sábado, 2 de mayo de 2015

3 embarazos, 3 partos, 3 experiencias: parte 2






Finalmente les comparto  la experiencia del tercer embarazo, parto y lactancia.  Para resumirlo podría decirles que fue y ha sido un proceso:

DE CONSOLIDACIÓN PERSONAL
Y DE CONSTANTE ASOMBRO
 ANTE EL DON, MILAGRO Y UNICIDAD DE LA VIDA

Definitivamente, cada embarazo y parto es único:
  • El primero, se podría decir que fue de libro, a excepción de unos meses con un dolor de cabeza tremendo que me hizo pensar que algo iba muy mal. De ahí en fuera, sólo al principio tuve las náuseas normales y al final ardor/acidez. Mi hijo nació de 39 semanas 6 días. Durante el embarazo  había subido de peso lo normal y de hecho, tras el parto bajé de peso de volada, sin rastros de la típica “pancita” y prácticamente sin estrías. 
  • En el segundo, se incluyeron a las náuseas y al ardor/acidez, unas méndigas várices en la pierna derecha. Definitivamente, cero glamourosas. Tras el parto, casi desaparecieron, pero la verdad es que sí me quedó algo de pancita, eso sí, bien decorada con estrías, suficientes para trazar las carreteras de  la República Mexicana, ¡y eso que nació en la semana 38!
  •  Por último, el tercero definitivamente dejó claro que no es lo mismo los 3 mosqueteros cuando se conocieron, que 10 años después… ¡Así que todo se acentuó! En especial las várices de mi pierna derecha eran espectaculares, parecía que traía un tatuaje de arte abstracto morado, desde  la pantorrilla al tobillo. Además, aunque me aseguraron que después del parto desaparecerían, yo creo que me conviene ir haciendo las paces con ellas, porque las veo muy bien instaladas y no tienen pinta de querer irse por completo.  Por otra parte, en mi panza las estrías ya permiten localizar destinos mundiales y hasta intergalácticos. Y bueno, los pantalones de antes del embarazo sí me los sigo “metiendo” (no poniendo), pero a veces con mantequilla y otros como chorizo embutido, pero eso sí, de que entran, entran. En fin, yo juraba que con suerte o a duras penas llegaría a la semana 38 como en el anterior embarazo, no sólo por ser el tercero sino porque a la mitad del embarazo tuve un leve desprendimiento de placenta y tuve que estar en reposo absoluto unos días y luego el resto del tiempo en reposo relativo. Pero no, aunque cuando me dieron luz verde, aplané las calles de la ciudad, desde el centro hasta Interlomas, saliendo al teatro, restaurantes y  paseos;  el niño estaba muy feliz de pata de perro con todas las comodidades de permanecer adentro: sin frío, ni calor, con luces y ruidos amortiguados y sin hambre. Así pues, ¡hizo huelga hasta la semana 41!
          El embarazo y el parto son experiencias únicas e irrepetibles,  llenas de emociones encontradas. En esta ocasión, dada la experiencia previa, definitivamente sabía que si todo iba bien, sí podía tener a mi bebé sin epidural, pero la amplia gama de posibilidades que se pueden presentar en el camino hacían que de cualquier forma permaneciera un rastro de incertidumbre ante lo que pudiera devenir.
               En realidad, creo que siempre que nos enfrentamos a suceso naturales sabemos que no tenemos el control total de la situación, aunque sí de nuestra actitud, pensamientos y acciones frente a lo que se nos vaya presentando… Hasta la posibilidad de tener optar en el parto por un plan B o Z "necesario".
                  Afortunadamente, aún con sus peculiaridades, pude seguir con mi plan A hasta el final.  Este parto inició como yo acostumbro, semanas antes con contracciones prodrómicas fuertecillas, practique y practique, pero nada. De hecho, estuve tres semanas con mínima dilatación y borramiento, que aumentaban a paso de tortuga o de pulga. ¡Hasta pasó la famosa luna llena y nada!
                A punto de cumplir 41 semanas,  sin saber que ahora sí habían llegado las contracciones para quedarse, llegó el tan esperado día. En la mañana fuimos a Costco, luego a comer a casa de mis papás y después a pasear a los niños al centro comercial; a jugar al árbol y a subirse al carrusel de Liverpool, a ver tiendas de juguetes y de animales, etc. Claro que a lo largo del día sentía las contracciones, pero como a veces se iban pues nada, yo seguía con mi vida normal, sin pausa pero sin prisa... Para la noche ya estaba cada vez más cansada y sentía que se acercaba el momento. Los 2 niños  se fueron con mis papás a dormir y nosotros en teoría ya para nuestra casa. Sin embargo, unos amigos nos hablaron para ir al cine y pues, ¡que me animo y que nos quedamos! Total, lo peor que podría pasar es que nos tuviéramos que salir a media película. En realidad, durante la peli se me espaciaron un poco las contracciones y llegamos a casa tipo 11pm y después de leer nos dormimos pasada la media noche.
                En eso, a las 2:45 am me despierta una contracción de aquellas buenas y le dije a mi marido: “si esto no es el parto, yo ya no sé cuándo va a nacer, se me hace que ya me quedé de muestra”. Me metí a la regadera y  empezaron las contracciones muy frecuentes e intensas. Llamamos al doctor y nos pidió contarlas… Eran cada 2 minutos y duraban 30 segundos. Mi cuerpo me dijo que no hiciera cuclillas-squat, que me encantan, porque sentía que si las hacía, se me saldría el niño. El doctor nos dijo que nos fuéramos rápido para el hospital. Nuevamente los baches y topes me torturaron. Sin embargo, a la mitad del camino, las contracciones pararon por un tiempo dándome una breve tregua. El detalle es que cuando reiniciaron empecé a sentir deseo de pujo, cuestión normal, pero nada chistosa, ¡porque aún íbamos a la mitad del camino! Salimos de mi casa  3:30 am y llegamos a las 4 am. al hospital. Eso sí, como de todo se aprende, ahora ya teníamos  el ingreso hecho y firmado, además de haber pagado hacía un par de meses, para que mi marido entrara directito conmigo.
                Nuevamente sentí que estaban trabajando los mismos empleados de la otra vez, los más lentos e ineficaces del mundo mundial. Me ingresaron, por protocolo, en silla de ruedas y  me iban a poner el monitor electrónico fetal, pero al decirle al doctor que tenía deseo de pujo, me pasó directo a la sala de labor a revisarme. Yo me quería meter a la regadera como en el parto anterior,  pero me dijo que mejor me revisaba primero porque creía que ya estaba completa. Cuestión que aquí entre nos, me shockeó, porque en mi estructura mental cuadriculada, tanta rapidez por nacer rompía con mis planes de trabajo de parto en la regadera. ¡Esta vez hasta había traído musiquita para crear un ambiente relajante y shalala como los de los partos que puedes ver  youtube!... ¡Y nada!
           Como todo iba tan rápido, pues sólo estábamos los 3: el ginecólogo, mi marido y yo... ¡Y yo feliz! Ni enfermeras, ni asistentes, ni pediatra, ni nadie más, ¡Yupi! Por mí mejor,  justo en el parto anterior me sentía muy incómoda con tanto espectador ahí metido. Me sentí como haciendo show en el Auditorio Nacional, estaba hasta el apuntador (literal, una enfermera sentada a mi derecha para anotar la hora del parto). De verdad que sólo faltaba el vendedor de palomitas y refrescos. Así que, ante la ausencia de profesionales, el doctor le dijo a mi marido: “¿has atendido partos?” Y él muy seguro: “pues sí, los de mis otros hijos”. A lo que recibió por respuesta: “¡¿Pero atendido? No, ¿verdad? Pues felicidades este será tu primer parto, vístete y ayúdame!”.
                Efectivamente, ya  estaba completa, pero aún en esas prisas me dio tiempo de dudar de mí por un segundo. Obvio  no por mucho, porque rompí fuente casi inmediatamente y pues empecé a pujar. Ofreciendo cada contracción por una persona muy querida, de pronto sentí ese ardor tan característico, pero luego al relajarme empecé a ayudar a que naciera mi bebé y  volví a experimentar que es cierto que cuando dejas fluir, deja de doler. Finalmente, me dijeron que ya se veía su cabecita. ¡Y poco después, ya lo estás cargando! Entonces, desaparece inmediatamente todo el dolor y sientes una alegría y felicidad indescriptible.
                Me conecté con la realidad y vi que eran ¡4:32 am!...¡Menos mal que me tocó en  la madrugada porque si no, con el tráfico del D.F.,  hubiéramos salido en las noticias, porque el bebé definitivamente habría  nacido en el coche!
                Esta vez sí cargué a mi bebé en cuanto nació y no lo solté. Lo malo es que esta vez sí me dolió la remendada, porque la fregada la anestesia local no me hacía efecto y tras dos shots, ya no me podían poner más. Así que se me hizo eterna la zurcida. Por otra parte, no deja de frikearme  la inyección que te ponen para que se contraiga el útero (yo que me ahorro la epidural, entre otras por pánico a las inyecciones, ¡y de todas formas no me libro completamente de las agujas!). De cualquier forma, en esos momentos, el olor tan característico de mi bebé recién salido, me conecta a otra dimensión, su mirada clavada en mí me cautiva y se tatúa en  mi alma, ayudándome a relativizar la situación.
                Nuevamente estaba decidida a hacer alojamiento conjunto, pero por la noche empiezan a pasar las horas con la famosa y típica succión ininterrumpida de mis hijas que me deja adolorida y la sesión de llanto incontrolable que empieza a inundarme de recuerdos pasados negativos. Así que tras whatsappear a unas excelentes educadoras perinatales, mientras esperaba sus respuestas, se me ocurre pedir ayuda a las enfermeras. Sin embargo,  su mejor solución era llevárselo y darle algo para que se calmara, porque “seguro tiene hambre”… Por suerte, esta vez ya más preparada intelectual y emocionalmente, decido junto con mi marido: buscar otra solución, ingeniárnolas,  aguantarnos o esperar...
                Pasado un tiempo que pareció eterno, apareció en el cuarto una enfermera que supongo se compadeció. Tomó al bebé en sus brazos y se le ocurrió algo de otro nivel: ¡revisarle el pañal! Los padres súper expertos no se lo habían revisado hacía... mmm...¡Tiempo indefinido! Y claro, el pobre tenía toneladas de meconio. Tras el procedimiento de alto expertise, ella lo hizo taquito y me lo pegó al pecho, asegurándome que ahora se dormiría tranquilo. Supongo que mi cara de incredulidad hizo que ella se quedara hasta que con su mirada me pudiera decir: ¡se lo dije!
                En fin, verdaderamente agradeces a Dios que de repente mande ángeles a la tierra… Esa enfermera no lo sabe, pero fue una pieza fundamental en el inicio de una lactancia a demanda exitosa y disfrutada. También estuve apoyada por dos amigas y educadoras perinatales que con su tiempo y dedicación me acompañaron, animaron y aconsejaron con sus mensajes de whatsapp y llamadas.  
               Obvio no todo fue color de rosa y pasé las típicas dificultades iniciales:  dolor, cansancio o más bien agotamiento,  dudas e inseguridades frecuentes; pero al final salí victoriosa con una nueva herida sanada… De hecho, no puedo creer que ya pasaron los seis meses de lactancia exclusiva y sigo feliz… No me resulta una carga, ni me preocupa terminarla...Incluso, por justicia, tengo que admitir que ahora, siglos después, empiezo a entender a mis amigas que habían dado pecho más allá del año, a quienes admiraba y admiro, pero reconozco que en su momento las veía como marcianas masoquistas…

En fin, pues así concluyo las otras dos anécdotas que me habían pedido que contara sobre mis partos naturales – normales sin epidural. Cabe señalar que respeto profundamente a quien elige otra opción para el parto. Sin embargo, estoy convencida que es urgente y necesario lograr que las mujeres puedan tomar decisiones informadas y sea cual sea su opción, puedan experimentar un parto respetado y humanizado.
                Espero que estas anécdotas que he escrito generen dudas y hasta discusiones (sanas y asertivas). Ahora bien, especialmente espero que le puedan ayudar a quien está decidiendo qué camino seguir, para que sea conciente de:
  • Que cada parto es único.
  • Que sí se puede tener un parto normal - natural sin epidural y que no es cosa del pasado ni pedirlo ni lograrlo, sino lo más normal y natural. De hecho, en embarazos y partos sin complicaciones, con la mamá y bebé sanos es lo mejor para ambos según la evidencia. científica.
  • Que es importante formarse y prepararse para el parto.
  • Que es prioritario contar con un buen equipo que te vea y te trate de acuerdo con tu inherente e infinita dignidad personal, que te apoye, crea en ti y confíe en tu capacidad innata y natural para parir y por tanto, que te empoderen.

Creo que lo más importante a abstraer de estos relatos es que las mujeres debemos conectar/reconectar con nuestro ser, aprender a confiar en nosotras mismas y a escuchar nuestro cuerpo para seguir nuestros instintos.  Se dice coloquialmente que los niños  nacen sin manual de instrucciones, pero lo que sucede es que cada mamá y cada hijo lo traen inscrito en su naturaleza individual y el único requisito para acceder a éste es conocernos y conocer a nuestros hijos profundamente... Dedicarles tiempos y estar-estar de verdad, hablar menos y escuchar más... con los oídos, con los ojos y con el alma...

La vida es un don, un milagro y cada hijo es único e insustituible.
El tiempo pasa volando y crecemos todos muy de prisa. 
Por eso hay que disfrutar, valorar y grabar cada instante en el alma...




               

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