viernes, 18 de mayo de 2018

Cortando las alas



Hoy en la mañana me tocó presenciar la típica escena del niñito de entre 2 años y medio o 3 que quiere hacer todo solo: ”yooooooo, yo puedo”… Así que el chiquillo fue muy decidido y seguro a cargar una silla de esas plegables que estaba recargada contra la pared para poderse sentar. Sin gran dificultad la tomó y la levantó; eso sí, para caminar ya le costaba un poco porque la silla era más o menos el doble de alta que él y lo desequilibraba un poco…. Sin embargo, ahí iba con su cara de orgulloso pariente de Hulk o de cualquier otro súper héroe fuertote…
Lástima que su momento de gloria le duró segundos porque inmediatamente su papá le dijo: “¿pero qué haces? ¡Tú no puedes! Es demasiado grande para ti”… Y se la quitó…
Analicemos el hecho, pero ¡que quede claro que no estamos juzgando al papá! Todos la regamos, mínimo unas mil veces al día, lo bueno es que cada día podemos aprender de los errores y convertirlos en momentos formativos.
Así que retomando el hecho, tal vez se le podría haber dicho al niño: “¡qué fuerza tienes, has logrado levantarla tú solo!”. Y entonces, un segundo después se le podría haber ofrecido ayuda, aunque para ser honestos sabemos que la respuesta más probable habría sido algo como: “Noooo, yo solo, déjame”… Por lo que de entre las varias opciones a elegir tras la negativa, una respetuosa y prudente hubiera podido ser el permanecer alerta, a su lado, por si al final aceptaba una manita o al menos para velar por su seguridad… Por si “las flies”acababa de perder el equilibrio y así poder evitar que la silla lo aplastara cual matamoscas…
¿Queremos formar hijos seguros y autónomos a los 18 años,
pero por facilidad preferimos “adiestrar” hijos sumisos y dependientes los primeros 18 años?
¿Realmente creemos que tras cortarles las alas durante 18 años
sin dejarlos si quiera resbalarse, ya no se diga caerse y menos llorar,
de pronto, mágicamente a los 18 años se sentirán capaces de tomar las riendas de sus vidas,
intrigados por investigar y descubrir, motivados para intentar, crear y aportar,
inquebrantables para luchar por sus sueños a pesar de caer mil veces?…
Cada que dudamos de nuestros hijos,
cada que les impedimos enfrentarse a retos e incluso equivocarse,
los estamos abocando al fracaso…
Eric Erikson nos lo ha dejado muy claro en su Teoría del Desarrollo: hasta el año y medio el niño se enfrenta a la crisis de confianza vs. desconfianza: si sale victorioso, descubre la esperanza y aprende que el mundo es confiable y que puede contar con sus papás. Después, hasta los 3 años adquirirá voluntad y determinación, si supera favorablemente la crisis de autonomía vs. vergüenza y duda. Por lo tanto, este niño cargando solo una silla más grande que él, estaba intentando afirmar su autonomía, fortalecer su voluntad y su determinación… Lástima que se le hizo dudar de sí mismo y sentir vergüenza por intentar algo que a ojos de otros estaba fuera de su alcance…
¡Obviamente el éxito de tu hijo no depende de una silla! Efectivamente, por suerte, cargar o no cargar una silla no es el problema, sino el estilo de crianza que se tiene fundamentado en una determinada concepción de la persona en general, de nosotros mismos y de nuestros hijos. Esto es el sentido del ser y de la vida.
Evidentemente no tiene el mismo efecto un constante “ningunear” y someter al hijo, que un evento aislado, como podría ser en este caso “un error normal” de un padre que reacciona impulsivamente, preocupado por el bienestar de su hijo; pero quien más tarde, tras reflexionar sobre su día, puede aprovechar la metida de pata para convertir ese hecho en un momento formativo, por ejemplo, pudiendo comentar la situación e incluso pidiendo perdón por haberle quitado la silla y no haber respetado su intento por cargarla solo, formando otros valores y aspectos igualmente fundamentales…
En resumidas cuentas, lo que nos toca es cimentar sólidamente la autoestima de nuestros hijos y acompañarlos e impulsarlos en sus hazañas por conquistar la autonomía (sonrisas, raspones y lágrimas incluidas), no sólo del año y medio a los tres, sino siempre. Esto implicará confiar en ellos y dejarnos sorprender por todo lo que pueden hacer esos pequeñajos y luego esos grandulones…

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