viernes, 9 de noviembre de 2012

Mamá, papá... sé lo que eres











Cómo duelen las caídas, los golpes, las heridas y el sufrimiento, pero a las madres y a los padres nos duelen más las de los hijos que las propias. 
                Qué tal se te retuerce el hígado cuando ves que tu hijo que por fin comienza a no arrebatar, a compartir, a utilizar las palabras mágicas (por favor, gracias y de nada), a esperar su turno, a no pegar, a cuidar los juguetes; de pronto…. En unos juegos públicos un escuincle lo empuja y le pega (a propósito, no sin querer)… O el hijito de tu amiga que invitaste brinca en el sillón y además está subiendo los zapatos o se para en la silla o se pone a aventar cosas o a pisar su piano favorito.  O el amiguito que lo invita a su casa, pero no le presta nada, vaya,  ni si quiera la basura pedida “por favor”…
                Obvio se te parte el corazón, pero así es la vida, no será ni la primera ni la última vez. Así que ni modo, a aprovechar estas situaciones para continuar formando. Primero que nada, respira, ubícate y no magnifiques lo sucedido. Luego explícale lo que pasa, enséñalo a darse a respetar, ayúdale a encontrar alternativas,  a perdonar,  y sobre todo a ser auténtico para que no imite lo malo, porque tarde o temprano empezarás a escuchar la típica frase, ¿y por qué él sí y yo no?
                Está bien que te sientas orgullosa de lo bien que se portó tu niño ese día, pero ten en cuenta que esta vez te tocó ser la mamá sentada en el banquillo de los inocentes. No cantes victoria, más de una vez estarás junto a tu chilpayate del otro lado y verás lo disgustada que te sientes de que tu hijo lastime a otros o se comporte así, cuando se lo has explicado, sin exagerar, cerca de un millón de veces, con paciencia y creatividad, y sin estas. Sentirás además impotencia y hasta  vergüenza. Por lo que evita juzgar con dureza, ya que no sabes qué hay detrás. También recuerda que hay comportamientos típicos de la edad, aparte cada niño tiene una personalidad  y un ritmo de aprendizaje, a pesar del amor y la dedicación de sus padres.
                Ahora bien, para qué negarlo,  lo que de plano te hace el hígado paté es la pasividad de algunos padres de estas “adorables creaturitas”, que pasan olímpicamente o se ríen y hasta justifican a su “pobre angelito”: sí es así es, es terrible, es una amenaza, nada lo detiene, es que está chiquito, no sabe, fue sin querer, es súper líder, etc. Estas justificaciones evidentemente van en perjuicio del menor, deforman la conciencia, impiden que el niño identifique con claridad lo bueno de lo malo, refuerzan conductas negativas, le provocan inseguridad y le acarrearán conflictos y frustraciones.
                Si bien es cierto que hay que dejar que los niños resuelvan sus problemas,  es fundamental darles unas pautas de actuación y aprovechar los momentos cotidianos para formarlos en valores. Si los padres esperan que la escuela, el Estado y los amigos lo hagan, busquen un banquito para no cansarse de esperar y al menos esperar sentados, porque lo más probable es que no suceda, nadie los sustituirá. Los padres somos los primeros responsables de la formación de nuestros hijos, dejar en manos de otros lo que es nuestro deber, es dejarlos “huérfanos” sin necesidad.
                Es cierto que hay circunstancias dramáticas e inesperadas que dejan a algunos niños sin poder contar con la natural  guía de sus padres, obligándolos a buscar otros modelos y muchos logran salir adelante. Igualmente, existen personas notables a pesar del mal ejemplo de sus padres o de que estos no ejercieran correctamente su rol paternal. Sin embargo, estos casos deben de ser excepciones, lo que es ilógico, temerario y hasta cruel es renunciar intencionalmente a la responsabilidad de formarlos, dejándolos abandonados a su suerte, esperando que se saquen el gordo de la lotería. Por qué dejarlos caminando a ciegas por la vida, esperando que de milagro se encuentren un perro guía o en el mejor de los casos un cirujano oculista que los deje ver. ¿Por qué dejar que caminen lisiados por la vida sin que hubiera tenido que ser así?
                Si por un lado está el ejercicio responsable de la maternidad/paternidad, hay que ser concientes que de la mano de éste va la libertad de nuestros hijos. Ellos no son nuestra propiedad ni nuestra extensión, sino seres humanos personales únicos e irrepetibles y libres. De hecho, aun en su dependencia podrás experimentar día a día su personalidad, sus cualidades, sus capacidades, sus defectos y su autonomía.
                ¿Qué tal su “perseverancia” para hacer lo que no deben, incluso cuando han sufrido las consecuencias? Esos golpazos que se dan en tus narices justo tras decirles que se podían caer y lastimar, luego no dejarse aplicar hielo en el cuerno que les sale inmediatamente y lo mejor del caso, es que en la noche, lo vuelven a hacer… ¿Por qué? Tal vez puedes mejorar tu pedagogía, puede ser… Sin embargo, creo que los padres también necesitamos tomarnos nuestras pastillitas de “ubicatex” y ser concientes de que no somos todopoderosos y no todo lo bueno que les pasa o hacen nuestros hijos es por nuestros méritos ni todo lo malo es por nuestra culpa. Es importante que reconozcamos su “otroreidad”,  o sea que no son yo, sino un otro totalmente distinto y para “colmo” o más bien, afortunadamente,  ¡libre!
                Por momentos quisiéramos poderles comprar una vida sin lágrimas de dolor, pero entonces no sería vida lo que les daríamos y pues ya que tienen que vivir aquí en el planeta Tierra, más vale que les enseñemos a usar su libertad responsablemente y a convivir tanto con la alegría como con el dolor, para que sean mejores personas cada día y felices, incluso en los momentos adversos.
                Esos golpes que sufre tu niño que te duelen tanto y que a veces hacen resonar en tu mente, aunque no se lo expreses, el “te lo dije” o “lo sabía”, sólo son el inicio de una larga cantidad de momentos en los que experimentarás que verlos crecer duele, es el precio de la libertad. Es importante que los golpes que reciban sólo sean los que les tocan por su libertad o por el “destino”, porque créeme que con esos le bastan, no necesitan pilones debido a que desistes de ejercer tu  papel como primer responsable de su formación.

¡Mamá y papá, sé lo que eres, madre o padre, no cuate ni fantasma!

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