miércoles, 10 de junio de 2015

Los padres como Miguel Ángel: liberando no esculpiendo






Estoy convencida de dos máximas que aplican a los padres de familia; habrá el que diga que no, obvio siempre hay la excepción a la regla. Sin embargo, creo que una gran mayoría puede afirmar que:
  • Los hijos sobreviven a pesar de los padres
  • Y que echando a perder se aprende.
En consecuencia, el primer hijo es “víctima” de nuestra ignorancia y metidas de pata. Eso sí, siempre en beneficio de sí mismo y de los hermanos que le sigan, ya que definitivamente vamos mejorando poco a poco o al menos lo intentamos y nos hacemos coco-wash de que así es. Entonces, aunque con los siguientes hijos adquiere dificultad la logística y el descubrimiento de ese nuevo ser, único y distinto al primero, creo que en otras cuestiones prácticas uno está… ¿Cómo decirlo?... ¡Menos menso y con más callito! No sólo porque la experiencia hace al maestro, sino porque posiblemente ya te has formado e informado más en temas específicos que te inquietan y perturban tu sueño.


Si bien es cierto que cada hijo tiene su personalidad, habilidades y preferencias, también es un hecho que como padres influimos mucho en ellos y desafortunadamente, no siempre positivamente.  Tuve la suerte de poder descubrir al pediatra Dr. Carlos González de Cataluña. Me parece una persona que posee dos cualidades envidiables, admirables y difíciles de encontrar: sentido común y honestidad sin rodeos. No me es fácil ocultar que soy su fan. De hecho su aplastante claridad y sentido común ha dejado huella en mi vida y en mi familia, y le estoy profundamente agradecida. 

Por mencionar un punto, ¡quién hubiera dicho que ahora disfruto darle de comer (en sentido amplio)  a mi hijo!  Pues sí, finalmente, en esta ocasión la lactancia no ha sido una prueba de aguante, ni un requisito pesado a cumplir en beneficio único de la creatura. Por otra parte, la introducción de alimentos y la hora de la comida no es un suplicio ni un agobio. Desde los 8 meses come ya de todo en cachitos (no en papillas), de lo que haya en casa: frutas (plátano, mango, ciruela, piña, pera, manzana, naranja, melón, sandía, guanábana…), verduras (zanahoria, jitomate, jícama, pepino, brócoli , espinaca, ejote, nopales, papas, poro…) res (hamburguesas, albódingas, cecina, arrachera), pollo, pescado, huevo, jamón de pechuga de pavo, molletes, spaghetti, pan, tortilla, arroz, frijoles, lentejas, galletas María, queso…  He de confesar que por comodidad, también Gerbers cuando vamos de paseo, así aprovecho de darle lo que no se acostumbra comer en casa normalmente, por ejemplo: chayote, ciruela pasa, papaya… Obvio faltará introducir cuando toque: mariscos, fresas, nueces, chocolate y otras cosas que te sugieren.

Como hemos optado por introducir alimentos dándole lo mismo que comemos, pero cortadito y no en papillas, paso largos ratos admirando su perseverancia en intentar meterse los cachitos… Me encanta verlo intentar e intentar sin darse por vencido. Y así llegamos al punto central del artículo: cuando se respeta la individualidad del niño, su libertad, su desarrollo, sus gustos, preferencias e intereses, se facilita su aprendizaje y desarrollo. Es impresionante cómo los niños están ávidos por aprender, probar e imitar. Además, es verdaderamente impactante su perseverancia, se les cae el cachito, y sea con la mano o el tenedor lo intentan una y otra vez. Y para nuestra sorpresa logran dominar la destreza rapidísimo... De hecho en menos que te lo cuento te descuidas, dejas tu flan enfrente y ya tiene el cacho en la boca e inmediatamente está vuelto un adicto al flan casero. ¡Mismo que en teoría no le dabas porque aún no le das cosas con azúcar ni dulces!... Pero bueno con el tercero eres más flexible y además, se lo ganó… ¡Mueve los piecitos con locura y te hace saber que quiere más con desesperación!

En fin, al grano,  todo esto me ha hecho reflexionar en que en ocasiones somos nosotros mismos los que les cortamos las alas a nuestros niños;  a veces por las prisas, “para ir más rápido” (a corto plazo) y otras porque los vemos “chiquitos” y minusvaloramos sus capacidades. El rollo es que si en realidad sí son capaces de hacerlos por sí mismos e interrumpimos o bloqueamos su aprendizaje y curiosidad luego nos arrepentimos y los estamos afectando… En general, hay una etapa en que quieren jalar el escusado, bañarse, lavarse las manos y hasta los dientes solos, quieren hacer ellos todo sin ayuda. Si les coartamos sus intenciones e intentos, probablemente desistan y luego seremos nosotros los que estaremos detrás de ellos rogándoles que lo hagan por sí mismos…
 
Por lo tanto, cuando ellos tienen la iniciativa, por mínima que sea hay que apoyarlos. En esos momentos, hay que sacar paciencia de donde a veces no la hay, disfrutar el momento y observar el doble de lo que hablamos. Admirar su búsqueda de independencia y su perseverancia al intentar e intentar lograrlo. Si les “resolvemos todo” en lugar de hacerles un bien los estamos perjudicando, tanto a ellos como a nosotros. Las situaciones cotidianas como vestirse, bañarse, lavarse los dientes, ir al baño y comer son ideales para que ellos practiquen la independencia y la constancia, valores fundamentales para la construcción de su futuro

Evidentemente tú forjarás la paciencia mientras ellos ganan independencia porque obviamente si tú le dieras de comer o lo vistieras se tardarían menos de la mitad del tiempo y ensuciarías 90% menos. Por tanto, céntrate en lo esencial, prioriza e identifica bien los objetivos. Recuerda que educar viene de educere que significa “sacar de”… Así pues, nuestra labor como padres es ayudar a sacar el potencial de nuestros hijos, “su” potencial, no nuestras expectativas ni sueños frustrados. Debemos sacar lo mejor de ellos, con profunda admiración y respeto a su dignidad. 

En fin, para comprender la misión de educar, siempre me ha gustado la imagen de Miguel Ángel esculpiendo los esclavos, él decía que en realidad sólo los estaba liberando de la piedra que los cubría e impedía verlos tal cual eran… Pues así, nuestra tarea como padres con respecto a nuestros hijos, no es esculpirlos sino liberarlos

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