Se ven monísmos los hermanitos de la foto. Sin embargo, mi ginecólogo nombró así, fuego cruzado, las situaciones a las que los
padres se enfrentan cuando empiezan a tener más de un hijo. Como se podrán
imaginar, el número de frentes abiertos con posibilidad de fuegos cruzados es directamente proporcional al número de hijos,
por lo que en ocasiones hay quien se puede sentir participando en la Segunda
Guerra Mundial y se conformaría con poder tomar un cursito “básico” con algún
estratega como Napoleón, eso para empezar...
De cualquier forma, independientemente de tus habilidades innatas,
inquietud intelectual y la cantidad de libros leídos, los hijos son capaces de
aplicarte cada vez un examen final con un grado mayor de dificultad y por lo
general, superan tu imaginación. Así que cuando tras algún fuego
cruzado, hayas reflexionado sobre la situación y tu actuación, descubriendo
tus aciertos y fallos y decidas nuevas estrategias a implementar en otra ocasión,
puedes estar segura de que no se repetirá ese mismo acontecimiento. Cada día es
una nueva aventura con sus nuevos retos y sus propios y originales fuegos cruzados.
Una de las primeras dificultades al entrar un nuevo miembro a la
familia es que con él viene de la mano el caos. Justo cuando como pareja y
familia tenían dominadas las rutinas y había un cierto orden, se pone a prueba
su capacidad de adaptación al cambio, flexibilidad y habilidad para establecer
una nueva organización.
Tomando en cuenta lo anterior y aparte de las cuestiones de seguridad
que deberás tomar en cuenta al recibir a un recién nacido en casa, me centraré
en contarte algunos fuegos cruzados
con los que tendrás que lidiar teniendo un hermano mayor que no va al cole;
para que te prepares, al menos con paciencia:
ü
El bebé terminó de comer antes que se despertara
el mayor, por lo que piensas “perfecto, ahora podré hacer x o y”. Juras que lo
dejarás dormido para poder desayunar – bañarte y bañar al mayor – para vestirse
y arreglarse, pero no, el chiquitín que en otros momentos duerme cual oso, se
lo ha repensado y en cuanto enciendes la regadera se le esfuma el sueño y comienza
a llamarte en su idioma - lloridos.
·
Si lograste entrar a la regadera… Te estás bañando
con el mayor para agilizar los trámites y de pronto oyes los alaridos del
chiquito. Entonces por más que te apuras el tiempo se te hace eterno y además,
basta que tengas prisa para que las cosas no fluyan, o sea que el mayor se
caiga o se haga pipí en tu cama, porque lo sacaste envuelto en la toalla y lo
dejaste sobre tu cama sin ponerle el pañal, mientras calmabas un poco al otro.
ü
Por otro lado, dar pecho permite que acumules
anécdotas, ya que especialmente al principio las tomas son largas y frecuentes.
Además, el niño mayor estaba acostumbrado a tener toda tu atención y es muy
breve el tiempo que pueden permanecer realizando
una misma actividad.
·
Así que imagínate dando pecho mientras el mayor
está jugando por ahí en el suelo y todo parece ir de maravilla. Espera, no te
emociones, si las tomas son largas tienes que buscar la forma de que sienta que
también le haces caso y también tienes que estar atenta a cambiar de actividad
antes de que empiece a desesperarse
porque si no, sucederán cosas que irán subiendo tu nivel de estrés y enojo, porque se le ocurrirá hacer todo lo que no debe e incluso lo
que normalmente no hace: aventar los juguetes, pegarle al perro, meterse a la
boca cosas chiquitas, morder su libro y/o se subirse al sillón o a la cama sentándose
en el punto más peligroso, claro todo acompañado de algún que otro llanto.
·
Una variante puede ser que mientras estás dando
pecho hayas pensado que es buena idea leerle al mayor y sí, pero nuevamente recuerda
que su lapso de atención es breve, si te descuidas como está ahí sentado
juntito a ti y al bebé, así como de pronto le da un beso y un cariñito, le
suelta un guamazo.
ü
Pasando al tema, siesta u hora de dormir del
mayor, te puede suceder de todo, menos lograr acostarlo a la hora que
usualmente lo hacías y que se duerma rápido.
·
Puede ser que se te junte darle pecho, junto con
la siesta o la hora de dormir y piensas que no será tan complicado darle
mientras acompañas al mayor a que se duerma…. Error… como el hermanito es la
novedad, no se duerme, se alborota y se le va el sueño, al menos hasta que se
acostumbre o aprenda a dormirse sin que estés por ahí.
·
Lo anterior también sucede en las madrugadas,
parece que los hermanos tienen telepatía y justo cuando estás dando pecho, el
mayor tiene un despertar nocturno y te llama a grito pelado. Ahora bien, si tu
marido está no hay problema él va, pero lo divertido se pone cuando no está.
·
O bien, justo está dormido el pequeñín y te apresuras a que el mayor haga la siesta,
pero al momento de llevarlo a la cama, se le acabó el sueño al chiquito, ¿por
qué? Misterio sin resolver y claro, si llora el otro no podrá conciliar el
sueño.
·
También se te recorre el horario porque te
ofrecen pasear al mayor (cosa que agradeces infinitamente, para que se
distraiga y se sienta especial) y llega tardísimo constantemente. Obvio no
importa porque sabes que es bueno para él, sólo que forma parte del nuevo
desorden de rutinas.
En fin, esas son algunas
anécdotas de fuegos cruzados a partir
del segundo hijo, con más hijos aumenta la emoción y sube la adrenalina. Ahora
bien, podrías incluirte en los frentes: a ti, a tus actividades y necesidades que a veces
parecen ser incompatibles con un hijo. De hecho, en lo personal, he llegado a
la conclusión de que algunas realmente son 98% incompatibles, por ejemplo: lograr
bañarte y comer con calma e ir al baño sola después de tener un hijo entran en
la categoría de “lujos”.
Después de todo esto… ¡Que no cunda el pánico! Recuerda que tras
la tormenta siempre llega la calma. Poco a poco, irás dominando el arte de
tener dos hijos o más y sacarás al pulpo que todas las madres llevamos dentro y
lograrás bañar al chiquito mientras el mayor anda rondando por ahí, incluso
haciendo travesurillas o bien podrás, comer tú, al mismo tiempo que le preparas
la comida al mayor y le ayudas para que
coma, a la vez que estás dándole pecho al pequeño y contestas el
teléfono.
Tras todo el rollo, lo fundamental es que sepas que “sobrevivirás” y
vivirás feliz si mantienes el equilibrio, una actitud proactiva y una
mentalidad positiva. Por tanto, te sugiero que:
1. Pidas
paciencia y cuando se te agote, pidas más paciencia. Olvídate de “contar hasta
10”, será inútil, lo rebasarás constantemente. Lo mejor es forjar un corazón
grande cuyo límite sea el infinito… Por si acaso…
2. Valores
cada momento con tus niños porque cuando menos lo pienses ya te están trayendo
a los nietos de visita o para que los cuides.
3. En
lugar de vivir enojada, frustrada y quejándote de los momentos de fuegos cruzados,
a.
Agradece el don de la maternidad y piensa
cuántas mujeres desearían poder estar en tu lugar y por una u otra razón no
pueden.
b.
Ofrécelos por algo o alguien, eso te ayudará a darle
sentido a esos instantes de dificultad.
c.
Aprovéchalos para aumentar tu buen humor,
aprende a reírte de ti mismo y de esas circunstancias, lo pasarás mejor y
lograrás más. Sonríe y dales a tus hijos tu mejor cara, que ellos aprenden de
ti e imitan hasta tu expresión facial.
d.
Relájate, céntrate en lo esencial y no te
desgastes con lo que no lo amerite. ¡Vaya, qué más da si se acuesta más tarde!,
etc.
¡Ánimo, que
descubrirás que eres mucho más capaz de lo que creías!
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