viernes, 11 de enero de 2013

Noches de terror




Antes de ser madre nunca imaginé que se pudiera sobrevivir con tan pocas horas de sueño dormidas, intermitentemente, ni si quiera continuas. Y menos aún, que pudieras levantarte al día siguiente  a criar a tus hijos dignamente a pesar de tener un enorme cansancio acumulado, (acumulado desde el primer día de vida de tu primer hijo). A veces, el cansancio físico y psicológico experimentado, es inhumano y queda patente que desde arriba recibes ayuda divina para cumplir tu misión, ya que humanamente, ni abrir los ojos sería posible.
                Los hijos son maravillosos y en el all inclusive de la maternidad, vienen en el pack, las  “noches de terror”, en las cuales ves pasar los segundos, los minutos y las horas sin lograr dormir por más de media hora seguidas. Por ende, sufres una sobredosis de cansancio y ni llorar es bueno, tan sólo sigues, aunque creas que no puedes más y te quejes… Lo curioso es que después, hasta tú te sorprendes de lo que eres capaz por ellos.
                Por ahora sólo tengo dos participantes en las “noches del terror” y sinceramente no puedo si quiera imaginarme qué sería de mí y de mi paciencia si llegara un nuevo integrante. Aunque me queda claro que si lo hubiera, al final saldría triunfante de  estos maratones nocturnos de “iron-moms”, ya que siempre consuela pensar que, ni soy la única ni la primera viviendo el tan popular 24/7: deporte extremo de ser mamá.
                Quisiera compartir estas anécdotas, no para colaborar con las políticas antinatalistas, sino porque hay muchas mamás pasando por lo mismo, pero desgraciadamente la sociedad a veces oculta, falsea o malinterpreta realidades naturales  e incluso hace sentir inútiles a las madres por no saber “domar a sus fierecillas” y se proponen métodos antinaturales para enseñar a dormir, que no respetan la dignidad de la niño y sus procesos naturales.
                En fin, mi hijo mayor, empezó a dormir algunas noches sin interrupción como al año o pasadito, por noches salteadas, muy salteadas, pero digamos que no consolidó el aprendizaje (en realidad, es incorrecta e inexacta esta afirmación, recomiendo leer Dormir sin Lágrimas de Rosa Jouvé para comprender lo que sucede). Luego nuevamente tuvo una racha buena alrededor de los dos años cuando nació su hermano, parecía que había crecido de golpe y que por fin dormiría, pero no. Cierto es que cada vez, más frecuentemente, duerme de un tirón, pero que quede claro, no es la norma, ¡y ya tiene dos y medio!
                Así que, cuando empecé a dormir casi 3 horas continuas, no más porque además, el angelito mayor, sin importarle el número de despertares nocturnos, amanece cerca de las 7.20 am, con un margen de error de 5 minutos; hizo su aparición el angelito menor... Así que nuevamente se descuacharingó todo, volví a revivir viejos tiempos, con lo que implica un bebé recién nacido alimentado con lactancia materna a demanda, con el plus de que ahora tenía que “jugar relevos” para atender también al mayor. De cualquier forma, a los 3 meses sientes un avance, a los 6 meses uno más grande y a los 9 otro, peroooo no es suficiente, con dos angelitos en casa las “noches del terror” se instalaron para aparecer intermitentemente, pero con una frecuencia “adecuada”, que no permiten ni olvidarlas ni reponerte.
                Por ejemplo, tras acostarlos tipo 7.30-8.00 porque el mayor a partir de los dos años decidió no dormir siesta a medio día,  una noche de estas tétricas, podría ser:


  • El pequeñajo: 11pm – 1am – 4am – 5am – 6am

  • El mayor, en el mejor de los casos: un despertar a la 1am para coincidir con el hermano o si bien me va, a las 2am.


Claro ni hablar de cuando se despierta hasta 3 veces, unas por pesadillas,  fiebre, mocos, tos, porque vivió un evento emocionante o está aprendiendo algo, otras porque quiere ir a hacer pipí (está dejando el pañal) o hasta porque se tiró un pedete que lo despertó (no me digan que no les ha pasado nunca esto) y otras porque quiere compañía o porque sí.

Total que te quedas cuajada en su cama en alguna de las visitas, hasta nueva requisición. Cabe señalar, que lleva una temporada en que si su padre va se pone hecho un basilisco.

                Creo en el colecho, pero bueno, al pequeñajo todavía a la 1am lo dejas en su cuna, pero después, cuando ya jugaste al “juego de las sillas” pero con las camas, pasando  de cuna – cama tuya – cama del mayor, en órdenes variables, decides que el bebé se queda en tu cama, haciendo colecho. Al menos duermes algo y no te enfrías con cada levantada, eso sí como sardinas, tu marido, el bebé y tú, pero al menos se puede dormir algo, a pesar de los múltiples despertares y que acabes dándole pecho cual buffet libre.
                En las “noches del terror” cambias tantas veces de cama que cuando oyes el siguiente llanto, independientemente de quien lo emita, abres los ojos y no te ubicas. Ya no sabes ni dónde estás, ni si existe un lugar para renunciar o pedir que alguien te supla. Afortunadamente, no sucede diario pero sí que es duro.
                Eso sí, cuando tus amigas te cuentan que no pueden tener hijos o escuchas desgracias de que el hijo de fulana está gravemente enfermo o murió, agradeces poder tener estas “fiestukis nocturnas” con tus hijos sanos, vivitos y coleando, que  fuera de esto y algunos otros detalles,  te llenan de alegrías infinitas y sin ellos, ya no puedes concebir tu vida. Asimismo, agradeces ser creyente, ya que puedes darles a estas noches un sentido y ofrecer este suplicio y cansancio extremo,  por el padrino y el amigo enfermo o por lo que sea o quien sea, siempre hay alguien o algo por quien hacer sacrificios.
                Siempre se me ha caído la baba con los bebés y niños, desde chica me encantaba cargarlos y cuidarlos, pero debo confesar que antes de tener los propios nunca, nunca, nunca, se me ocurrió imaginarme a aquellos angelitos durante las noches, ni lo importante que es ayudar/apoyar a los padres a cuidar a sus hijos, ni lo urgente que es formar a las parejas que se casan en la corresponsabilidad y en la crianza natural y con apego.
                En fin, he llegado a la conclusión de que, tanto algo de  amnesia” como algo de “inconciencia” respecto a los retos de la paternidad/maternidad, lo duro y pesado de la crianza, son variables indispensables para poder, paradójicamente, llegar a ser padres, amar incondicionalmente, centrándose en lo esencial. Sin estas, se extinguiría la especie porque  nadie se animaría  y  en consecuencia, lo más dramático sería que nos perderíamos de ser cocreadores, del don de la maternidad/paternidad, de poder disfrutar a nuestros hijos, compartir nuestras vidas con ellos y vivir momentos de felicidad infinita que ni con master card podrías comprar.
               
 



PD. Además, más pronto de lo que te imaginas  tus hijos crecerán y podrás dormir, al menos un poco más horas seguidas… Bueno, en realidad no te crees expectativas muy altas, fuentes fiables aseguran que después de tener hijos nunca vuelves a dormir igual, ni cuando se van de casa… 

 

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