martes, 4 de diciembre de 2012

¿Navidad para los niños?









Un día una tía comentó que si ella volviera al pasado, les ahorraría a sus hijos el rollo mágico de la Navidad, porque es un engaño duro de digerir cuando llega el momento de la verdad. Sin embargo, mi prima y yo saltamos: tal vez en sentido estricto será el sereno, pero haber vivido sin esa ilusión hubiera sido mayor desilusión y dejaría mayor sinsabor; no tener la oportunidad de vivirla y tener esos recuerdos tan especiales que nos hacen añorar aquellos días, sería mayor pena que finalmente tener que poner los pies en la tierra y aceptar la realidad. (Evidentemente es muy respetable la decisión de cada familia).  
                La ilusión con la que los niños esperan la Navidad es algo indescriptible. Cuando el hechizo se rompe, ese momento representa un parteaguas en la vida de la persona. Para sanar la “herida”, de golpe se “crece” y se siente uno “grande” frente a todos los chiquillos ilusos. Afortunadamente, cuando tienes hijos la magia vuelve, de diferente forma pero vuelve, junto con esa ilusión infantil que sueña, cree en lo imposible y hace de lo ordinario algo extraordinario, rescatando al niño interior que muchas veces abandonamos.
                La Navidad festeja el nacimiento de Jesús, aunque paradójicamente en muchas ocasiones ni siquiera se le invite a participar del pachangón, convirtiéndose tristemente en “el festejado ausente”, siendo tan sólo “el pretexto” para gastar, regalar, recibir, reunirse y divertirse. Cuando en realidad, debería aprovecharse esta tradición “pedagógicamente”, para la reflexión, preparación y renovación. San Francisco de Asís, a quien se le adjudica el “invento” de montar nacimientos o pesebres, buscaba de esta forma creativa, tangible y en ausencia de Google y Facebook, fomentar un acercamiento personal con Dios y con el misterio del nacimiento de Jesús, para así, incentivar a la meditación y a generar un cambio de vida.
                  Ahora bien, ya entrando al tema concreto de la Navidad y nuestros hijos, se supone que es una fiesta en la que los niños, obviamente mucho después de Jesús, son el centro. Por ellos montamos todo el show y queremos que además de la catequesis recibida, tengan recuerdos inolvidables. Pues paradójicamente resulta que ni si quiera ha iniciado el Adviento cuando los niños presencian las discusiones y hasta pleitos sobre a casa de quién toca ir y cómo se celebrará. Luego, terminando el montaje de la decoración e iluminación, la palabra que más escucha el niño es: ¡no! No toques, no hagas, no con cuidado etc. Al mismo tiempo, comienza la prueba de resistencia de chantajes continuos inútiles: si no te portas bien no te traerá regalos, los reyes sólo te dejarán carbón, etc., que lo único que logran es hacerte perder credibilidad, dañar tu relación y lastimarlo, porque bien sabes que nunca los cumplirías. Por suerte, la nobleza de los niños olvida estos tormentos, los pasa como quien sabe que es el precio que hay que pagar para disfrutar y crece dándole más peso a lo bueno y corriendo un tupido velo sobre el resto… De cualquier forma, me parece patético que esta sea el ejemplo recibido, la formación moral y la catequesis impartida.
                Aterrizando lo anterior, en primer lugar, definitivamente no entiendo cuál es la necesidad de adornar el árbol con esferas carísimas y/o peligrosas (si se rompen), que impiden que el niño colabore en decorarlo y lo confinan a quedar sentenciado con una orden de alejamiento de cualquier artículo u artefacto que sea, parezca o huela a ser algo navideño. Por tanto, lo mismo sucede con el nacimiento, puesto precioso como de película, con figuritas de edición limitada o  compradas ni más ni menos que en Jerusalén o reliquias heredadas de tu abuelita favorita. Total que el niño recibe una segunda orden de alejamiento y una tercera para proteger todos los adornitos tan llamativos y simpáticos que están invadiendo la casa.
                El segundo lugar, los horarios de los festejos parecen buscar que los niños se multiplicaran por cero y desaparecieran para que los adultos pudieran divertirse “sin límites”. Los horarios de reunión, cena y hasta misa, e incluso la forma de “festejar” (borracheras, etc.) parecen gritar que los niños se aclimaten o aclimueran. En cuanto a la misa, de por sí el binomio hijos y práctica de la fe a veces parece ser del tipo agua-aceite, resulta que como para ayudar a que no se mezclen, los pocos que van, los llevan a “misa de Gallo”. Siendo que ya, hasta la Iglesia, ha pensado en los niños y ha puesto, como le dicen en España, la “misa del Pollito” para ir con los niños a una hora decente y con una dinámica adecuada a ellos. Para ellos que van a misa y para el resto que no, el destino que les espera a los niños si siguen los súper horarios de la Nochebuena,  se podría resumir en dos grupos: los “suertudos” que se quedan dormidos sin cenar y sin haber abierto los regalos; y los “duracell” que intentaron aguantar y aguantar, pero llegan al final entre pleitos, llantos y regaños, debido a haber traspasado sus límites de cansancio.
               
Por ende cuestiono:

¿Por qué no poner árboles con adornos que los niños puedan tocar y manipular?

¿Por qué no poner un nacimiento con figuras de madera u otro material a prueba de niños
que puedan disfrutar e incluso “jugar con Jesús”?

Les prometo que es priceless escuchar las canciones e historias que cuentan si se les deja jugar con los personajes del nacimiento.

¿Por qué no planear un horario infantil, sabiendo que cuál es el fátidico resultado que se obtiene
 en los niños al sumar, hambre + cansancio extremo + emoción?

Con esto no quiero decir que se cene a las 7pm para estar todos a las 8pm en la cama. Los niños también tienen que descubrir que salirse de la rutina por una fiestuki es increíble. Los días festivos ayudan a que aprendan sobre adaptabilidad y flexibilidad, además de a convivir y a compartir. Sin embargo, no hay que abusar, también los padres tenemos que respetar a nuestros hijos, aprender a ponernos en su lugar y al menos darles la opción de elegir. Por tanto, puede haber opción de horario y menú infantil (aunque se les ofrezca también la comida de los adultos). Así los niños pueden cenar, recibir sus regalos y participar en juegos, villancicos o pastorelas a una hora prudente, sin estar exhaustos, nerviosos y necios. De esta forma, si los adultos quieren cenar a media noche o a las 2am pueden hacerlo, mientras que los niños estarán, si no dormidos, más tranquilos dentro de la emoción propia de estos días y podrán disfrutar más.
               
                Finalmente, quisiera resaltar la necesidad de que los niños se queden con el verdadero significado de la Navidad. De una u otra forma les debemos inculcar la práctica de la caridad, quid de la cuestión navideña; sea llevándolos a un orfanatorio a regalar algún juguete o a llevar comida para los necesitados o bien, a  visitar algún enfermo. Asimismo, no estaría de más que  los padres fuéramos prudentes en cuanto a los regalos que se les obsequian. Cabe señalar al respecto, que hace un par de años al ver en un cole las cartitas de los niños, me traumé al leer que un niño de 3 años pedía un ipad, pero el el shock total vino cuando al regreso de vacaciones contó que se lo habían regalado y su madre lo confirmó.
                En fin, el rollo mágico de la Navidad independientemente de la gran ilusión y hermosos recuerdos que deja tanto en niños como en adultos, creo que es fundamental para que los adultos volvamos a ser niños y demos sin recibir reconocimiento alguno, dándole el crédito a quien verdaderamente hace posible cada día que podamos estar aquí disfrutando de la vida y de nuestros hijos. Para los niños es una forma de percibir la grandeza de Dios y su ser todopoderoso, por tanto, si bien no está mal que le escriban a Santa Claus (sobre todo si te encargas de que sepan la verdadera historia de Santa Claus… San Nicolás), sería muy recomendable que también le dirigieran la carta al mero mero responsable de tanto revuelo, Jesús.

Es ideal que nuestros hijos tengan buenos recuerdos de la Navidad
y que sepan qué se festeja,
pero sobretodo hay que ayudarlos a que vivan
los valores propios de aquel portal de Belén, en especial la caridad hecha vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario