Hace un tiempo les quería
compartir una situación en la que como mamá te sientes orgullosa de tu hijo: Resulta
que un día entro a la casa directo a empezar la típica rutina cena - baño –
cama y en algún momento, entre esto y aquello, mi hijo mayor se acerca y me
dice: “Mamá, qué crees, iba caminando y
sin querer choqué con el marco de la puerta y que se rompe solito” … La verdad le respondí: “¿sin querer… o lo pateaste? O sea, ¿cómo que se rompió solito?” … Y
de ipsofacto contestó: “Noooo, en serio, ni
siquiera fue fuerte y se rompió” Entonces yo, entro en estado de
autocontrol mmmmmmmmm, respiro profundo, cuento hasta un millón y digo: “A ver, ¿dónde fue?...
Me
lleva al lugar de los hecho y efectivamente se había hecho un hoyo en la parte inferior del marco de
una puerta. A simple vista se veía
extraño y se sentía como si la madera se hubiera convertido en papel, sin
esfuerzo alguno podía romperlo enterito ... No obstante, con tantos gastos que
habíamos tenido era impensable cambiarlo por el momento. Así que decidí hacer las
paces con el marco (que yo creía podrido) y el hoyo …
No
me cayó nada en gracia la noticia, especialmente porque acababa de celebrar que
por fin habíamos logrado arreglar unas grietas ocasionadas por el temblor y
unas humedades terribles. Sin embargo, lo
que me encantó de este hecho fue la honestidad de mi hijo, quien sin mentir se
acercó a contarme directamente y sin rodeos lo que había sucedido…Esto lo
valoro mucho más de lo que se imaginan, ya que justo intento dar pie a que así
sea. De hecho, una de mis metas es nunca
perder su confianza, que sepa que me puede contar lo que sea; sea “bueno, malo,
regular, un acierto, algo irrelevante o bien, una metida de pata” … Obviamente,
en este caso, fue necesario clarificar que en realidad él no había sido el
responsable de que se rompiera, sino que el marco estaba en mal estado y que
había que cambiarlo.
En
fin, hasta ahí se hubiera quedado la historia acaecida hace aproximadamente dos
meses… Sin embargo, vino una pareja a tomar un curso psicoprofiláctico Lamaze y
pues de casualidad al despedirlos salió
el tema de que con las casas nunca acabas de tenerlas bien, que siempre hay
algo por arreglarles… Como, por ejemplo, cambiar el famoso marco de la
puerta… Él solo con verlo, me aseguró
que tenía polilla… ¡Casi me da el tramafat!!!! Pero en mi ilusa ignorancia
esperaba de todo corazón que no fuera cierto…
Así que al día
siguiente llamé al carpintero de confianza, que es buenísimo pero famoso y por
ende no me pela, para rogarle que me rescatara. Obvio esto para él es una
pérdida de tiempo, un micro trabajo ridículo comparado con las obras que
atiende y me dice: “híjole, voy a
intentar ir en 5 días, pero por mientras con un desarmador levante el marco y
sáquelo de su casa” … Y ahí va la ingenua de mí, esperando que no hubiera
ni un bichito, a levantar el marco … Dado que nunca había visto una polilla,
dudaba ser capaz de reconocer si había alguna…. ¡Pero …!!!!!!!!!!!!! ¡Créanme
que bastó levantar un milímetro para ver un planeta entero de bicharracos
asquerosos devorando mi marco, subiendo y bajando por las carreteras y túneles
que habían construido!!!!! … ¡Por poco me da un infarto!!!!!!…
Regresé el
marco a su posición original, autoconvenciéndome de que había sido una
alucinación. Tal vez ahora que lo volviera a levantar ya no habría nada… Pero ¡noooooooooooooooooooooooo!!!!
Aparecieron más y más y más y más y más y más. De hecho, daba la impresión de
que se multiplicaban a la infinita potencia para atacarme por importunarlas….
Unas de las polillas empezaron a perder el equilibrio y caían al suelo, las
demás se alocaron y entraron en pánico al ver mi cara de “no va a salir ni una viva de aquí” … De pronto, sentí que
empezarían a invadir toda mi casa a modo de venganza. Seguro para la noche me
vería obligada a dormir en el suelo porque se habrían comido mi cama….
Entré en
pánico y corrí por el súper poderoso Raid Casa y Jardín olor a eucalipto.
Levanté los restos del marco o más bien del barniz que habían despreciado los
bicharracos y arranqué lo más que pude. No sé cuánto Raid quedaba, pero empecé
a atacarlos despiadadamente hasta que no salía ni un poco más de veneno… Eso
sí, no sin daños colaterales, ya que, al salir el aerosol con fuerza, hizo
volar a más de cien. ¡Y empecé a sentir que ya los traía
encima!!!!!!!!!!!!!!!!!! Me apresuré a limpiar la escena del crimen y a sacar
los cadáveres… Pero tan sólo deseaba aparecer como mínimo otras 10 botellas de Raid
para seguir echando y echando…
Afortunadamente,
una amiga me hizo el favor de recoger a mis hijos del cole porque no acababa de
barrer enemigos. Terminé lo más rápido que pude y los alcancé en un restaurante…
No me quería ir de ahí, así que alargué lo más que pude la vuelta a casa… Finalmente,
nos fuimos y pues los chicos retomaron la “cantaleta del verano”, de que quieren
que les compre mochilas nuevas… “Cantaron la misma canción” varias veces, pero
cuando salieron de bañarse se pusieron intensos. Para estas horas mi paciencia,
conciencia y todo mi hermoso cuerpo estaba agotado. Así que, tras un último e inútil
intento, amable y delicado, para que entendieran que ahora no $e podía y que
además no las necesitaban, recurrí a una sucia “estrategia” para finalizar el
drama… Entre un suspiro les dije: “ok,
mañana vamos a comprarlas, sólo que tendremos que acostumbrarnos a convivir con
estos bichos hambrientos y a ver cada día el marco despedazado… Lo bueno es que
cuando acaben de comerse nuestras camas, mesas y puertas tendremos mochilas
nuevas” … Entonces obviamente contestaron: “No, bueno… Mejor nos esperamos a comprarlas, primero arreglamos la
casa y matamos a las polillas” …
… Total que
para cerrar el día con broche de oro, resulta que mi marido, que está en un
viaje de negocios, desde la cama de un hotel me pregunta mientras ve, bien
relajado, una serie de Netflix: ¿Qué tal
tu día? ¿Qué hiciste hoy?... ¿Tranquilo? (siendo que ya le había informado previamente
sobre la guerra que había librado contra los invasores) ... Así que con un gran esfuerzo intenté responder sutilmente sus
inquietudes… Sin embargo, para rematarla, sin querer y con las mejores
intenciones, el pobre hombre me dice antes de despedirse: “Bueno, ya no te preocupes, cuando llegue lo arreglo” … Inevitablemente y con cara de “what?”, me
limité a pensar sin emitir sonido alguno:
“O sea, ¿cómo? ¿Qué va a arreglar cuando llegue?..., Si el ataque fue hoy, ya hice una matanza, ya
limpie, ya quedé con el carpintero y con
el fumigador… No es por nada, pero para cuando llegue, ya hasta los cadáveres se
desintegraron” ... Y salí de esa lo
mejor que pude sin responder… A veces es mejor callar o reír… Para no llorar o
vociferar…
En fin, cuatro
enseñanzas de tanto rollo:
1.
No cabe duda de que vivir, cuidar una familia y
criar hijos son aventuras extremas.
2.
Hay
circunstancias inesperadas que permiten tener chocoaventuras que contar y sobre
las cuales, pasado un tiempo prudente, puedes reír al recordarlas…
3.
A modo de reflexión o desahogo, de verdad nos
falta ser más empáticos y estrategias de comunicación efectiva y positiva, no
lo digo por mi marido… Bueno también, pero ¡empezando por mí! Así que me queda
la tarea de seguir practicando una comunicación respetuosa, asertiva y empática
con mi familia, ya que la ebullición de mis emociones o cansancio no justifica
la utilización de amenazas, chantajes ni juicios severos…
4.
Por otra parte, como mamá pienso que ante la
pregunta: ¿Qué hiciste hoy?... A
veces es tentador responder “nada” … Cuando en realidad sí hiciste y mucho… De
verdad a las mujeres nos urge valorarnos y valorar nuestro trabajo de “no hacer nada”. Si no empezamos nosotras
a creernos que es valioso lo que hacemos no esperemos que la sociedad lo
reconozca.
Publicado en Nueva Visión
Publicado en Nueva Visión
No hay comentarios:
Publicar un comentario