miércoles, 23 de octubre de 2013

Viajes: valorar y apoyar a las familias









Queridos lectores, viajar con niños es toda una aventura y exige una alta dosis de paciencia, creatividad, flexibilidad y adaptabilidad. A continuación, les compartiré anécdotas y reflexiones literalmente, desde el cielo.

En general, los niños  tienen un gran poder de “atracción positiva”. Desde que llegas al aeropuerto, gente con la que nunca cruzarías ni una mirada, te intercambia sonrisas; además empiezas a escuchar constantemente, “ay que monos” y pues te empiezas a inflar como pavorreal. Asimismo, tiene sus ventajas viajar con ellos, ya que el personal del mostrador te trata mejor e intentan ser más ágiles y si pueden te dan asientos en filas que tengan asientos desocupados para que vayan más cómodos, etc.

Así pues, vayas a donde vayas, los niños llaman la atención, generan sonrisas y comentarios positivos. Además, “normalmente”, repito, “normalmente” generan conductas serviciales, solidarias y desinteresadas. Claro que para no aburrirte, a veces te topas con uno que otro “borde”, “grinch” anti-niños, que se queja de ellos hasta cuando van dormidos. O bien, están los que aun viéndote que vas cargado como mula, en la fila de "Priority" para embarcar al avión (que toma en cuenta a las personas que viajamos con niños), hasta empujan para pasar antes o no te ceden el paso para no tener que esperar el "rollo" que causamos las familia.

En esta ocasión tuvimos la “suerte” de toparnos no con uno, sino con dos grinches anti-niños, merecedores de la medalla de oro por  su cero-empatía y cero-solidaridad. Fíjense bien, lo que sucedió, no para criticarlos, sino para que quien lo lea y alguna vez se le presente la ocasión de ayudar a una familia viajando con niños lo haga sin dudarlo, créanme que esa acción les comprará un buen cacho de terrenito en el cielo y la familia en cuestión les estará eternamente agradecida.

Pues sucede que cuando documentamos nos dijeron que el avión iba lleno, que deberíamos de haber reservado asientos antes y pues sí, que ni que, ¡hubiéramos!... Así que, ¡queda anotado para futuras ocasiones! Nota: reserven asientos en las filas que enfrente tienen pared, ya que es más amplia y en caso de necesitarlo hasta te ponen cunita. El punto es que aunque tus niños sean más mayores y no quepan en la cuna, siempre se agradece contar con unos cuantos centímetros extra en esas latas de sardinas voladoras que se hacen llamar aviones.   Y otro tip, siendo en una fila los asientos: AB CDEF GH, si son 3 asientos los que ocuparán, reserven por ejemplo CDF, ya que en general nadie quiere ir de sándwich y pues se aumenta la probabilidad de que ese quede vacío o que viéndose en medio de niños, pida cambio.

En fin, dado que el avión iba a tope, nos dieron lugares separados. Siguiendo el esquema anterior: EFG, en la misma fila. Por tanto, al subirnos al avión, le comentamos a la aeromoza que si había posibilidad de ir juntos se lo agradeceríamos, ya que viajábamos con 2 niños (1 con asiento y 1 sin). Resulta, que por azahares del destino justo en la fila de enfrente iban vacíos el DE; el C lo ocupaba un joven de unos 35 años y el F un señor de unos 55, ambos parecían que iban de viaje de negocios. Así que la aeromoza les preguntó si alguno nos cambiaba, para poder ir los 4 juntos, siendo que si alguno se compadecía quedaría igual que como iba, en orilla y con dos asientos.

En general, los niños son capaces de conquistar hasta el corazón más duro, aunque siempre hay la excepción que confirma toda regla y así fue, ¡ninguno aceptó cambiar su orilla con asiento vacío al lado, por otra orilla atrás, igualmente con asiento vacío al lado! Ellos juraron que al negarse a cambiar, viajarían así de cómodos, cada uno con un asiento vacío al lado y sin niños a la deriva, pero, ¡pues, no! Y de hecho, creo que se arrepintieron de todos sus pecados, porque la aeromoza muy mona nos dijo: “evidentemente no puedo obligarlos a cambiarse, pero como los asientos de en medio de ellos van vacíos, sí que puedo cambiar a uno de ustedes con uno de sus hijos y así no tienen que cargar a un niño en las piernas todo el viaje”. Por tanto, mi marido se quedó con el mayor en los dos asientos juntos que teníamos asignados EF y yo me pasé con el menor a la fila de enfrente, en medio de estos dos personajes “tan caritativos”. (Evidentemente, entre cambios de pañales y paseadas por el avión, para distraer a los niños tuve que brincarlos unas cuantas veces).

Y ahora, que por fin se durmió mi angelito, aprovecho para escribir este artículo, aquí junto a mi “muso de inspiración”, el "grinch de niños" que tengo por vecino (el de 55 años); quien seguro en unas horas explicará la pesadilla de viaje que tuvo; ya que además de lo anteriormente mencionado, para colmo de males, pusieron el aire “a condición” de que te enfermaras, con temperatura inferior a la que hay en el Polo Norte, así que casi tras el despegue, empecé a estornudar y a toser… ¡Hubieran visto la cara de mi vecino! De por sí, desde que embarcó y nos vio, nos percibió como una maldición y se le paralizó la cara con una mueca semejante a la de un bulldog, su rostro continuó deformándose cuando nos pasaron a su lado y seguía desfigurándose cuando el niño le sonreía o le balbuceaba algo y peor aún, cuando lo brincábamos para ir al baño o al pasillo; pero es que estaba tan tieso, que ni si quiera se dignaba mover sus “patitas” para facilitarnos la salida. ¡Vaya!, que además de grinch, tenía una actitud y un comportamiento que dejaba mucho que desear en cuanto a calidad humana.

Ahora bien, para mis hijos, ni más ni menos, que mi total admiración, porque se portaron como verdaderos campeones, eso sí, como niños no como estatuas. Sin embargo, tras esta desafortunada experiencia, lo que me queda claro es que mis vecinos o  no tienen hijos o sufren ataques de Alzheimer severos y olvidan lo que implica viajar con niños; o creen que los niños son máquinas con su correspondiente interruptor de on-off, o que los padres somos “hados madrinos” o seres todo poderosos capaces de transformar a nuestros hijos en adultos durante algunos periodos de tiempo...

Urge crear una cultura empática y respetuosa con los niños y con las familias. Tanto a nivel personal, social e institucional, se debería apoyar a las familias y facilitar cuestiones prácticas. Pe. Las aerolíneas podrían ser más "amigables con los niños y las familias", desde que reservas, deberían automáticamente asignar los lugares más amplios para las familias con hijos pequeños.  Asimismo, en los canales de música podrían incluir uno de música infantil tipo Cantajuegos y en caso de tener teles individuales podrían proyectar como British Airways la programación de Cbeebies o videos tipo Cantajuegos o Mother Goose Club y con lo que cobran por el asiento del niño hasta podrían darles un menú de comida infantil.

En fin, podría seguir dado ideas, pero termino señalando que si bien hasta para nosotros los adultos, es muy pesado viajar horas y horas en un avión, es ilógico e inhumano que pretendamos que los niños se comporten como adultos y que no haya una mayor conciencia social pro familia; si somos nosotros, las familias, quienes mantenemos temas como el remplazo generacional, la Seguridad Social, Pensiones, entre otros tangibles e intangibles.

Más allá de los inconvenientes y sacrificios que comportan los hijos, ellos son el futuro y dan vida, alegría y  felicidad  MasterCard… 100% priceless, impagable e incomparable.

¡Valoremos y apoyemos a las familias y a nuestros niños que son el futuro y esperanza!


No hay comentarios:

Publicar un comentario