Antes de ser
madre nunca imaginé que se pudiera sobrevivir con tan pocas horas de sueño dormidas,
intermitentemente, ni si quiera continuas. Y
menos aún, que pudieras levantarte al día siguiente a criar a tus hijos dignamente a pesar de
tener un enorme cansancio acumulado, (acumulado desde el primer día de vida
de tu primer hijo). A veces, el cansancio físico y psicológico experimentado, es
inhumano y queda patente que desde
arriba recibes ayuda divina para cumplir tu misión, ya que humanamente, ni
abrir los ojos sería posible.
Los
hijos son maravillosos y en el all
inclusive de la maternidad, vienen en el pack, las “noches de terror”, en las cuales ves pasar los
segundos, los minutos y las horas sin lograr dormir por más de media hora seguidas.
Por ende, sufres una sobredosis de
cansancio y ni llorar es bueno, tan sólo sigues, aunque creas que no puedes más
y te quejes… Lo curioso es que después, hasta tú te sorprendes de lo que eres
capaz por ellos.
Por
ahora sólo tengo dos participantes en las “noches del terror” y sinceramente no
puedo si quiera imaginarme qué sería de mí y de mi paciencia si llegara un
nuevo integrante. Aunque me queda claro que si lo hubiera, al final saldría
triunfante de estos maratones nocturnos de
“iron-moms”, ya que siempre consuela pensar
que, ni soy la única ni la primera
viviendo el tan popular 24/7: deporte extremo de ser mamá.
Quisiera
compartir estas anécdotas, no para colaborar con las políticas antinatalistas,
sino porque hay muchas mamás pasando por lo mismo, pero desgraciadamente la sociedad a veces oculta, falsea o malinterpreta realidades
naturales e incluso hace sentir inútiles
a las madres por no saber “domar a sus fierecillas” y se proponen métodos
antinaturales para enseñar a dormir, que no respetan la dignidad de la niño y
sus procesos naturales.
En
fin, mi hijo mayor, empezó a dormir algunas noches sin interrupción como al año
o pasadito, por noches salteadas, muy salteadas, pero digamos que no consolidó
el aprendizaje (en realidad, es incorrecta e inexacta esta afirmación, recomiendo leer Dormir sin Lágrimas de Rosa Jouvé para comprender lo que sucede).
Luego nuevamente tuvo una racha buena alrededor de los dos años cuando nació su
hermano, parecía que había crecido de golpe y que por fin dormiría, pero no.
Cierto es que cada vez, más frecuentemente, duerme de un tirón, pero que quede
claro, no es la norma, ¡y ya tiene dos y medio!
Así
que, cuando empecé a dormir casi 3 horas continuas, no más porque además, el
angelito mayor, sin importarle el número de despertares nocturnos, amanece cerca
de las 7.20 am, con un margen de error de 5 minutos; hizo su aparición el
angelito menor... Así que nuevamente se descuacharingó todo, volví a revivir
viejos tiempos, con lo que implica un bebé recién nacido alimentado con
lactancia materna a demanda, con el plus de que ahora tenía que “jugar relevos”
para atender también al mayor. De cualquier forma, a los 3 meses sientes un
avance, a los 6 meses uno más grande y a los 9 otro, peroooo no es suficiente,
con dos angelitos en casa las “noches
del terror” se instalaron para aparecer intermitentemente, pero con una
frecuencia “adecuada”, que no permiten ni olvidarlas ni reponerte.
Por
ejemplo, tras acostarlos tipo 7.30-8.00 porque el mayor a partir de los dos
años decidió no dormir siesta a medio día, una noche de estas tétricas, podría ser:
- El pequeñajo: 11pm – 1am – 4am – 5am – 6am
- El mayor, en el mejor de los casos: un despertar a la 1am para coincidir con el hermano o si bien me va, a las 2am.
Claro ni
hablar de cuando se despierta hasta 3 veces, unas por pesadillas, fiebre,
mocos, tos, porque vivió un evento emocionante o está aprendiendo algo, otras
porque quiere ir a hacer pipí (está dejando el pañal) o hasta porque se tiró un pedete que lo despertó (no me digan que
no les ha pasado nunca esto) y otras porque
quiere compañía o porque sí.
Total que te quedas
cuajada en su cama en alguna de las visitas, hasta nueva requisición. Cabe
señalar, que lleva una temporada en que si su padre va se pone hecho un
basilisco.
Creo en el colecho, pero bueno, al
pequeñajo todavía a la 1am lo dejas en su cuna, pero después, cuando ya jugaste
al “juego de las sillas” pero con las camas, pasando de cuna – cama tuya – cama del mayor, en
órdenes variables, decides que el bebé se queda en tu cama, haciendo colecho. Al
menos duermes algo y no te enfrías con cada levantada, eso sí como sardinas, tu
marido, el bebé y tú, pero al menos se puede dormir algo, a pesar de los
múltiples despertares y que acabes dándole pecho cual buffet libre.
En
las “noches del terror” cambias tantas veces de cama que cuando oyes el
siguiente llanto, independientemente de quien lo emita, abres los ojos y no te
ubicas. Ya no sabes ni dónde estás, ni si existe un lugar para renunciar o
pedir que alguien te supla. Afortunadamente, no sucede diario pero sí que es
duro.
Eso
sí, cuando tus amigas te cuentan que no pueden tener hijos o escuchas desgracias
de que el hijo de fulana está gravemente enfermo o murió, agradeces poder tener
estas “fiestukis nocturnas” con tus hijos sanos, vivitos y coleando, que fuera
de esto y algunos otros detalles, te llenan
de alegrías infinitas y sin ellos, ya no puedes concebir tu vida. Asimismo,
agradeces ser creyente, ya que puedes
darles a estas noches un sentido y ofrecer este suplicio y cansancio
extremo, por el padrino y el amigo
enfermo o por lo que sea o quien sea, siempre hay alguien o algo por quien
hacer sacrificios.
Siempre
se me ha caído la baba con los bebés y niños, desde chica me encantaba
cargarlos y cuidarlos, pero debo confesar que antes de tener los propios nunca,
nunca, nunca, se me ocurrió imaginarme a aquellos angelitos durante las noches,
ni lo importante que es ayudar/apoyar a los
padres a cuidar a sus hijos, ni lo urgente que es formar a las parejas que se casan en la corresponsabilidad y en la
crianza natural y con apego.
En
fin, he llegado a la conclusión de que, tanto algo de “amnesia”
como algo de “inconciencia” respecto
a los retos de la paternidad/maternidad, lo duro y pesado de la crianza, son variables
indispensables para poder,
paradójicamente, llegar a ser padres, amar incondicionalmente, centrándose en
lo esencial. Sin estas, se extinguiría la especie porque nadie se animaría y en
consecuencia, lo más dramático sería que
nos perderíamos de ser cocreadores, del don de la maternidad/paternidad, de poder
disfrutar a nuestros hijos, compartir nuestras vidas con ellos y vivir momentos
de felicidad infinita que ni con master card podrías comprar.
PD. Además,
más pronto de lo que te imaginas tus
hijos crecerán y podrás dormir, al menos un poco más horas seguidas… Bueno, en
realidad no te crees expectativas muy altas, fuentes fiables aseguran que después
de tener hijos nunca vuelves a dormir igual, ni cuando se van de casa…



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