Si
esperan una crítica sobre la actuación del nuevo Superman, los efectos
especiales, comparaciones con las pelis antiguas, con Batman o con las de
Marvel; sería mejor que consultaran metacritics, labutaca.net o algo similar,
porque en definitiva lo que a continuación expondré no tocará ni uno de esos
puntos. Asimismo, si no han visto la peli, mejor lean el artículo después de
verla, no vaya a ser que les adelante los detalles sobre el funeral del
personaje principal…
En
fin, como se pueden imaginar ésta no es de las pelis que entra en la categoría
de las de “mi tipo”, sino en las de “acompaño a mi marido y a ver qué tal”.
Sin embargo, menos mal que a él le gustan las de “este tipo” y que vamos juntos, porque me encantó y no me hubiera
gustado perdérmela. En realidad, cuando me pasa esto, reconozco que las diferencias entre esposos enriquecen y complementan
más de lo que a veces enloquecen.
¡Y
no crean que la peli me fascinó por el deleite óptico obtenido tras la
contemplación de la “armoniosa estética” del muchachito!, sino que de veras me
parece que la película toca puntos
esenciales, sobre los cuales, los padres debemos reflexionar, tomar decisiones
y acciones respecto a la formación de nuestros hijos.
La
historia me cautivó porque vi reflejada
una de mis más grandes preocupaciones y ocupaciones como madre, que es:
Formar
hijos libres-responsables,
que
sean coherentes y
que
actúen por convicción.
Se dice
fácil, pero no lo es. Tal vez por eso me identifiqué con los papás biológicos y
adoptivos de Kal-El/Clark Kent, quienes deseaban
lo mejor para su hijo e hicieron todo lo posible para que fuera un hombre bueno
y de bien, aunque él no pudiera entender o aceptar muchos aspectos y
tuviera tantas interrogantes.
Creo
que no soy la única mamá loca idealista que quiere esto para sus hijos. Así que
estoy convencida de que la pregunta que resuena constantemente en el corazón de
una madre y de un padre es:
¿Y cómo le hago para formar hijos
libres-responsables?
A mi
parecer, antes de establecer un plan de
acción es fundamental que los padres reconozcan que su hijo es un regalo y no
una posesión, un ser humano personal, co-creado, digno, único e irrepetible,
cuya naturaleza es amar y ser amado, esto es, buscar el bien propio y de los
demás. Solo concibiendo la grandeza de cada hijo y su valor infinito, se
puede:
- Formar con respeto y paciencia, según su dignidad e individualidad.
- Formar buscando su verdadero bien y sacando lo mejor de cada uno.
- Formar con humildad, sabiendo que se cometerán errores, que será necesario pedir perdón y rectificar.
- Formar con amor infinito, sin condiciones.
Tras valorarlos justamente, se
comprende la gran responsabilidad de formarlos y acompañarlos a lo largo de su
vida. Entonces, resulta
imperativo responder la siguiente pregunta:
¿Qué significa que los hijos sean libres-
responsables y buenos? ¿Qué implica?
Va
más allá de que hagan lo que quieran, de que sean simpáticos o “buenitos”. En
realidad, no es suficiente que se consideren “buenos” porque solo dicen
mentirijillas piadosas, no matan, no secuestran, no son “tan” infieles y no
roban “mucho”. Ni se pueden conformar con mínimos éticos o con un actuar bajo
una doble moral justificada en nuestros días con argumentos sentimentalistas o
utilitaristas.
Formar
hijos libres-responsables, exige asumir que existe una correlación indisoluble
entre amor, bondad y libertad, ya que:
- Para amar, necesitas ser libre y hacer el bien.
- Para ser bueno, necesitas amar y ser libre.
- Para ser libre, necesitas amar y ser bueno.
Por
tanto, sin amor no se puede ser libre ni hacer el bien. Si no existe el bien
objetivo, todo sería relativo, hasta el amor. Entonces, tampoco se tendría la
capacidad de elegir entre hacer o no el bien, ya que cualquier decisión sería
neutra, ni buena ni mala. Y sin libertad
no podríamos amar ni elegir hacer o no hacer el bien.
Así
pues, el que un hijo sea libre no significa que éste sea capaz de elegir “lo que quiera”, independientemente de
que sea bueno o sea malo. Para ser libre
se debe elegir “el bien”, “el mejor y el mayor
bien”, actuar en consecuencia y ser responsable de las propias elecciones y
acciones; optar siempre por el amor.
La
película permite descubrir a través de una historia de ciencia ficción, nuestra
misión como padres, resaltando la importancia de:
- Que el amor sea el fundamento para formar y el objetivo a conseguir: educar en y para el amor. Amor que busca y procura incansablemente el bien del otro, que reconoce su valor infinito y su unicidad. Amor que enseña a respetar, a amar a los demás y a perdonar. Amor que siempre exige del amado lo mejor sin esperar perfección, pero sí coherencia y humildad para rectificar y pedir perdón si fuese necesario. En consecuencia, amor que es efusivo y compromete a actuar a favor del bien común.
- Formar en y para la libertad responsable, que busca elegir siempre el mayor bien posible, por convicción, sin importar cuan arduo sea alcanzarlo. La libertad no puede separarse de la responsabilidad, consigo mismo y con los demás, ya que somos seres sociales y por tanto, interdependientes y responsables del bien común.
Formar hijos libres-responsables exige
contar con padres libres-responsables, que sepan amar y sean capaces de distinguir el bien, pero sobre todo de optar por él y llevarlo a la acción,
cueste lo que cueste; como los padres biológicos y adoptivos de Superman. Reconocer el bien es lo primero y elegirlo lo segundo. Sin embargo, lo
fundamental es hacer el bien, ya que la omisión puede ser igual o más grave que
una actuación mala. Por eso, no basta conformarse con “no elegir el mal” o “no hacer
el mal”; sino que hay que “elegir el bien”,
y sobre todo, “hacer el bien”.
El
Sr. Kent mantiene un diálogo muy interesante con Clark cuando sus compañeros lo
“bulleaban” que más o menos decía así: yo
también tenía ganas de que les pegaras, pero eso no soluciona nada, algún día
influirás en el mundo, con buen o mal carácter. El mensaje es muy profundo,
ya que definitivamente, según las
decisiones que se toman y las acciones que se van realizando, la persona se
autodetermina y va configurando su futuro.
Ciertamente,
si siembras un hábito malo cosecharás un vicio, mientras que si siembras un
hábito bueno cosecharás una virtud. Así pues, se van forjando pautas de
actuación, viciosas o virtuosas, que escriben la historia de la propia vida, generando
consecuencias y circunstancias específicas y acordes al actuar elegido.
Superman
hacía el bien y actuaba como "hombre de acero", coherentemente, sin dobleces, sin dudar y sin vanagloriarse porque
desde pequeño “había aprendido a
centrarse en lo esencial” y a ser libre-responsable. Distinguía, elegía y
actuaba conforme al bien. Por eso, no dudó en entregarse, sin saber si
podía confiar en los humanos, afirmando: no
me entrego a Zod, sino a la humanidad. Al igual que más tarde, no duda en
arriesgar su vida para salvar a la humanidad, a costa de destruir la única
posibilidad de garantizar la existencia de su “raza” porque era lo correcto.
Lo
anterior refleja un alma buena y coherente que actúa por convicción, que ha
aprendido con el ejemplo de sus padres a amar y por tanto, a procurar el bien
común, aunque su vida esté en juego. Además, se puede percibir otra
característica del “bien” y de “hacer el bien”; a final de cuentas salen
a relucir aunque se les mantenga escondidos. El amor y el bien resplandecen aun cuando intenten ser acallados, hacen
recobrar la esperanza y surgir la confianza, para finalmente, triunfar sobre el
mal.
Seguro los padres de Superman,
biológicos y adoptivos estarían orgullosísimos de su hijo, ya que habría
conseguido lo que todos esperamos que nuestros hijos logren: conocerse, aceptarse y superarse; ser
respetuoso, responsable, coherente, libre, saber distinguir, elegir y hacer el
bien... dejar huella, cambiar el mundo, según sus posibilidades. Sin embargo, ni nosotros ni nuestros hijos
somos personajes ficticios de cómics, sino personas reales, perfectamente
imperfectos y libres. Así que, más vale que nos ubiquemos y seamos conscientes
de que nadie es tan perfecto y nadie vive una vida predeterminada y con un
final escrito, somos libres y nuestros hijos también. No todo depende de nosotros, no podemos controlar sus decisiones, sólo
nos corresponde sembrar y esperar...
Aunque
debo confesar que cuando conozco, “supermanes
o superwomans” terrícolas, o sea, personas admirables por su ejemplo de vida, por
su liderazgo positivo y transformador que deja huella y cambia el mundo; sin
quitarles su mérito individual, inmediatamente pienso en sus padres, que
permanecen en el anonimato mientras su hijo brilla. Entonces, me pregunto sobre
cuánto de lo que vemos en esos hijos, ellos moldearon o sembraron. Me cuestiono
qué y cómo le hicieron para formarlos Asimismo, tengo curiosidad de conocer qué
otras personas o circunstancias influyeron decisivamente en esas personas para
que sean quienes son. En realidad, tal vez mi curiosidad representa el iluso
deseo de encontrar la clave mágica para formar a mis hijos de forma que
garantice su felicidad, cuando ¡no hay recetas! Y entonces concluyo convencida:
La
única forma para influir positivamente en nuestros hijos es
empezando
por nosotros mismos.
Obviamente, nadie es perfecto, ni
nosotros los padres, ni nuestros hijos; pero si queremos que el mundo cambie tenemos que dejar mejores hijos y eso
nos exige ser mejores personas y padres. Es imprescindible ser conscientes
de que el amor al educar y el ejemplo de los padres impactan lo profundo del
alma de los hijos, modelan su autoestima, su auto-respeto y su sentido de la
vida, así como la concepción del otro.
Olvidémonos de expectativas absurdas y
centrémonos en lo que sí depende de nosotros: nosotros mismos. Todos sabemos que las palabras convencen,
pero que solo el ejemplo arrastra. Así que dejemos de hablar tanto y empecemos a
auto-exigirnos más, a ser y a vivir según máximos, aprovechando el tiempo para ser
mejores personas, desarrollando comportamientos virtuosos que hagan de nuestras
vidas, obras de arte, dignas de ser admiradas, que formen con la sola presencia.
Que nuestras vidas sean las que hablen
y no nuestras bocas con sermones
poéticos pero patéticos.
Que nuestros hijos nos vean elegir el
bien mayor, que nos vean vivir en la verdad,
que nos vean ayudar, que nos vean
perdonar, que nos vean amar…
Sólo así podremos estar tranquilos de
que hicimos “todo lo posible” por
formarlos libres-responsables. Las semillas quedarán sembradas, a la espera de
ser cultivadas por nuestros hijos según el ejercicio que decidan hacer de su
libertad. El verdadero amor de por los hijos se palpa cuando sus padres dan lo
mejor de sí, incansablemente, sin renunciar a la exigente misión de ser madre o
padre y les dan alas, para finalmente:
Dejarlos en libertad,
para que vuelen hacia y hasta donde
ellos decidan…
siempre esperando que sea hacia y hasta
lo más alto, según sus posibilidades…
.
NOTA: este artículo no considera el punto de la "producción" de kriptonianos, que da para un largo y tendido debate bioético. Asimismo, tampoco desarrolla el hecho de que Jor-El hubiese modificado genéticamente a su hijo, "insertando el códice" para salvar a los de su raza. Los hijos deben de ser engendrados por amor y amados en sí mismos, nunca deben ser utilizados y considerados como medios. El ser humano es fin en sí mismo. Sin embargo, las aclaraciones serían dignas de un artículo independiente.
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