Viajar por placer es increíble y nunca es un gasto… De hecho, es la mejor inversión que uno puede
hacer tras cubrir lo necesario para vivir dignamente. Lo
viajado y lo paseado nadie te lo quita y sí que te da mucho… Viajar hace crecer,
enriquece y “desaburra”, o sea te quita un poco lo “burro”… Y te ayuda a ser
capaz de vencer, en unas cuantas preguntas, a la campeona invencible del “Maratón”:
la ignorancia…
Al viajar, sin lugar a duda, voluntaria e
involuntariamente durante todo el proceso se obtiene, en menor o en mayor
grado, un aprendizaje integral continuo
(intelectual, psicosocial y espiritual). Con la ventaja de que, mientras lo
haces, hasta te ejercitas físicamente
al “patearte” los pueblos y ciudades enteros. Claro, que hay sus excepciones, ya
que obviamente esto no aplica cuando el viaje consiste en “no hacer nada” y donde
el mayor esfuerzo realizado implica salir de la cama para echarte en la playa y
estirar la mano para que te traigan comida y bebida... De cualquier forma,
indiscutiblemente, hasta en los viajes “menos intensos” se adquieren habilidades y competencias muy variadas:
Todo empieza
desde que surge la idea y tienes que iniciar la planeación, buscar opciones
que cumplan tus expectativas y te garanticen el binomio calidad-precio. Entonces,
definido el presupuesto, si es que
quieres que el sueño de verdad baje a la realidad, comienzas a ahorrar o sigues haciéndolo. Luego, por
fin se acerca el día del viaje y te ves en la necesidad de diferenciar entre lo imprescindible y lo prescindible para hacer
maletas de viaje y no de mudanza, que se ajusten a las estrictas normas de
tamaño y peso que tienen las aerolíneas, pero que lleven todo lo necesario. Así
que ejercitas tu capacidad para ser
previsor sin llegar a extremos ilógicos. Asimismo, te instruyes en el arte
de documentar maletas, llenar papeles y encuerarte para pasar inmigración (en
caso de ir en avión). Y también, te las ingenias para seguir indicaciones hasta en idiomas desconocidos…
Así pues, investigando, preguntando y siguiendo mapas
conoces personas, historia, lugares maravillosos, culturas diversas, bailes,
trajes típicos y comida exquisita, exótica y hasta la que ni pruebas pero
que, al menos, ahora sabes que existe. En definitiva, viajando descubres formas
de pensar y actuar diversas, así como costumbres, colores, movimientos, ritmos,
sonidos y olores totalmente diferentes a los que tus sentidos están
acostumbrados. Todo esto, por más que lo leas y lo veas en millones de páginas
googleadas o en el algún libro con ilustraciones fantásticas galardonadas, no se puede comparar con vivir la
experiencia en carne propia. Finalmente, aunque no pagues por eso,
indirectamente y aunque no quisieras, aprendes a lidiar con imprevistos, a ser más flexible, adaptable y a solucionar
conflictos, entre muchas otras habilidades… En fin, ni la mejor lección magistral sobre un país puede sustituir el
pisar su suelo, pasear por sus calles, respirar su aire y conocer a su gente…
Claro que hay de viajes a viajes, y no es porque
esté organizando uno a Tierra Santa con
extensión a Jordania, pero es que hay
viajes que de verdad dejan una huella profunda en el alma. En lo personal, estoy convencida que Tierra Santa es uno de
esos lugares “must visit” indispensables
de cualquier “bucket list”… ¡Vaya,
que de ser posible “debes de ir” antes
de estar 3 mts. bajo tierra!… Los musulmanes tienen que ir al menos una vez
en la vida a La Meca… Y, ¿saben qué pienso? … Tal vez suena exagerado, pero
como humanos deberíamos ir, al menos una vez, a Tierra Santa, independientemente
de las creencias personales. Tierra
Santa es verdaderamente como dicen, ¡el ombligo del mundo! Ahí se han
encontrado unos de los restos más antiguos, ahí surgieron las 3 religiones más
importantes del mundo, con sus correspondientes cosmovisiones y culturas.
Ahora bien, al
entrar por la muralla de Jerusalén te cruzas literalmente con gente de todo el
mundo y puedes escuchar cientos de idiomas en un día… ¡Todo en un área de 0.9km2!
En un abrir y cerrar de ojos percibes el infinito
valor esencial del ser humano y la complejidad de su existencia. El alma se
arrodilla ante la grandeza de la
libertad y las puertas que ésta abre para la autodeterminación personal,
esto es, para la elección de la vida propia. En un segundo queda patente la unicidad del ser humano y a la vez, la
diversidad y la esencia bondadosa de la naturaleza humana del la persona común
y corriente cuando su corazón no se ha corrompido con el poder, odios heredados
y la miseria humana.
Al adentrarte por las estrechas calles de la Ciudad
Vieja de Jerusalén y pasear por los cuatro barrios (armenio, judío, cristiano y
musulmán) en los que está dividido, es imposible no percibir la gran fuerza e impacto que tiene la cada cultura
a nivel personal, social e incluso material... Definitivamente, cada barrio
tiene su sello… Asimismo, mientras caminas puedes admirar maravillosas
artesanías de concha nácar y madera de olivo, oler el aceite de nardo de María
Magdalena, apreciar el olor de las especies típicas de la zona, saborear
deliciosos dátiles, dulces típicos y un café, escuchando 5 veces al día al muecín llamar a los musulmanes a orar,
cantando el el adhán en los altavoces,
al mismo tiempo que pasan judíos para ir a celebrar el Sabbath, católicos rezando el viacrucis, ortodoxos en
procesión, esotéricos equilibrando energía, turistas turisteando y otros con
cara de “what?” pensando que están en el Disneylandia de las religiones... En
fin, sorprendente, inigualable, inexplicable, inconfundible…Simplemente
increíble…
Y al final, ¿qué, con tanta diversidad?... Pues al
final creo que es evidente que, en Jerusalén la gente “común y corriente” con
la que te topas, sea habitante de la zona, peregrino o turista, enseña que si
bien todos somos distintos y hay gran diversidad cultural,
la gran mayoría de las
personas que habitan este planeta son buenas personas,
viven agradecidas de
estar vivas e
intentan disfrutar la
vida, vivir bien y hacer el bien
para ser felices y
hacer felices a los suyos.
La gran mayoría lo
único que desea es vivir en paz, convivir, ser mejores
y al final de día, poder
reír y besar a sus seres queridos…
Sí, la gran mayoría
del mundo es buena…
Todos con diversas
costumbres y creencias, pero al final,
todos intentando dejar
un mundo mejor
o bien, intentando dejar
hijos mejores para el mundo…
En fin, en ese trozo de tierra caminan personas de todas las
nacionalidades y culturas, unos porque ahí les tocó nacer, otros porque han
elegido vivir ahí y otros porque han decidido conocer un poco de ese
espectacular lugar… Todos los que pasan por ahí quedan maravillados... Sin
embargo, quienes peregrinan por sus
calles pueden transportarse a escenas escuchadas e incluso meditadas una y
mil veces, y entonces, muchas cuestiones
cobran un sentido profundo. Definitivamente, caminar por donde Él pisó se convierte en una oportunidad única para
encontrarse con Él y avivar la llama de la fe…
…Al menos una vez en
la vida visita Tierra Santa…
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