lunes, 25 de mayo de 2015

Culpabilidad en las decisiones




Es de todos sabido que el primer día de guardería en la vida del niño y de sus padres, es muy significativo. A  veces no se puede decir quién llora más, si los niños o los padres. Las lágrimas, visibles o no, de los niños van cargadas de temor e inquietud ante lo desconocido y en especial, de la ansiedad que les causa el verse separados de sus padres. Las lágrimas de los padres llevan sentimientos encontrados, algunas humedecen las mejillas, otras se esconden o hasta se niegan, pero todas atraviesan el alma.
                Así pues, las lágrimas racionales e irracionales de los adultos, incluyen sentimientos antagónicos: alegría-tristeza, emoción-nostalgia, aceptación-resignación. Por un lado, es un hecho que se podrá gozar de un poco de tiempo personal con la tranquilidad de saber que el niño permanecerá atendido, aprenderá y estará en contacto con otros niños. Por otra parte, verlos crecer  genera sentimientos agridulces al dejar en evidencia el vertiginoso paso del tiempo, que cada vez los hace más independientes, preparándolos para volar y abandonar el nido.
                Además, siempre preocupa el infinito mar de posibilidades al que se pueden enfrentar los hijos en cuanto salen de la burbuja familiar. Ojalá  el bullying, las groserías, los golpes, las amenazas, los chantajes, las ridiculizaciones y los abusos fueran palabras incomprensibles; tan sólo sonidos sin sentido y sin significado. Si fuera así, nos ahorraríamos dos que tres lágrimas y demás tragos amargos.  Estaríamos viviendo la sociedad de la utopía, donde ni la soberbia ni el egoísmo tienen cabida. Tan sólo reinaría el amor, el distintivo del ser humano personal – individual – racional. Entonces, viviríamos en una sociedad humana-humanizada.
                Y por si fuera poco, para rematar algunos padres añaden al complejo cóctel sentimental, un ingrediente adicional muy dañino: la culpabilidad. Y no crean que tienen posesión exclusiva los padres que se ven “obligados” por sus circunstancias a mandarlos o las madres que trabajan profesionalmente fuera de casa o quienes  deciden escolarizar a sus hijos antes de los 2-3 años… ¡Qué va! También hay padres que se dedican al 100% a su familia y a su casa, padres que trabajan profesionalmente desde casa y padres que quisieran hacer homeschooling que se sienten culpables de enviarlos, de trabajar profesionalmente, de no trabajar profesionalmente, de no tener más hijos … En fin, la culpa es bien recibida y acogida por todo tipo de personas.
                Antes de continuar, cabe señalar que  el tema de la guardería sólo fue un ejemplo concreto para poder explicar que en la mayoría de las decisiones familiares y de crianza, “la culpabilidad” es la invitada de honor. Y ella acepta cualquier oferta, no discrimina a nadie. Ella simplemente trabaja con quien se deje, con cualquiera que le abra una rendija. Además, a cualquier tema le entra: a continuar con la carrera profesional o a ponerle pausa, a enviar a la  guardería o no, a dejar con los abuelos o con la nana/canguro, a tener más hijos y cuándo, a decidir la cantidad y calidad  de televisión que verán, etc. Lo peor es que “la culpabilidad” se instala a sus anchas, acompañada de sus dos amigos: el sentimiento de víctima y el miedo al cambio… ¡Más que nada  para que no la desalojen pronto! 
                Así que siguiendo con el ejemplo,  razones hay miles por las que se decide llevar a la guardería a un hijo, las hay que parecen más o menos  lógicas o ilógicas, justificadas o no, reales o irreales; pero todas ellas forman parte de la argumentación que “justifica” la decisión tomada por los padres. Por tanto están quienes lo deciden: porque ya toca, porque ya no saben qué hacer con él/ella, porque quieren tiempo para sí, porque quieren seguir trabajando profesionalmente o porque necesitan seguir, porque ellos quieren que “socialice”, porque no hay quien lo cuide gratis, porque es hijo único, porque necesitan “deshacerse de él/ella al menos unas horas”. No importa la razón, lo curioso es que algunos se siente culpables y otros no.              
                Evidentemente no pretendo emitir juicio alguno respecto a quien decide escolarizar antes o después a sus hijos. Asimismo no juzgo a quien decide continuar con su trabajo profesional fuera de casa o desde la casa, o a quien decide hacer una pausa profesional para dedicarse sólo a trabajar para su familia. Como no lo hago respecto a quien quiere o no más hijos,  o a quien deja o no deja ver la televisión; o bien respecto a cualquier otra decisión respecto a la crianza de los hijos.
                No obstante, sí estoy convencida de que lo ideal es que se logre que estas elecciones:

  • Sean verdaderamente “opciones a elegir libremente”, no imposiciones de ningún tipo. 
  • Se hagan de manera conciente e informada.   
  • No se fundamenten sobre la concepción de que el niño es malo, manipulador, un estorbo o una carga insoportable porque en esta sociedad individualista faltan redes de apoyo y un conocimiento profundo del niño y de su desarrollo, así como un trato digno hacia éste.

      Aunado a esto, considero  esencial erradicar  ese sentimiento de culpa que acompaña a modo de sombra muchas decisiones familiares. Es cierto que gran cantidad de estas son complejas, sobretodo porque se quiere con locura a los hijos y se quiere lo mejor para ellos. Sin embargo, definitivamente si no se está tranquilo con una decisión, no pasa nada, ¡es de sabios cambiar de opinión! De hecho, eso sería lo lógico y sano, repensarla y modificarla si se considera necesario. Mantener una decisión que se considera incorrecta o que al menos no da paz es insensato¸ ya que puede convertir al sentimiento de culpa en el motor de una forma de crianza destructiva que se traduce en:


  • Padres que por la culpa le dan “todo” lo que está en sus posibilidades y fuera de ellas para “compensar”. Siendo que en el fondo de las demandas,  los hijos sólo claman que necesitan: tiempo, atención, ser escuchados, sentirse mirados profundamente, reconocidos y respetados como personas dignas.

  • Padres que por culpa renuncian a su papel de padres para ser “amigos” de sus hijos, dejándolos “huérfanos” y sin modelos a quien admirar y seguir.

  • Padres que por culpa le “otorgan permiso” a su hijo de que los “castiguen” con exigencias desmedidas, un trato irrespetuoso y hasta desprecio, porque: “es que, pobrecito/a”...

  • Padres que por culpa se toman personal cualquier conducta o actitud de su hijo y reaccionan de manera inmadura.

  • Padres que se ahogan en la culpa, se acomodan entre quejas y lamentos en la postura de víctimas del sistema  y por miedo al cambio, no hacen nada por modificar su realidad.


                Por fortuna, también hay padres que asumen y aceptan sus decisiones¸ más o menos acertadas y se hacen responsables de estas. Disfrutan sus elecciones y crían a sus hijos sin culpa ni remordimiento. Obviamente, como todos los padres comenten errores… Otros, pero también se equivocan, porque nadie es perfecto.
                En conclusión, es importante hacer un examen de conciencia y explorar las razones de las decisiones tomadas que dejan sensación de culpa. Hay que ser muy honesto para poder ver la realidad y decidir  si se necesita hacer algún cambio para dejar el sentimiento de víctima atrás y tomar las riendas de la vida.
                Propongo hacer un primer ejercicio concreto respecto a alguna decisión considerada difícil que causa conflicto:





               En fin, nadie dijo que ser madre/padre fuera tarea sencilla, ni que al serlo adquirieras el don de la infalibilidad. Bueno sí, eso  es lo que tú creías de tus padres… De hecho, lo que probablemente creen tus hijos de ti. Sin embargo, ahora que ya estás crecidita/o, sabes que la maternidad/paternidad es todo un reto y que a veces la riegas, más de lo que quisieras. Así que si te sientes culpable de algo, deja de buscarle tres pies al gato, olvídate de quejarte  y de martirizarte. No te ahogues en un vaso de agua, cambia lo que sea necesario, corrige el rumbo y vive como quieres vivir.
            Además, aquí entre nos, por si te sirve de consuelo: ¡recuerda que para tus hijos eres su ídolo, su súper héroe! Obvio no abuses de esto, pero deja de hacerte la víctima y de sentirte culpable por todo, porque sí y porque no… Porque entonces sí que irás recolectando material para en un futuro vivir con remordimientos y te arrepentirás de no haber tomado otras decisiones y de no haber disfrutado a tus hijos en su momento.

Prioriza lo que verdaderamente quieres y lo que es impostergable.

Planifica y actúa.

¡Vive tu vida y no dejes que te viva!

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