En la Real
Academia de Española definen berrinche como: coraje, enojo grande, y más comúnmente el
de los niños. En realidad yo le quitaría la aclaración última, ya que no
estoy segura de que los niños hagan “comúnmente” más berrinches que los adultos,
la verdad es que hay signos alarmantes de estar viviendo en una sociedad conformada
por una gran cantidad de adultos biológicamente con desarrollo psicosocial
infantil o adolescente; eternos incapaces de madurar...
En fin, eso es otro tema…
Entrando en el tema que nos atañe, debemos reconocer que
por más simpáticos y tiernos que sean los niños, y por más que los queramos, a
veces no sabemos cómo reaccionar ante un “berrinche”. En ese momento, los vemos
con mirada fulminante y lo que más desearíamos sería poder multiplicarlos por
cero o renunciar temporalmente al rol materno/paterno mientras alguien
capacitado, mínimo un superhéroe, te sustituye en esos momentos difíciles. Sin
embargo, aunque es natural que lo sientas y pienses, sabes que para eso estás
tú, para formar a tu hijo en “las fáciles y en las complicadas”. No puedes rendirte, ni tirar la toalla y
menos en esos instantes. De hecho, justamente es ahí donde más te necesita:
- Necesita saber que lo quieres incondicionalmente
- Necesita que lo ayudes a entender lo que siente
- Necesita que le enseñes y lo ayudes a descubrir alternativas y formas sanas/funcionales/respetuosas/maduras de reaccionar o actuar.
- Necesita que le acompañes en la búsqueda de la verdad y el bien
- Necesita que lo incites a reflexionar sobre el respeto, la responsabilidad, la prudencia, la sinceridad, el saber esperar, etc. y otros tantas virtudes y valores.
- Necesita más que sermones saber que estás ahí y aprender de tu ejemplo. Así es que no minusvalores tu reacción, métodos y formas al corregir.
No gastes el tiempo en pensar y en decir que con el
berrinche tu hijo te está “tomando el
pelo, chantajeándote o retándote”. Asignarle
“motivaciones de actuar adultas” a “comportamientos infantiles naturales y
comunes”, es una forma simplista e irrespetuosa de concebir a tu hijo y de ver un berrinche. Además, te mantiene muy lejos de poder encontrar la
raíz – la causa real y poder poner soluciones eficaces y efectivas que ayuden no sólo a resolver la situación
específica sino al desarrollo integral de hijo, a la formación de virtudes y
valores y a forjar un carácter maduro.
Para los niños el
llanto es una forma de comunicarse. De hecho, es una de las primeras
maneras en que nos dicen que tienen hambre, frío, sueño, miedo o soledad. Luego,
poco a poco van desarrollando el lenguaje y otras habilidades que les permiten
identificar y expresar sus emociones con ecuanimidad, así como reaccionar
adecuada y proporcionadamente.
Los berrinches en
sí mismos son una forma de comunicación, contienen un mensaje a descifrar y como formador hay que saber ver más allá del llanto y de la pataleta.
El por qué sucede, la frecuencia¸ lugares, personas con las que se presenta más
comúnmente y demás, son variables importantes, pero lo esencial es cuestionarnos el para qué lo hace y qué está tratando de expresar.
Por otra parte, los berrinches tienen una razón de ser
fundamental, lo niños a través de estos expresan la búsqueda de su identidad personal; son su forma de dejar claro que son
una persona única e irrepetible distinta de nosotros, con gustos y necesidades diferentes
de las nuestras.
Amar a nuestros niños mientras nos abrazan, juegan
tranquilamente solitos y sin pelearse, duermen, te dicen te quiero o
hacen cosas simpáticas es muy fácil. La cuestión es que nuestros niños son los mejores maestros para enseñarnos a amar de verdad,
“amar
hasta que duela y cuando duela, entonces, seguir amando” Madre Teresa de
Calcuta. Nuestros niños nos dan
múltiples ocasiones para amar racionalmente, con la voluntad por encima de todo,
para experimentar el amor que trasciende cualquier sentimiento, el que cuesta,
el que implica donarte y sacrificarte, aun cuando crees que no puedes más.
Es justo ahí… Cuando a tu “angelito” le ves cara de “gremlin”,
cuando sientes que no te queda ni una gota de paciencia, ni medio gramo de energía
disponible, cuando ya no sabes ni qué
hacer, cuando estás agotada/o, es justo ahí, el momento más indicado para:
- Amarlos sin medida, incondicionalmente
- Ser empático
- Desplegar la creatividad al máximo
- Practicar el autocontrol
- Sacar tus virtudes a relucir
- Ejercer de traductor para descifrar lo que están tratando de expresar a gritos y con su comportamiento
- No tomarte la situación como ofensa ni desafío personal y menos como chantaje
- Que aprendan de las consecuencias de sus actos y a restaurar el daño causado, arreglar el desaguisado y pedir perdón. ¡Vaya!, que castigarlos en el rincón viendo a la pared, no es la medida más formativa ni con mejores resultados de crecimiento personal.
Podría acabar el artículo aquí, pero quedaría incompleto
si creemos que sólo hay que centrarnos en ellos. Tras la tormenta nos toca
trabajar a nosotros, reflexionar sobre lo sucedido y sobre nosotros, no sólo
para evitar futuros eventos sino para mejorar nosotros como personas y como
madres/padres. Algunos aspectos a considerar son:
- ¿Era previsible que sucediera?
- ¿Se podría haber evitado la situación?
- ¿Se está viviendo en casa algún evento o situación especial?
- ¿Ha vivido o experimentado algo extraordinario?
- ¿Qué estaba tratando de expresar el niño, cuáles eran sus necesidades?
- ¿Cómo reaccioné?
- ¿Qué estrategias utilicé?
- ¿Qué virtud o valor pudo aprender tu hijo? ¿Qué alternativas de actuación aprendió?
- ¿Según su personalidad que fortalezas y debilidades-portencialidades desplegó durante la situación? ¿Qué aspectos y áreas debemos trabajar?
Finalmente, es fundamental
que recuerdes que no debes adjetivar a
tu hijo según sus comportamientos negativos. De hecho, si somos realistas y
honestos, en general hacen más cosas buenas e inolvidables que nos cautivan el
corazón, que negativas (si no es así, puede ser que tan sólo son el síntoma que
está expresando que algo está mal en el sistema familiar o pudiera haber algún
problema más complejo).
Por tanto, evita contar
sus conductas negativas o al menos asegúrate de que no te escuche y sobretodo
es de suma importancia que si vas a describir algún evento sucedido te limites
a eso, enunciar lo que pasó sin
etiquetar a tu hijo. Esto es, tu hijo “HIZO
un berrinche”, NO, “ES un berrinchudo”.
En primer lugar, porque es
una falta de respeto y denota una pobre concepción de la dignidad y valor de tu
hijo. En segundo término, porque todos cometemos errores y hacemos cosas
equivocadas muy alejadas de lo ideal y eso no nos hace “ser” nuestros defectos.
En tercero, porque un niño etiquetado, asumirá como real la etiqueta. Se lo
creerá y estará convencido que es “eso”. Por lo que se asegurará de seguir siendo
lo que sus padres dicen que es. Así que facilitas el establecimiento y
continuidad de comportamientos negativos y vicios. Y por último, es importante
que dediques más tiempo a alabar sus fortalezas y capacidades, que a cantarle
sus errores. ¿O a ti te gusta que tu marido, tus padres o tu jefe te digan todo
el día todo lo “mala/o” que haces o “eres”? Enseñarle a centrarse en ver lo
positivo de él, aumentará su autoestima y esto le hará más capaz de desarrollar
su potencial y mejorar “sus áreas de oportunidad”, más comúnmente conocidos
como defectos. Además, que será capaz de dar prioridad a ver el verdadero valor
de los demás y sus talentos, facilitándole el establecimiento de relaciones
interpersonales.
Tenemos que cambiar nuestra concepción de los berrinches, aprender a
descifrarlos y a sacar con ellos el potencial de nuestros hijos, para que no se
queden atorados en etapas infantiles o adolescentes y puedan llegar a ser
adultos con una identidad propia, maduros, responsables de sus actos y capaces
de asumir compromisos.
Que bonito artículo me gustaría saber más o leer más artículos de tu autoría, Provengo de una familia donde eran normales y hasta necesarios los gritos y golpes. Es cierto, hay cosas que nos detienen en etapas y ahora que soy madre me gustaría enterarme de que hay alternativas para cambiarlo. Primero cambiandolo conmigo misma para imaginarlo y transmitirlo a mi hija. Me ha tocado llevar los dos roles de crianza y no lo considero una maldición sino una oportunidad. Gracias por la información, todo muy divertido, sobre todo la parte del gremlin
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