No sólo al formar a tu hij@ tienes
que contar constantemente hasta 100, hay muchas otras situaciones que requieren
autocontrol, así que en cierta forma se podría decir que por variarle, ya mejor cuentas del último “cien” al siguiente,
aunque resulte difícil pronunciar del millón cien al millón doscientos…
El de hoy no es un tema del que se
hable. En general, cuando piensas en bebés antes de haberlos tenido, tu imagen más
cercana de ellos viene directamente de Hollywood o del recuerdo de tu infancia
al jugar con muñecas, se les imagina cuasi angelicales, se olvida que son tan
humanos como tú y por ende, tienen las mismas “necesidades” sólo que aún sin
control…
En fin, esas creaturitas
indefensas y “dependientes” son capaces de dejar al descubierto tu vulnerabilidad
constantemente, poniéndote en circunstancias inimaginables:
Todo empieza cuando nacen y descubres
que sus pañales sí están sucios, no como los de tus muñecas. La primera
sorpresa es que los primeros días hacen lo que parecería puré de zapote negro y
luego, mostaza de dijon. Claro que eso, si bien sorprende, no te hace perder el
control sino lo que sucede cuando estás ahí tú, en pleno combate a tres frentes,
luchando contra: 1) algodón con agua (porque los primeros 15 días te dicen que
no uses toallitas húmedas) 2) pañal y 3) el trinomio llanto/berridos – piernas movediza y tiesas con fuerza brutal –
cuerpo aguado. Teóricamente cambiar un pañal no es complicado pero la práctica
bajo estas circunstancias contradice la teoría, la primera sorpresa viene
cuando pasas el algodón mojadito y escuchas un segundo disparo (literal) de
zapote negro o mostaza de dijon, cómo les explico que es importante no haber
quitado el pañal del todo y tener abajo cambiador… La segunda sorpresa es que
les da frío al tener ventiladas las pompas, y si es niño, el disparo de pipí
puede tener consecuencias mayores que el de niña.. ¡Vaya hasta gárgaras podrías
hacer! Además, de sumarle lo “normal”, que no pasa de que escurra por el
cambiador hasta la cama, sillón o suelo, dependiendo la pendiente y dónde
estés, además del correspondiente cambio de ropita. Pues te lo dejo de tarea, ya
sabiéndolo puedes tomar precauciones, pero te aviso que no dejan de ser
momentos estresantes…
Hay otra situación que puede
suceder, sean recién nacidos o más mayores, pero causa más estrés con los
primeros: que se hagan pipí en la tinita es lo de menos, ¡el problema es cuando
se hacen popó!… Tu sensación de inutilidad y pérdida de control es angustiante,
te bombardean mil preguntas l@ saco, a dónde, cómo, con qué, cómo l@ enjuago,
qué hago, etc. Se pone más divertido si además estabas usando un accesorio
cubierto de toalla para que no se te resbale, así no sólo hay que tirar el agua
sino tallar la decoración… Sin embargo,
todavía puedes entrar a ligas mayores, llega el papá de trabajar y súper mono decide
meterse a la tina con su “angelito” para disfrutar, colaborar y relajarse… De
pronto el agua cambia de color y consistencia, mientras flotan cosas que no son
juguetes exactamente… Se oyen gritos de terror que empiezan por: ¡Auxilio! Y acto
seguido el llanto descontrolado del niño asustado al percibir tanto
nerviosismo. Respecto a esto, sinceramente, mis mejores deseos: ¡Que no te
suceda! O que si te pasa, al menos sea en la versión “editada”, en la regadera
y no en la tina, ya que el “susto”, la tensión y el “desastre” son menores.
Finalmente, también puede suceder
que aunque el niño esté parado junto al escusado y ya tenga un cierto conocimiento
de lo que hace y cuándo lo hace… Mientras estás poniendo el agua de la
regadera, volteas y de pronto ves a tu hij@ con cara de “circunstancia” y
posición “peligrosa”, pero no detectas aún ninguna “anormalidad”, así que a
toda prisa l@ cargas para sentarl@ en el escusado, mientras le dices: “si
quieres hacer pipí dí, mamá pipí. Se hace en el escu no en el tapete”… No has acabado
de sentarl@ ni de decirle tu frasecita, cuando de pronto, ¡te cae “algo” en el
pie y al fijarte bien en el tapete ya hay un adornito!!!! Lo siento, llegaste
tarde…
Bueno, quien ya tiene hijos sabe
que no miento y podría contar mil y un historias más. Las que van a ser mamás o
quieren serlo, siento mucho haberles contado que los unicornios no existen,
pero a veces está bien ser realista. Algunas “situaciones de riesgo” pueden ser
disminuidas de una u otra forma, siempre hay otras que se salen totalmente de
control. Así que tanto para unas como para las otras te puede venir bien una
gran dosis de buen humor y tomarte con “filosofía” estos accidentes cotidianos
de falta de control de esfínteres…
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