sábado, 30 de junio de 2012

Tienes que ser obediente... ¿imperativo irrefutable?



“Ayúdame a ser un niño bueno y obediente” era la frase final que una madre le rezaba a su hijo antes de dormir. La oración se me quedó dando vueltas cual mayate en mi cabeza, produciendo un cierto temor respecto a las posibles consecuencias que ésta última palabrita podría traer. Específicamente me quedé pensando en cómo entendería ese niño el ser “obediente”, porque ese pequeño intentará complacer las expectativas de su madre y tal vez de Dios, por lo que querrá ser obediente porque sabe que eso trae recompensas materiales  o intangibles. Por tanto, el tema adquiere una complejidad especial.


¿Alguna vez te has puesto a pensar lo delicado que es educar en la obediencia?


Este artículo no pretende juzgar la oración de esa madre, ni proponer una forma de pedir a Dios valores ni virtudes, sino contemplar los riesgos de que se malinterprete el concepto de obediencia y los peligros de exigir a un hijo una obediencia ciega e incuestionable. Además, como madre/padre - formador es fundamental realizar constantemente auto exámenes, para en caso de ser necesario, modificar fundamentos y métodos o simplemente mejorar.


¿Realmente los hijos, siempre y a todos, tienen que obedecer?

¿La “desobediencia” puede estar justificada?



Esperar de un hijo una obediencia ciega e incuestionable, no es cosa del pasado, todavía muchas familias, formadores y autoridades que esperan que el niño obedezca sin rechistar, “rapidito y de buenas”, pero me pregunto al respecto:




·    ¿Los padres, formadores y autoridades siempre tienen razón en todas sus peticiones, exigencias y expectativas?

·      ¿Ser padre/madre, formador  o autoridad te da el poder de ser infalible?

·       ¿Los hijos no tienen derecho de diferir, de cuestionar o de negociar?

·         ¿Toda petición debe ser obedecida sumisamente?

·      ¿Esta postura  podría propiciar maltrato infantil? ¿Podría favorecer una situación de abuso infantil (físico, psicológico y/o sexual) y que además, el niño por falsa obediencia lo oculte?

·      ¿Podría influir en el seguimiento de un líder negativo y la consecuente realización actos malos?

·       ¿Podría fomentar el desarrollo de una personalidad insegura y dependiente?


Creo que no hace falta contestar las preguntas, ya que surge inmediatamente el siguiente cuestionamiento:

Entonces, ¿cómo formo la sana obediencia?


Como siempre, el viejo Aristóteles no pasa de moda y respondería: forma siempre en el “justo medio”. ¡Evidentemente ya lo sabes! De hecho, ahí está el arte de ser padres y la gracia que hace descubrir el reto que esto implica. Tomando en cuenta el consejo del sabio griego y sabiendo que no es tarea sencilla inculcar este valor y que no se puede prescindir de la obediencia si se quiere vivir el respeto, el orden y la paz interior y social, no te queda más que ingeniártelas para hacerlo lo mejor que puedas.

Para empezar, como formador – autoridad, tienes que tener presente que existen normas naturales y sociales, que nos parezcan o no, se deben acatar por el bien propio y/o común. Esto es, tu hijo puede pensar que le gusta más conducir a la inglesa, por la izquierda. Pues sí, por poder, puede pensar que es m{as “cool” o más “nice”, pero de hacerlo, tendrá sus consecuencias y generará caos. Asimismo, puede decidir “simplemente” vivir sin amar y hacer el mal, pero dado que no es lo que le corresponde como ser humano, también vivirá las consecuencias personales y/o civiles. También hay situaciones de riesgo en las que obedecer es un imperativo, en un incendio tu hijo sale porque sale, quiera o no, dormido o despierto, por favor y sin favor, porque el fuego quema tanto a los que le huyen y creen que quema como a los que le desafían.

En fin, hay cuestiones que deben ser obedecidas sin lugar a dudas o a pesar de los pesares, bien argumentados o no. Es necesario inculcar el saber obedecer a la autoridad, normas u órdenes, naturales o sociales, justas y verdaderas. Sin embargo,  se debe tener presente que, anteriormente y/o en paralelo, se debe cimentar en los hijos:

  • Sabiduría: a través del desarrollo de la inteligencia como facultad que busca la verdad  y de la capacidad de reflexión, para que se cuestionen sobre la verdad y el bien de los actos, pensamientos y sentimientos, propios y de otros, para que entonces, puedan discernir si lo exigido, debe o no, ser obedecido.

  • Fortaleza: para que puedan ejercer la voluntad que busca el bien, y a pesar de que una exigencia justa sea ardua, logren obedecerla. Igualmente en el caso contrario, al  encontrarse ante la necesidad de  “desobedecer” una petición injusta, puedan mantenerse firmes.

Así pues, es necesario educar en la obediencia sabia y fuerte, tanto a nivel personal como social, ya que puede ser que en ocasiones, lo correcto sea “desobedecer”. Por ejemplo, sin ir al típico tópico de los nazis que en el juicio de Nüremberg justificaban su inhumano y cruel proceder por obediencia a sus superiores, basta pensar en el típico regaño sarcástico de los padres: “ah lo hiciste porque te dijeron que lo hicieras, ¡qué obediente!, me sorprende lo “obediente que eres”, ¿si fulanito te pide que te tires del balcón también lo harías?”.

Ahora bien, como sabes,  desgraciadamente una buena formación no hace inmunes ni intocables a nuestros niños frente al mal ejercicio de la libertad y al abuso de autoridad de la que pueden ser víctimas, tanto de adultos como de iguales, pero al menos sí les da más armas para “defenderse” y para optar por ejercer correctamente su libertad.

En definitiva, nuestros hijos tienen que saber discernir entre lo que es verdaderamente “obedecible” y lo que no lo es, por justicia, por conciencia y por su bien. Asimismo, como padres hay que tener clarísima la diferencia entre enseñar a obedecer a un perro vs formar a un niño obediente, porque a veces más que un hijo, parece que hay padres que creen que tienen una mascota. En primer lugar, subestiman su capacidad intelectual y de comprensión y en segundo, confunden formar con adiestrar.



 
Obviamente, a los animales se les debe de cuidar y respetar, pero un niño tiene una dignidad especial como ser humano personal y por más semejanzas que se quieran encontrar, la diferencia entre un animal y una persona es abismal. En consecuencia, tu hijo se merece mucho más que un simple adiestramiento para que sea obediente bajo parámetros conductistas.  Tú hijo sí necesita saber el por qué y el para qué, tu hijo debe ser capaz de obedecer en libertad, lo justo y verdadero.

 

Por su dignidad humana, el valor de tu hijo es incuantificable, es único, irrepetible e insustituible, por eso no deberás educar de la misma manera a todos tus hijos. Por lo mismo, no esperes obtener la receta para educar en la obediencia. Hay infinitas formas de formar, si quieres toma en cuenta las reflexiones anteriores, pero sobretodo recuerda que no sólo tienes que esperar que tu hijo cuestione, sino que debes  fomentarlo y formarlo en el amor a la verdad y al bien, para que junto con la capacidad de reflexión, por convicción y libremente, obedezca lo obedecible y desobedezca lo desobedecible.

1 comentario:

  1. Me parece un articulo muy interesante. Educar es un arte, pero hasta para las artes hay que capacitarse para estar mas preparado. Por este blog me parece muy buena idea para tener mayor conocimiento sobre estos temas. Felicidades!

    ResponderEliminar