobre nuestro proceder, pedir perdón si es necesario y enmendar.

No basta gastarnos y desgastarnos en nuestra formación y realización académica y profesional mientras le pichicateamos a nuestra formación y realización como matrimonio y como padres. No basta regarla continuamente y justificarnos con frases que denotan mediocridad: “no sabía y lo intenté”, “no me iba a parar de cabeza”… Porque es un hecho, efectivamente no sabemos y nos equivocaremos, pero no podemos ni renunciar, ni quedar conformes con las “buenas intenciones” que son las que dicen que tienen a tope el infierno.

Por tanto, que quede claro, si es por el bien de nuestros hijos y fuera necesario, sí debemos pararnos de cabeza y hasta de pestañas. Tenemos que ser creativos y tomarnos en serio nuestra responsabilidad como primeros formadores. Y evidentemente debemos dar ejemplo porque si las palabras atraen, el ejemplo arrastra y como dicen: no te preocupes porque no te oyen, te están viendo todo el día.   

Además, siempre hay que recordar que nunca la pérdida de vínculos puede ser la solución. Cuando tengamos duda sobre qué hacer, hay que hacer lo que más amor nos exija y que implique el verdadero bien de nuestros hijos, lo que los haga ser mejores y más plenos.

Ahora bien, en segundo lugar a nivel familiar y sin necesidad de extenderme, Anna nos deja una gran enseñanza: la familia es quien nos quiere incondicionalmente y están siempre ahí por nosotros. Dispuestos a todo por nuestro bien verdadero, no renuncian a ayudarnos y ni a estar con nosotros.  Anna es justo esa esposa/esposo, madre/padre, hija/hijo, hermana/hermano, o cualquier familiar,  que deberíamos ser; que si bien es imperfecta como cualquier ser humano, tiene un gran corazón capaz de amar a pesar de los pesares. A pesar de no entender nada, a pesar de ser rechazada continuamente sin saber por qué y a pesar de tener que sacrificarse, incluso dando su vida. Es ejemplo de ese amor que deja huella, amor capaz de transformar a quienes se cruzan por su camino y amor que verdaderamente se entrega aunque implique morir, figurativamente o literalmente.




Así pues, a recordar cuando nos hielen o la situación se ponga fría:

“Amar hasta que duela y cuando duela… seguir amando”.- Madre Teresa de Calculta

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