jueves, 24 de mayo de 2012

Fuego cruzado



Se ven monísmos los hermanitos de la foto. Sin embargo, mi ginecólogo nombró así, fuego cruzado, las situaciones a las que los padres se enfrentan cuando empiezan a tener más de un hijo. Como se podrán imaginar, el número de frentes abiertos con posibilidad de fuegos cruzados es directamente proporcional al número de hijos, por lo que en ocasiones hay quien se puede sentir participando en la Segunda Guerra Mundial y se conformaría con poder tomar un cursito “básico” con algún estratega como Napoleón, eso para empezar...
De cualquier forma, independientemente de tus habilidades innatas, inquietud intelectual y la cantidad de libros leídos, los hijos son capaces de aplicarte cada vez un examen final con un grado mayor de dificultad y por lo general, superan tu imaginación. Así que cuando  tras algún fuego cruzado, hayas reflexionado sobre la situación y tu actuación, descubriendo tus aciertos y fallos y decidas nuevas estrategias a implementar en otra ocasión, puedes estar segura de que no se repetirá ese mismo acontecimiento. Cada día es una nueva aventura con sus nuevos retos y sus propios y originales fuegos cruzados.
Una de las primeras dificultades al entrar un nuevo miembro a la familia es que con él viene de la mano el caos. Justo cuando como pareja y familia tenían dominadas las rutinas y había un cierto orden, se pone a prueba su capacidad de adaptación al cambio, flexibilidad y habilidad para establecer una nueva organización.
Tomando en cuenta lo anterior y aparte de las cuestiones de seguridad que deberás tomar en cuenta al recibir a un recién nacido en casa, me centraré en contarte algunos fuegos cruzados con los que tendrás que lidiar teniendo un hermano mayor que no va al cole; para que te prepares, al menos con paciencia:

ü   El bebé terminó de comer antes que se despertara el mayor, por lo que piensas “perfecto, ahora podré hacer x o y”. Juras que lo dejarás dormido para poder desayunar – bañarte y bañar al mayor – para vestirse y arreglarse, pero no, el chiquitín que en otros momentos duerme cual oso, se lo ha repensado y en cuanto enciendes la regadera se le esfuma el sueño y comienza a llamarte en su idioma - lloridos.

·   Si lograste entrar a la regadera… Te estás bañando con el mayor para agilizar los trámites y de pronto oyes los alaridos del chiquito. Entonces por más que te apuras el tiempo se te hace eterno y además, basta que tengas prisa para que las cosas no fluyan, o sea que el mayor se caiga o se haga pipí en tu cama, porque lo sacaste envuelto en la toalla y lo dejaste sobre tu cama sin ponerle el pañal, mientras calmabas un poco al otro. 

ü   Por otro lado, dar pecho permite que acumules anécdotas, ya que especialmente al principio las tomas son largas y frecuentes. Además, el niño mayor estaba acostumbrado a tener toda tu atención y es muy breve  el tiempo que pueden permanecer realizando una misma actividad.

·   Así que imagínate dando pecho mientras el mayor está jugando por ahí en el suelo y todo parece ir de maravilla. Espera, no te emociones, si las tomas son largas tienes que buscar la forma de que sienta que también le haces caso y también tienes que estar atenta a cambiar de actividad antes de que empiece  a desesperarse porque si no, sucederán cosas que irán subiendo tu nivel de estrés y enojo,  porque se le  ocurrirá hacer todo lo que no debe e incluso lo que normalmente no hace: aventar los juguetes, pegarle al perro, meterse a la boca cosas chiquitas, morder su libro y/o se subirse al sillón o a la cama sentándose en el punto más peligroso, claro todo acompañado de algún que otro llanto.

·   Una variante puede ser que mientras estás dando pecho hayas pensado que es buena idea leerle al mayor y sí, pero nuevamente recuerda que su lapso de atención es breve, si te descuidas como está ahí sentado juntito a ti y al bebé, así como de pronto le da un beso y un cariñito, le suelta un guamazo.

ü   Pasando al tema, siesta u hora de dormir del mayor, te puede suceder de todo, menos lograr acostarlo a la hora que usualmente lo hacías y que se duerma rápido.

·   Puede ser que se te junte darle pecho, junto con la siesta o la hora de dormir y piensas que no será tan complicado darle mientras acompañas al mayor a que se duerma…. Error… como el hermanito es la novedad, no se duerme, se alborota y se le va el sueño, al menos hasta que se acostumbre o aprenda a dormirse sin que estés por ahí.

·   Lo anterior también sucede en las madrugadas, parece que los hermanos tienen telepatía y justo cuando estás dando pecho, el mayor tiene un despertar nocturno y te llama a grito pelado. Ahora bien, si tu marido está no hay problema él va, pero lo divertido se pone cuando no está.

·   O bien, justo está dormido el pequeñín y  te apresuras a que el mayor haga la siesta, pero al momento de llevarlo a la cama, se le acabó el sueño al chiquito, ¿por qué? Misterio sin resolver y claro, si llora el otro no podrá conciliar el sueño.

·   También se te recorre el horario porque te ofrecen pasear al mayor (cosa que agradeces infinitamente, para que se distraiga y se sienta especial) y llega tardísimo constantemente. Obvio no importa porque sabes que es bueno para él, sólo que forma parte del nuevo desorden de rutinas.

En fin,  esas son algunas anécdotas de fuegos cruzados a partir del segundo hijo, con más hijos aumenta la emoción y sube la adrenalina. Ahora bien, podrías incluirte en los frentes: a ti,  a tus actividades y necesidades que a veces parecen ser incompatibles con un hijo. De hecho, en lo personal, he llegado a la conclusión de que algunas realmente son 98% incompatibles, por ejemplo: lograr bañarte y comer con calma e ir al baño sola después de tener un hijo entran en la categoría de “lujos”.

Después de todo esto… ¡Que no cunda el pánico! Recuerda que tras la tormenta siempre llega la calma. Poco a poco, irás dominando el arte de tener dos hijos o más y sacarás al pulpo que todas las madres llevamos dentro y lograrás bañar al chiquito mientras el mayor anda rondando por ahí, incluso haciendo travesurillas o bien podrás, comer tú, al mismo tiempo que le preparas la comida al mayor y le ayudas para que  coma, a la vez que estás dándole pecho al pequeño y contestas el teléfono.

Tras todo el rollo, lo fundamental es que sepas que “sobrevivirás” y vivirás feliz si mantienes el equilibrio, una actitud proactiva y una mentalidad positiva. Por tanto, te sugiero que:

1.       Pidas paciencia y cuando se te agote, pidas más paciencia. Olvídate de “contar hasta 10”, será inútil, lo rebasarás constantemente. Lo mejor es forjar un corazón grande cuyo límite sea el infinito… Por si acaso…  

2.       Valores cada momento con tus niños porque cuando menos lo pienses ya te están trayendo a los nietos de visita o para que los cuides. 

3.       En lugar de vivir enojada, frustrada y quejándote de los momentos de fuegos cruzados,

a.       Agradece el don de la maternidad y piensa cuántas mujeres desearían poder estar en tu lugar y por una u otra razón no pueden.

b.      Ofrécelos por algo o alguien, eso te ayudará a darle sentido a esos instantes de dificultad.
c.       Aprovéchalos para aumentar tu buen humor, aprende a reírte de ti mismo y de esas circunstancias, lo pasarás mejor y lograrás más. Sonríe y dales a tus hijos tu mejor cara, que ellos aprenden de ti e imitan hasta tu expresión facial.

d.      Relájate, céntrate en lo esencial y no te desgastes con lo que no lo amerite. ¡Vaya, qué más da si se acuesta más tarde!, etc.


¡Ánimo, que descubrirás que eres mucho más capaz de lo que creías!

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