martes, 25 de junio de 2013

Para como está el mundo...






Hace poco, por motivos laborales, conocí a una persona cuyos “consejos” me dejaron fría; más aún porque en teoría era alguien con formación personalista. Evidentemente, no pretendo, ni busco juzgarla como persona. No obstante, lo que me dijo en escasas dos horas, da para realizar un autoanálisis y decidir cómo actuar como mujer,  esposa, madre, profesionista, ciudadana e incluso, como creyente.

Prácticamente me doblaba la edad y en el tono de su discurso se percibía cierto aire de superioridad hacia “la niña inocente que no sabe nada del mundo real”, mezclado con un deseo real, bien intencionado, de “ayudarme a ver la luz”.

 Me centraré en tres afirmaciones que me hizo, cuya justificación común era: “para como está el mundo”…

  • “Para como está el mundo, si quieres triunfar y hacer algo, no puedes ser tan perfeccionista”. Es cierto que el perfeccionismo puede dejar de ser una cualidad y convertirse en un defecto y obstáculo, pero en el contexto que se manejaba el término, éste se malentendía, ya que pretendía justificar lo malo como bueno,  la ley del mínimo esfuerzo, el conformismo y la mediocridad.
  • “Para como está el mundo, no puedes decirle la verdad a tu marido sobre lo que sabes, haces y logras, porque eso romperá su relación. Ante él siempre tú menos, para que él se sienta más y logre más”.
  • “Para como está el mundo, siempre les digo a mis hijos, si son infieles que no se note. Sean inteligentes como su padre, que ni sé si lo ha sido y si lo ha sido, no me enteré”.

Es cierto que me falta mucho por vivir, aprender y crecer… Sin embargo, díganme idealista o ilusa, pero a pesar de mis mil y un defectos y mis mil y un caídas; ni la mediocridad, ni la mentira, me resultan justificables ni aceptables. 

Como mujer, esto es como ser humano personal, me parece patético y degradante no aspirar a ser mejor en todas las áreas, así como no dar lo mejor de mí en cada momento de mi vida.

Como esposa, no concibo que la verdad no  sea uno de los principales cimientos en la relación de pareja. Me parece ridículo, ofensivo, dramático , tan alejado del amor y de la felicidad, no poder confiar plenamente en él, no dejar que me conozca a profundidad, ocultar parte de mí, no poder compartir mis intereses y mis logros. Para mí eso significa no poder  experimentar el amor, no poder ser amada y admirada con  el “todo incluido”: cualidades y defectazos. Creo que para mantener una relación sana tiene que existir respeto,  equidad,  ganar-ganar, confianza, admiración mutua, además de una gran capacidad de perdón. La mentira y la hipocresía tan solo podrán, en algunos casos, mantener las apariencias, pero no generarán nunca una relación sana, estable, comprometida que permita un crecimiento integral, ni personal ni de pareja; permitirán como mucho relaciones de lucha de poder,  sadomasoquistas y  de decrecimiento o incluso de  degradación.

Como madre, aspiro a no renunciar nunca  a mi responsabilidad de ser quien soy ante mis hijos; su mamá, no su amiga ni su vecina, sino su madre con todo lo que implica… Empezando porque si los dejo sin madre, los dejo huérfanos. Sé que son libres y harán lo que ellos decidan, por eso es vital que  sepan que:
  • Existe la verdad, inabarcable absolutamente, pero no por eso relativa.   
  • Existe el bien y se debe actuar siempre buscando el bien mayor. Hacer el bien, hacer  lo correcto, debe ser un imperativo independientemente de que te vean y se sepa, o de que no te vean y no se sepa.
  • Las justificaciones para actuar mal o mediocremente tan solo denotan una personalidad inmadura, que no se responsabiliza de sus actos y es  incapaz de amar verdaderamente.
  • Ni el amor ni la felicidad pueden coexistir con la mentira ni con la mediocridad.

Así pues, de hecho,  por “como está el mundo”, estoy convencida de que si quiero que mis hijos sean hombres y mujeres de bien, que triunfen como personas y que sean felices (verdaderamente); más vale que siembre semillas para que sean personas de una pieza, virtuosos y que no se conformen con mínimos, ni con placeres inmediatos-pasajeros, ni con demás banalidades o falsos dioses y éxitos que tan solo les dejarán vacíos y en soledad.
  • En primer lugar, definitivamente creo que es un privilegio existir en este mundo como persona libre, dotada de inteligencia y de voluntad, pero sobre todo con capacidad de amar y de ser amada; cuestión trascendental y exigente, incompatible con el conformismo y el engaño. Por ahí dicen que no exigir del amado lo mejor, no es amor, sino indiferencia. Creo que esto se aplica a todo, empezando por nosotros mismos. Si tenemos autoestima y auto-respeto, tenemos que buscar dar el 100% en todo lo que hagamos sin excusas, sea a nivel personal, familiar, laboral, estatal, etc.
  • En segundo lugar, no hay mejor forma de crecer que en el encuentro con el otro, siendo el matrimonio el lugar ideal para conocernos, aceptarnos y  superarnos. Además, si se toma en cuenta que principalmente se educa con el ejemplo, qué mejor que mantener una relación imperfecta pero feliz y de amor con él para formar a los hijos.
  • En tercer lugar, un padre responsable  no debe promover en sus  hijos conductas indignas, alejadas de la verdad,  del bien y del amor.  

En fin, “para como está el mundo”, lo que nos queda es ser mejores seres humanos, mejores personas, mejores padres, mejores hijos, mejores hermanos, mejores amigos, mejores profesionistas, mejores  ciudadanos; esto es, ser más buenos y amar más, en todo y con todos. No es tarea sencilla, pero solo así podremos dejar de dar malos consejos, bien intencionados pero alejados del valor infinito que tiene la persona, sea quien sea, marido, hijos o desconocidos. Solo así podemos dejar de preocuparnos por el mundo que les dejaremos a nuestros hijos, porque habremos hecho todo lo posible y hasta lo imposible, por dejar mejores hijos a nuestro mundo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario